ES MEJOR DAR QUE RECIBIR
Extracto del libro
“Mentalidad de Avivamiento”
Por Bernardo
Stamateas
Devocional Diario.org
DAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
El que da es superior al que recibe. Es mejor dar
porque el que da es mayor que el que recibe, porque es el que tiene y el que
tiene siempre es superior. Jesús le lavó los pies a los discípulos y les dijo:
“Háganlo entre ustedes”, y ellos nunca lo hicieron, porque el que sirve es el
que da y es superior.
“En nuestro sistema el que recibe es el superior porque
es el que tiene, pero en el mundo espiritual el que da es superior. El dar me
libera de la avaricia. Al que da, no se le pudre, pero al que retiene sí. Todo
el universo funciona en base a dar: el sol sale y da su luz. Todo lo que retienes
se pudre. ¿Cuántas veces te guardaste un “te quiero”, “te amo”, “gracias”? Lo
guardaste y se pudrió. Recibiste una palabra que te bendijo, una palabra
“rhema” que es una semilla, y no la sembraste a nadie, se te pudrió.
Si Dios nos da cosas nuevas es porque sembramos
constantemente. El Señor me dijo hace diez años: “Todo lo que yo te dé, lo
darás, porque si no lo das se te va a pudrir”. Siembra en tus hijos, en tu
esposa un abrazo, una palabra, una caricia; siembra donde vayas.
El dar me desata de las cosas. Cuando aprendes a
sembrar también aprendes a desatarte. El pobre es mejor sembrador, porque, como
es pobre, dice: “¿Para qué me voy a atar?” Pero cuando empieza a recibir
cosecha, no te presta nada.
Recibir es del alma, dar es del espíritu. Cuando
alguien te da algo te sorprendes, te pones contento, porque recibir es del
alma, es emocionante. Dar es del espíritu, cuando das tienes una emoción en el
corazón que es indescriptible.
En la parábola del hijo pródigo (dos hijos perdidos):
El hijo menor le dice: “Papá, no voy a esperar que te mueras, dame la cosecha”.
Cosecha sin papá siempre se desperdicia. Fue, malgastó todo y un día pensó: “En
la casa de papá mucho trabajo hay, voy a esperar que me haga como uno de sus
jornaleros”.
El papá lo estaba esperando, lo abrazó, lo besó:
“Enciendan la música, vamos a danzar”. Le puso un anillo, vestido, calzado. El
hermano mayor estaba trabajando, escuchó la música, se le acercó al criado para
preguntarle qué pasaba (era el dueño de todo y no fue capaz de acercarse a la
casa para ver qué ocurría). Y no quiso entrar, salió el padre a llamarlo y
pedirle por favor que entrara, el hijo le reprochó: “Nunca mataste un cabrito
pero…” El padre lo miró y le dijo: “Hijo, todo lo mío es tuyo”.
Los dos estaban perdidos: uno fuera de la casa y otro
dentro; pero a los dos el papá los amó, a los dos invitó a la fiesta: a uno lo
invitó a la fiesta porque venía de afuera y al otro porque estaba adentro. El
papá hizo la fiesta, les dio todo lo que tenía a los dos, ese es Dios.
Recuerda que Dios nos ama y que tiene una gran cosecha
para nosotros. No importa la cosecha que perdiste, hay una más grande que nos
dará cuando vayamos a verlo.
Existen dos tipos de fiesta: una la que organiza Dios
cuando conoces a Cristo o cuando estás apartado y vuelves a la casa de papá.
Dios dice: “A bailar”. Y hace una fiesta impresionante, sin alcohol, ni
excesos, porque son las fiestas más grandes del cielo. El hijo más grande le
dijo: “Nunca me hiciste una fiesta”. Y el papá le contestó: “Yo no tendría que
hacerlo, tú la tendrías que haber hecho”. Porque hay una fiesta que Dios pone
cuando vienes de una prueba, pero hay una fiesta que tienes que hacer tú cuando
estás bendecido, y entonces pones la música e invitas a Dios. ¡Siempre hay
fiesta!
Para que la cosecha no te aplaste tienes que ser más
grande que cualquier cosecha. Hay gente a la que Dios le da un coche y, en vez
de venir a la iglesia, ahora se va a pasear; Dios les da dinero y se olvidan
del Señor, porque la cosecha fue más grande que ellos. Jesús dijo: “Podría
llamar a doce legiones de ángeles y los mato a todos, pero Yo soy más grande
que el poder que tengo”.
Eso es grandeza, eso es humildad. Dinero no te cambia,
Dios te hizo grande. “Engrandeceré tu nombre y serás bendición”. Eres más
grande que tu cosecha, las cosas no te retienen, tú usas las cosas bajo tus
pies. El hijo vino porque dijo: “En la casa de papá…”
Siembra buenos recuerdos a tus hijos, para que cuando
estén en el “chiquero” un recuerdo lindo venga a su espíritu y los traiga a la
casa de papá.
Papá siempre estará con los brazos abiertos. Para ser
un sembrador y cosechador tienes que saber bien quién es papá: que es
maravilloso, es bueno.
Era un hombre tan tacaño, pero tan tacaño, que ladraba
por las noches para no comprarse un perro, y además vendió su reloj para no dar
la hora…
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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