EL LADO OSCURO DE
LOS DONES
Fue arrebatado al paraíso, y escuchó palabras inefables que al hombre
no se le permite expresar. 2 Corintios 12:4
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Todo don tiene un lado siniestro. Toda dotación de parte de Dios, si nos
descuidamos, puede convertirse en el fundamento de una terrible caída o una
gran humillación. En su severa misericordia, Dios muchas veces nos humilla y
trata preventivamente, a fin de que nuestros dones no se conviertan en una
fuente de fracaso para nosotros.
Una interesante ilustración de este principio nos la provee la vida del
apóstol Pablo.
Ya hemos visto en otro contexto cómo el famoso aguijón de Pablo
formaba parte de ese mecanismo por medio del cual Dios usa circunstancias
negativas en nuestra vida para santificarnos y hacernos más como Cristo. Ese
mismo fenómeno puede también analizarse a la luz del tema que estamos tratando.
En ocasiones, las aflicciones y fracasos de la vida pueden ser usados por Dios
para balancear y contrapesar las deformaciones que crean los dones en la personalidad
y el carácter del creyente. Los dones y los triunfos del ministerio pueden
conducir al orgullo, la autosuficiencia, o la intolerancia hacia los débiles.
Los aguijones que Dios permite en nuestra vida pueden servir de antídoto y
orientarnos hacia la humildad, la misericordia y la dependencia continua de
Dios.
Dios le deparó a Pablo experiencias espirituales y revelaciones
extraordinarias, tan grandes que en ocasiones se le prohibió que las
compartiera en el ámbito humano. Ese don revelatorio que le permitió a Pablo
escribir dos terceras partes del Nuevo Testamento, y que le hizo posible
escuchar “palabras inefables que no le es dado al hombre expresar (II Co
12:4)”, dada la personalidad del apóstol fácilmente lo hubiera llevado a
enorgullecerse y a pensar más de sí mismo de lo que era legítimo. Para que esto
no sucediera, Dios le envió “un aguijón”, una aflicción espiritual persistente,
que lo obligó a mantenerse frágil y humilde, y a reconocer constantemente su
necesidad de la gracia de Dios:
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase
desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que
me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.
En otras palabras, en su severa misericordia, Dios no permitió que el
don de Pablo ejerciera su efecto dañino y se convirtiera en una piedra de
tropiezo para su vida y ministerio. Más bien, le proveyó un recurso artificial,
una condición humillante que sirviera de contrapeso para su dotación espiritual
extraordinaria. La intervención preventiva divina impidió que el lado oscuro
del don que Pablo había recibido entrara en manifestación, y permitió que el
ungido apóstol pudiera desarrollar su ministerio sin esa contaminación
espiritual que lo hubiera empobrecido.
En el caso de Pablo se cumplió la hermosa petición de David en el salmo
139:
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis
pensamientos;
24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.
24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.
Dios “examinó” y “probó” a Pablo y, efectivamente, “vio” que había en él
cierto “camino de perversidad”; en este caso, una cierta disposición hacia el
orgullo. En su misericordia, Dios le impuso una disciplina espiritual al
apóstol que lo mantuviera humilde, y lo guiara en el “camino eterno”, es decir,
en la voluntad perfecta de Dios, alejado de las posibles acusaciones de Satanás
que podrían resultar de una actitud arrogante y presuntuosa.
Con temor y temblor, pídele a Dios que pode tu don, a fin de que pueda
continuar creciendo saludablemente, dando fruto por muchos años para su gloria
y tu bendición.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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