EL
DESAFÍO DE CRECER A TRAVÉS DE LA HUMILLACIÓN
Humíllense en la presencia del Señor y El los
exaltará. Santiago 4:10
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La mirada altiva del hombre será abatida, y
humillada la soberbia de los hombres. Sólo el SEÑOR será exaltado en aquel
día. Isaías 2:11
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¡Te perdono, pero no voy a olvidar la ofensa! Así
es. ¡Qué misterio más grande el de esta conducta humana! Perdonamos
(aparentemente), pero queda clavada esa espinita malsana del resentimiento y la
amargura y decidimos voluntariamente no olvidar, dejar guardado en algún
rinconcito del corazón el insulto, el supuesto ultraje que conmovió la estima,
el honor, la vergüenza...el testimonio cristiano. No, no lo podré olvidar. Y
así pasa el tiempo y la arrogancia y el orgullo se enseñorean del alma y dan
paso a la soberbia, a la ira, en fin, al pecado.-No, no puedo siquiera escuchar
ese nombre, ni soportar su presencia, me exaspera oír su voz, lo perdoné, pero
me resulta muy difícil soportarlo-.Situaciones como estas y expresiones
similares dentro del pueblo de Dios, no son muy extrañas, aunque parezca
mentira.
La pregunta es ¿es eso perdón? La Biblia dice que
no. “Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno
perdone de corazón a su hermano” (Mt 18.35). Mientras continúes construyendo un
“altar de santos que no son de tu devoción”, en tu iglesia o fuera de ella, la
sombra del descontento te robará el gozo y te perseguirá hasta que no te
sometas bajo la autoridad de Dios y te humilles ante Él, permitiendo que su
voluntad sea la que gobierne las circunstancias. Sólo entonces brotará el verdadero
perdón del corazón y Su paz volverá a reinar.
Todas las causas de nuestros problemas con nuestros
hermanos de la fe y con las personas que nos rodean son fruto de nuestras
luchas internas, de las frustraciones personales, de nuestras rebeldías, de las
pasiones carnales y los sentimientos humanos más profundos que se alían al
pecado. Cuando el cristiano comienza a juguetear con el mundo buscando
justificar su razonamiento humano y desecha la sabiduría de Dios, evade la
opinión siempre racional y amorosa de nuestro propio creador. Somos reticentes
a humillarnos porque no hemos entendido que la única autoridad y soberanía
proviene de Dios, que su plan es mucho mejor que el nuestro y que Él siempre
tiene el control de lo que sucede en toda su creación.
Cuando no nos sometemos a la autoridad de Dios el
primer pecado que se arrima es el orgullo, la autosuficiencia. Éste jamás nos
va a permitir que cedamos espacio a su voluntad, sino a la nuestra. Como
consecuencia vendrán las insatisfacciones, el descontento; asomará su rostro la
codicia, la envidia, el malestar y el obrar “a mi manera”. El mundo está en
guerra contra Dios. Si creyendo que desde la perspectiva cristiana podemos
danzar al compás de la música que nos dictan los gustos y las preferencias del
mundo, nos equivocamos, y lo más triste, nos enemistamos con Dios. El apóstol
Santiago lo remarca de manera clara: “¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la
amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del
mundo se vuelve enemigo de Dios” (St. 4.4).Adúltero es sinónimo de infidelidad,
de corrupción.
La buena noticia es que Cristo nos ayuda a crecer a
pesar de estas torpezas; sólo tenemos que humillarnos. Humillarse es dejar que
Él tome el control, abandonar los ánimos de contención en oración sincera y
permitir que su gracia inunde todos los recodos que el enemigo ha tratado de
tomar por nuestra debilidad humana. Si Cristo se humilló a sí mismo y se hizo
obediente (Fil. 2.8), Él nos dará fuerza y poder para que nos humillemos ante
Él cuando el pecado del orgullo intente abatirnos. Una mejor noticia de parte
de Dios: “Humíllense delante del Señor, y él los exaltará” (St. 4:10).
Cuando nos humillamos delante de Cristo nos
acercamos más a Él, es la manera más adecuada y espiritual de acatar su autoridad
y señorío sobre nuestras vidas. Es lo natural, ya que el cristiano que intenta
vivir por su cuenta se va a estrellar siempre frente a la verdad de la Palabra
que nos exhorta a ser obedientes. Dejar que Dios controle nuestras vidas es,
indiscutiblemente, lo mejor. Permitir que Él intervenga en la solución de los
conflictos y problemas cotidianos, nos va a librar de muchos más tropiezos de
lo que pensamos. Y si se trata de pleitos y peleas con hermanos, - dando por
sentado de antemano que nada de esto tiene sentido en la vida cristiana - aun
teniendo la razón en el asunto, el consejo del Señor es inmejorable: “No hagan
nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como
superiores a ustedes mismos” (Fil. 2:3).
La humildad es una virtud y el Señor anhela que le
imitemos también en ello sea cual fuera la circunstancia. Él…da gracia a los humildes
(Pr 3:34b) y es el ejemplo de humildad que todos sus hijos debieran seguir. “…aprendan
de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para
su alma” (Mt 11:29).
¡Dios te
bendiga!
"El desafío de crecer a
través de la humillación" es parte de la serie: "El desafío de crecer en la vida
cristiana"
En esta serie de reflexiones sobre el crecimiento espiritual, el Hno. Faustino de Jesús Zamora Vargas nos reta a crecer en las diferentes áreas de nuestra vida 'hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.' (Efe 4:13)
En esta serie de reflexiones sobre el crecimiento espiritual, el Hno. Faustino de Jesús Zamora Vargas nos reta a crecer en las diferentes áreas de nuestra vida 'hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.' (Efe 4:13)
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