UN HIJO
A veces uno lo desea demasiado
pronto. Otras, un poco tarde. A veces uno quiere que crezca luego, se haga
independiente y arme su vida. Pero más tarde uno desea que no se hubiera ido
tan pronto y que todavía estuviera en casa, porque ya no lo vemos tan seguido,
tan ocupado está en sus importantes asuntos.
A veces nos involucramos
demasiado en su vida; hacemos propios sus temores, sus peligros, sus búsquedas
y alguien debe decirnos que hay que dejarlo volar. Otras, estamos muy lejos, no
lo buscamos, no lo llamamos, no vamos a verlo y alguien debe decirnos que
tenemos que acercarnos un poco más. A veces nace cuando somos unos chiquillos y
desordena nuestros proyectos y agendas. Otras, llega en un tiempo en que ya
tenemos la vida bien armada y lo mismo desordena nuestros proyectos y agendas.
A veces queremos enseñarle según
el instinto, aprendiendo con él el arte de las cosas. Otras, lo queremos formar
según la pedagogía de libros y teorías en boga. A veces lo guardamos
celosamente de los otros porque nos parece sólo nuestro el oficio de educar.
Otras, lo dejamos muy a su suerte y nos perdemos la maravilla de verlo crecer.
Un hijo puede ser un disparo incierto, una exploración sin mapas ni señales. O
bien, un encanto, una maravilla de criatura, tan cumplido y aplicado en los
caminos de la vida.
Un hijo es un grito, un emblema,
una prolongación tuya en sus propios hijos, un borbollón de anhelos, un
consuelo en las horas infelices. O bien es una querella constante, un trozo de
hielo afilado, un rosario de noches angustiadas, un misterio, una
bofetada, un reproche certero.
Un hijo puede ser una ausencia
eterna, un hueco en el corazón, una herida abierta, un rayo de luz abortada, un
adiós pendiente, una pena contemplada. O puede ser un aleteo de mariposas, un
zumbido de abejas, un beso en los labios, una caricia en el rostro, una mirada
llenita, una risa de campanas, un perfume de lavandas.
Todos los días, todas las horas,
joven o viejo, libre o encadenado, tierno o feroz, ausente o cercano, amante o
ingrato, oscuro o luminoso, feliz o desgraciado… un hijo es un hijo.
Benjamín
Parra
Este
artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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