EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Fuente: Giovanna
Presentaciónes-powerpoint.com
El anciano ingresó lentamente en el restaurante. Con la
cabeza inclinada y los hombros inclinados hacia delante, se apoyaba en su
confiable bastón con cada pisada lenta.
Su desaliñado abrigo de tela, pantalones parchados,
zapatos desgastados, y cálida personalidad le hacían sobresalir en medio de la
acostumbrada multitud de quienes desayunaban el sábado en la mañana.
Inolvidables eran sus pálidos ojos azules que centelleaban como diamantes,
grandes y rosadas mejillas, y labios delgados mantenidos en una cerrada y firme
sonrisa.
Se detuvo, volteó todo su cuerpo y guiñó el ojo a una
niñita sentada junto a la puerta. Ella le devolvió una gran sonrisa. Una joven
mesera llamada María le vio dirigirse hacia la mesa junto a la ventana. María
corrió hacia él y le dijo: "Aquí, Señor. Permítame ayudarle con esa
silla".
Sin decir palabra, él sonrió y agradeció con la cabeza.
Ella alejó la silla de la mesa y, afirmándolo con un brazo, le ayudó a
colocarse frente a la silla y a sentarse cómodamente. Entonces, ella le acercó
la mesa y colocó su bastón contra ella donde él pudiese alcanzarla.
Con una suave y clara voz, él dijo: "Gracias,
Señorita. Y que Dios la bendiga por su bondadoso gesto". "Gracias,
Señor", contestó ella. "Y mi nombre es María. Vuelvo en un momento y,
si necesita algo entretanto, ¡tan sólo hágame señas!"
Tras de terminar su generosa porción de panqueques,
tocino y té de limón caliente, María le trajo el cambio de su cuenta. Él la
dejó en la mesa. Ella lo ayudó a levantarse de su silla y de detrás de la mesa,
le dio su bastón y le acompañó a la puerta principal. Manteniendo la puerta
abierta para él, ella le dijo: "¡Le esperamos de vuelta, Señor!" Se
volteó con todo su cuerpo, gesticuló una sonrisa y cabeceó agradecido.
"Ud. es muy bondadosa", dijo suavemente.
Cuando María fue a limpiar su mesa, casi se desmayó.
Debajo de su plato, ella halló una tarjeta de presentación con una notita
escrita en una servilleta. Bajo la servilleta había un billete de cien dólares.
La nota en la servilleta decía: "Querida María, la respeto mucho y Ud. se
respeta a sí misma también. Es evidente por la manera en que trata a los demás.
Ud. ha hallado el secreto de la felicidad. Sus gestos bondadosos brillarán a
través de los que le conozcan".
El hombre que ella había atendido era el dueño del
restaurante en el que laboraba. Esta fue la primera vez que ella o alguno de
sus empleados lo habían visto en persona.
Nota del Autor: Esta historia se basa en hechos
verídicos experimentados por un amigo de St. Paul, Minnesota. La nota cita las
palabras exactas en una servilleta que ella ha guardado en su álbum de fotos
por quince años.
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo
es la Puerta”
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