“CUANDO TU MADRE ENVEJECIERE, NO LA MENOSPRECIES” (PROVERBIOS
23:22).
Fuente:
(J. Mª V. M.)
iglesiaevangelicaelalfarero.com
Desde
el principio de la historia humana sobre la tierra, antes de la maternidad de
Eva fuera del huerto del Edén (Génesis 4:1), encontramos referencias sobre el
papel de la madre en el plan de Dios. En especial cuando Adán llamó “el nombre
de su mujer Eva, por cuanto era madre de todos los vivientes” (Génesis
3:20).
A partir de entonces, la ha
seguido una interminable lista de mujeres anónimas que han sido bendecidas por
el Señor con el hermoso privilegio de ser madres. Encontramos en toda la
Biblia, que la madre es objeto de la especial protección de Dios por medio de
sus mandamientos: “Honra a tu padre y a tu madre; el que maldiga al padre o a
la madre, muera irremisiblemente” (Mateo 15:4). También: “Honra a tu padre y a
tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra...” (Éxodo 20:12).
Tristemente, no ha sido así: “Porque el hijo deshonra al padre, y la hija se
levanta contra la madre” (Miqueas: 6).
Recientemente, pude conocer un hecho que
entristeció mi corazón, tanto por lo sucedido como también por ocurrir entre
familiares en Cristo. Una hija, felizmente embarazada, que vive a una
considerable distancia de sus padres, fieles servidores del Evangelio de
Jesucristo, rechazó de manera fría y desconsiderada a aquella que la dio a luz,
y que la llevó de la mano -en obediencia al Señor-, a la enseñanza espiritual
como si de una nueva Eunice se tratase.
Ahora, esta ingrata hija la aleja de su
vida, causando un profundo sufrimiento a aquella a la que está obligada a amar
y respetar de parte de Dios. Es evidente, que ha olvidado, consciente o
inconscientemente, que un padre o una madre no pueden ser suplidos por
extraños. La Biblia no dice “Honra al padre y a la madre de tu esposo” (que
también deben serlo), sino “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 2:12). Por lo
tanto, según la Palabra de Dios, se ha levantado contra su propia madre,
cayendo en un pecado de deshonra y menosprecio ante los ojos de Dios.
Amado hermano, quiero hacerte recordar algunas
de las muchas y abnegadas cosas que tu madre ha hecho durante toda su vida
contigo: ¿Te acuerdas cómo ella te hacía una túnica nueva cada año para
vestirte de ropas nobles? ¿Y qué de aquellas tiernas charlas sobre la Biblia
antes de que te durmieras? ¿Has considerado cuántas veces se levantaba de noche
para preparar tu comida o cuidar de ti cuando estabas enfermo? ¿Has olvidado,
quizás, los momentos en que ella abría su boca con sabiduría para enseñarte o
aconsejarte? ¿Has valorado cómo consideraba los caminos de su casa? (1º Samuel
2:19; 2ª Timoteo 1:5; Proverbios 31:15, 26,27).
Desde aquí te invito a que
medites, delante del Señor, sobre el lugar que tu madre ocupa en tu corazón en
este momento de tu vida. O qué sitio honroso le estás dando delante de tus
propios hijos. La respuesta vendrá del corazón de Dios hacia el tuyo.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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