miércoles, 29 de junio de 2016

ANTICIPOS DE LA ETERNIDAD.

ANTICIPOS DE LA ETERNIDAD.
 “…y así mismo gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero…” (He.6:5).

               En este mundo hablar de que una persona no peque o no se enferme suena a locura. ¿Quién puede creer semejante cosa? No es natural, sino sobrenatural. Pero nadie tiene problemas para creer que en la eternidad los salvos no enfermaremos ni sufriremos hambre o escasez ni pecaremos. Eso es recibido por todos, es lógico y parte de la eternidad.

               Sin embargo, Las Sagradas Escrituras declaran que los creyentes tienen a su alcance “los poderes del siglo venidero”; por el Espíritu de Dios podemos vivir  una vida conforme al reino venidero  y no conforme a este siglo.

               ¿Significa esto que si alguno enferma o tiene necesidad económica está mal delante de Dios? No estoy diciendo tal cosa, pues como lo explique anteriormente, alguno puede pasar por una prueba extraordinaria en su vida como disciplina para perfeccionarle o bien, por la voluntad de Dios ser un mártir que glorifique al señor de esta manera. Pero tal condición es lo extraordinario y no lo normal.

               El apóstol Pablo escribiendo a Timoteo dijo: “Pelea la buena batalla, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado…”   (1 Ti. 6:12).

               Esta es una oportunidad para los hijos de Dios: podemos echar mano de la vida eterna. Tenemos anticipos de la eternidad. Podemos empezar a experimentar hoy las promesas reservadas para el reino. Dios tiene para nosotros una vida de excelencia. Usted escoge si desea continuar peleando sus batallas echando mano de la vida presente, con medios naturales o si decide empezar a pelear sus batallas con la fuerza sobrenatural del Espíritu Santo echando mano de la vida eterna.

¿QUE HARÁ USTED CON LOS ANTICIPOS DEL REINO?

               En cierta ocasión, nos cuenta Mateo (12:22-28) el Señor Jesucristo liberó a un hombre endemoniado, ciego y mudo. Los fariseos que no podían creer en el poder sobrenatural de Dios a nuestro alcance, pero que irónicamente si podían creer en el poder sobrenatural del diablo contra ellos dijeron que el Señor liberó al endemoniado y lo sanó por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios. ¡Creían más en el diablo que en Dios! No dudaban con respecto a las tinieblas, más se rehusaban creer tratándose de las cosas de Dios. 

               El Señor les dijo, entre otras cosas: “si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (vr. 28). ¡Aleluya! Si el reino de Dios está manifestado, entonces el hombre está libre de la potestad de las tinieblas. Mi hermano, permítame preguntarle: ¿ha llegado a usted el reino de Dios? No le pregunto si aceptó a Cristo por la fe y es cristiano, sino si el reino de Dios se manifiesta en su vida con poder librándole del pecado, la enfermedad y la miseria. “El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1Co. 4.20). Es la hora de creerle al Rey sometiéndonos a Él.

               Enseguida, Jesús advirtió  a los fariseos diciéndoles que “todo pecado y blasfemia será,  perdonado a los hombres, menos la blasfemia contra el Espíritu santo” (vr. 31). Negar la obra del Espíritu santo y peor aún, creer más en las obras del diablo que en las del Señor condena al hombre aquí y en el juicio final. La incredulidad voluntaria es afrentar al Espíritu de gracia.

               Finalmente Jesús concluye este pasaje diciéndoles: “porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (vr. 37). En otras palabras: si ustedes dicen que nos es posible vivir de ésa manera, entonces no lo vivirán, y serán condenados por esa palabra. Si dicen que no es posible vivir sin pecar, ¡seguirán pecando! Si dicen que no es posible vivir sin enfermarse, seguirán enfermándose. Si dicen que no es posible vivir sin escasez, pues seguirán teniendo escasez. Por tus palabras, dice el señor, serás justificado y por tus palabras serás condenado. Dios tiene mejores cosas para nosotros.

               Vuelvo a preguntarle: ¿cómo quiere vivir usted hermano? ¿Cuál es su fe y cuáles son sus palabras?


Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta” 

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