BARRO
CON VIDRIOS
Fuente:
Congregación León de Judá
El mismo llevó (cargó)
nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y
vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados. 1 Pedro 2:24
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Y alguien le dirá: '¿Qué
son esas heridas en tu cuerpo?' Y él responderá: 'Son aquéllas con que fui
herido en casa de mis amigos.' Zacarías 13:6
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Imaginen la escena: Taller de un
alfarero. El barro es puesto encima del torno, el alfarero se dispone a darle
forma a su obra. No es una obra cualquiera, es la obra de su vida, necesita que
quede perfecta, sino, no servirá al propósito para el cual será destinada. Se
sienta y el torno comienza a girar, sus amorosas manos van dando forma a la
informe masa, la belleza va apareciendo ante sus ojos y de pronto… Un dolor
agudo en su mano, la sangre comienza a mezclarse con el barro, pero no puede
soltar, echaría todo a perder y a pesar de su dolor, es más importante que la
pieza no se deforme. Al fin puede parar y saca con cuidado un vidrio afilado de
la masa.
Continúa, no importa cuantas veces sea herido, no va a abandonar hasta
que su obra sea perfecta.
¿Te recuerda algo o a alguien?
Recuerdas al profeta cuando dijo: “Y la vasija de barro que él hacía se echó a
perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor
hacerla”. Jer. 18:4
Cuando llegamos a las manos de
nuestro alfarero, venimos llenos de cristales, existen cristales de variados
tipos y colores, algunos muy atractivos, pero algo que sí tienen en común es
que hieren. Los cristales de nuestra vida son capaces de herirnos a nosotros
mismo y lo que es peor, herimos a cuantos nos rodean. Pero a Dios no le importa
cuántas veces sangren sus manos en su afán por moldearnos para su gloria.
Somos barro inútil hasta que
somos tocados por el Artista Divino. “Pero tenemos este tesoro en vasos de
barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2 Co.
4.7 Aun cuando caigamos una y otra vez, Él va a por nosotros, Él nos rescata de
nosotros mismos, Él no mide esfuerzo ni pérdidas materiales, no le importa ni
siquiera su vida, Él la da en rescate. Su fidelidad no conoce límites, así es
nuestro Salvador.
El día que veas sus manos
heridas, reflexiona, si realmente fueron los clavos los que las provocaron o
fuimos nosotros los que las infringimos. Necesitas ser una obra lista para el
propósito que fuiste creada.
Reconozcamos como el profeta
Isaías:
“Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro Padre;
nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos
nosotros”. Is. 64:8
No olvides que llevas su sangre
en ti, es ella la que te da vida e identidad. Haz que se note.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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