DOLOR
Fuente:
Benjamín Parra
Este
artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
La
pérdida de alguien que queremos.
El
divorcio.
Un
fracaso profesional.
Una
enfermedad incurable.
Decisiones
que traen consecuencias tristes.
La
muerte de un pariente cercano.
El
miedo.
La
tristeza.
Los
años que pasan.
La
soledad.
La
culpa.
Estas
– “entre otras” – son algunas de las causas por las cuales el dolor viene a
instalarse en el entramado de la vida.
A veces, no avisa.
Otras, lo presentimos.
Pero
nunca estamos preparados para manejarlo con alguna ventaja. Siempre nos
sobrepasa por alguna parte. Tiñe de gris los días y las noches. Las noches,
sobre todo…
Siempre
ha sido parte de nosotros. Por eso, no termina de sorprenderme por qué siempre
la gente le teme tanto.
Hace un tiempo escribí en alguna parte:
“Desde
el minuto atroz en que nacemos, cuando del tibio seno materno somos lanzados
literalmente al frío, al calor, al dolor, a la supervivencia, la realidad se
muestra renuente a darnos alegría como un estado permanente.
No
es raro, por lo mismo, que tengamos la idea de que todas las cosas agradables,
dulces, felices, son pasajeras. Aprender a vivir en paz con el sufrimiento, es
el primer indicio de que estamos alcanzado la madurez.”
Hay
que admitir que es una pieza de literatura bastante pobre, sobre todo la última
frase; parece charla de campamento, pero tiene una pizca de verdad:
La
alegría no dura siempre y eso sí es algo difícil de aceptar, especialmente en
una cultura que rinde culto al bienestar y el placer. Si no estás feliz, eres
un perdedor.
Libros
de autoayuda, psicoterapias, medicamentos, lecturas devocionales, ejercicios
espirituales y otros recursos son invocados fervientemente para disolver la
dura materia del dolor.
En
el Libro hay un par de frases magistrales: “consoladores molestos son todos
ustedes”; “mi alma rehusaba consuelo”.
¿Alguien
puede entender que a veces no queremos y no necesitamos consuelo? ¿Qué queremos
asistir a la cátedra del dolor y permitirnos aprender algo que la alegría no
enseña?
Eso
sí. Convengamos que si el dolor no enseña nada, no sirve para nada. Puede
enseñarnos, por ejemplo, que no es muy presentable exhortar a los dolientes
acerca de la felicidad cuando uno dispone de un buen bistec todas las noches y
una mullida cama para dormir.
Es
imposible haber aprendido algo del dolor y no ser humildes.
Es
imposible haber aprendido algo del dolor y no tener compasión.
En
el dolor, se calla y se aprende.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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