¡¿YO SAMARITANO?! ¡NAAAAHHHH!
Extracto del libro: “Desafíos Para Jóvenes y
Adolescentes: Lucas”
Por Edgardo Tosoni. (devocionaldiario.org)
Un intérprete de la ley levantó la mano y pidió permiso para hacer
una pregunta: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (vs.25).
Se hizo un gran silencio. Te diría que nadie respiraba. Uno que iba para
el baño se aguantó las ganas y volvió para escuchar (“cómo no traje pañales” se
dijo a sí mismo). La pregunta dejó mudos a todos:
“¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
Todas las miradas, como misiles, se enfocaron en Jesús. Nadie se movía.
Había tensión en el aire. Un experto de la ley había hecho la más difícil de
todas las pregunta…y esperaba una respuesta.
“¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
“¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (vs.26), fue la tranquila respuesta de Jesús. No se despeinó, no se alteró, no
se puso nervioso, no empezó a tartamudear. Lo miró y le preguntó:
“¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”.
En otras palabras, Jesús le estaba preguntando: “¿qué dice la Biblia y
cómo interpretas lo que está escrito?
Sólo aquel que sea capaz de amar al Señor con todo su corazón, con toda
su alma, con todas sus fuerzas y con toda su mente, y además de eso amar al
prójimo como se ama a sí mismo, podrá heredar la vida eterna.
Pero, ¿hay alguien capaz de amar así, todo el tiempo y en todo momento?
Aún las mejores personas no aman así todo el tiempo y en todo momento.
Entonces, ¿nadie es capaz de heredar la vida eterna? Humanamente
hablando, no. Pero Dios mismo solucionó el problema enviando a Jesús, para que
todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna. Cuando invitas a
Jesús a tu vida y le recibís en tu corazón eres salvo y el amor de Dios se
derrama en tu corazón.
Entonces recibes de Dios mismo la
capacidad de amarlo a él, de amar a tu prójimo y amarte a ti mismo.
Amar a Dios primeramente porque dio su vida por nosotros.
Amarte a ti mismo porque eres una creación única y especial de Dios.
Y amar a las personas (los prójimos) porque necesitan conocer Su amor.
Samaritanos y judíos se odiaban. No se podían ni ver. Sin embargo, un
samaritano ayudó a su prójimo, un judío.
El sacerdote judío y el levita judío no lo ayudaron (tal vez porque
tuvieron miedo o sintieron lástima, o porque pensaron que les resultaría muy
costoso hacerse cargo del herido, o porque simplemente no les importó, o tal
vez estaban demasiado metidos en sus propios problemas como para ayudar a
alguien, o sencillamente no se querían involucrar), pero el samaritano sí lo
hizo. Lo curó, lo vendó, lo cargó, lo llevó a un mesón, pagó todos los gastos y
cuidó de él. Esto es amar al prójimo.
Piénsalo.
Sé cómo aquel samaritano. Comparte a Jesús con el hambriento, el
abandonado, el rechazado, el marginado. Ellos te necesitan.
Anda y haz tú lo mismo.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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