jueves, 1 de octubre de 2015

¿CÓMO NOS ACERCAMOS CADA DÍA AL DIOS SANTÍSIMO?

¿CÓMO NOS ACERCAMOS CADA DÍA AL DIOS SANTÍSIMO?
Fuente: (J. Mª V. M.)
iglesiaevangelicaelalfarero.com

“Y dijo: No te acerques; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que tú estás es tierra santa” (Éxodo 3:5).

 Cualquier sociedad organizada establece, para una mejor y más ordenada convivencia entre los miembros de la misma, una normativa que todos están obligados a respetar y obedecer. Estos son los límites adoptados libre y voluntariamente por todos, límites que se ocupan de proteger y guardar los estamentos establecidos para tal fin: leyes y decretos tutelados por jueces y fuerzas del orden. De esta forma, se garantizan los derechos y libertades de los miembros de cada grupo comunitario, cualquiera sea su posición o personalidad dentro del mismo.

 De igual manera, Dios establece límites con los hombres. Muchos religiosos piensan que pueden vivir su vana religiosidad de una forma incontrolada, anárquica y personalista, sin tener en cuenta la autoridad y soberanía de Dios expresada en su Palabra. Ella es, precisamente, la que establece los límites infranqueables para todo aquel que no presenta  la santidad exigida por el Señor. La propia revelación bíblica declara: “Todos están bajo pecado...y destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9, 23).

 El problema radica en que el hombre no puede santificarse a sí mismo para poder presentarse sin temor delante del Padre. Necesita ser santificado y él, a pesar de sus inútiles esfuerzos por conseguirlo por medio de baldías obras humanas, está lejos de ser acepto ante Dios. Bien lo dice la Palabra: “Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Esta es la gran tragedia humana: Por un lado rechazan a Jesucristo, el único y "solo mediador entre Dios y los hombres” (1ª Timoteo 2:5); y por otro quieren que Dios acepte sus invocaciones y sacrificios estériles. Ignoran, que “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Romanos 3:23).

 Este es el dramático conflicto que se da en el corazón humano: nada de lo que hace ante Dios vale a su favor, ni es tenido en cuenta por Él; porque es Dios, en su infinito amor y justicia, el que ha provisto de Aquel que ha de justificar por medio de su sangre a los elegidos delante del Padre: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8).

 El límite, pues, que encontró Moisés cuando se acercó a la zarza que ardía, estaba en la santidad de Dios frente a la contaminación pecaminosa del hombre. Por ello tuvo que quitarse el calzado manchado por el pecado. De igual manera, amado hermano en el Señor, nosotros, aquellos que ya gozamos de libertad para entrar al Lugar Santísimo, debemos acudir a “la sangre de Jesucristo que nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). ¿Estás viviendo bajo los límites de Dios y de su Palabra? ¿O quizás has establecido en lugar de la ley santa de Dios tus propias leyes contaminadas por el pecado? ¡Dios espera tu respuesta! 

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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