lunes, 11 de agosto de 2014

ORANDO PARA SER EL ESPOSO QUE DIOS DESEA

ORANDO PARA SER EL ESPOSO QUE DIOS DESEA
Extracto del libro “El Poder del Esposo Que Ora”
Por Stormie Omartian
Devocionaldiariio.org

Tu matrimonio es como un partido de fútbol. Tú y tu esposa son un equipo. Y ella desea tener la seguridad de saber que cuando las cosas no andan bien y llegó el momento decisivo, aunque el enemigo ya esté celebrando tu derrota y todo parezca estar perdido, tú tienes fe y crees que las cosas pueden cambiar incluso en el último segundo. Ella necesita tener la seguridad de que en tu bolsillo tienes escondida una jugada que puede llevarlos hasta el otro lado del campo con el balón para obtener un gol ganador. Ella desea que confíes en que nada es imposible con Dios, y que debido a esta realidad nunca dejarás de esperar que suceda lo imposible. Cuando tu esposa sabe que estás orando, se siente plenamente confiada de todas estas cosas.

En mi encuesta, el 85% de las esposas expresaron que la oración más importante que un esposo puede hacer, es que él llegue a convertirse en la clase de hombre, esposo, y cabeza del hogar que Dios desea que sea. Este es el lugar más importante para que un hombre comience a orar.

«Para que vuestras oraciones no tengan estorbo». Lo bueno respecto a la oración —o el problema con la oración, dependiendo de tu perspectiva— es que para hacerlo tenemos que acudir a Dios. Esto significa que no podemos andar con engaños. Significa que el Señor va a revelar todos los pensamientos negativos, las malas actitudes, la dureza del corazón o los motivos egoístas.

La oración ferviente y honesta siempre trae a la luz los sentimientos más profundos de nuestro corazón. Y esto puede ser bastante incómodo e incluso una experiencia miserable.

Si algo he aprendido de la oración es que si en nuestro corazón estamos albergando falta de perdón, amargura, egoísmo, orgullo, ira, irritabilidad o resentimiento, nuestras oraciones no serán contestadas. «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (Salmo 66:18). Cuando oramos, en nuestro corazón debe haber rectitud. Todos nosotros, hombres y mujeres por igual, ponemos en peligro las oraciones cuando no oramos con rectitud de corazón.

Al orar, la condición de nuestro corazón tiene más efecto sobre el resultado de la respuesta a dicha oración, que el contenido mismo de la oración. Es por esta razón, que cuando nos acercamos a Dios en oración, Él nos pide que primero confesemos todo lo indebido que haya en nuestros corazones. Y lo hace así para que nada nos separe de Él. La Biblia dice: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo» (1 Pedro 3:7).

Vivir sabiamente con tu esposa significa en parte, reconocer que ella necesita tu cobertura, tu protección y tu amor. Y porque ambos son coherederos de la gracia de Dios, necesitas honrarla en tus pensamientos, palabras y acciones. Cuando no lo haces, tus oraciones hayan estorbo. Esto significa todas tus oraciones, y no solo las que elevas a favor de tu esposa.

Muchos hombres no reciben respuesta a sus oraciones porque no aprendieron este paso tan vital. Una de las mejores maneras de honrar a tu esposa es orar por ella con un corazón limpio delante de Dios.

Pídele a Dios que te muestre todo lo que necesitas ver sobre la verdadera condición de tu corazón. Quizás tengas un matrimonio perfecto y seas sublimemente feliz, y aun así tengas una actitud hacia tu esposa que esté muy por debajo de lo que Dios desea. Cualquier cosa que Él te revele, confiésalo ante su presencia. Cuando confesamos ante el Señor todas las actitudes imperfectas que hay en nuestra vida, Él nos ayuda a vencerlas. Encontrarás que el aspecto más difícil de ser un esposo intercesor no será el tiempo que emplees orando por tu esposa, sino orar con un corazón recto ante Dios. Por eso es que para orar adecuadamente por tu esposa, primero debes comenzar orando por ti mismo.
No te preocupes, Dios enseñó este mismo principio a las espo­sas de oración. Muchas mujeres me confesaron que cuando llega­ron a este punto en la lectura del capítulo, tiraron el libro al otro lado de la habitación y dijeron: « ¡Olvídalo! ¡De eso… nada!» Por supuesto, el Espíritu Santo no les iba a permitir continuar con una actitud como esa durante mucho tiempo, y finalmente volvieron a recoger el libro para continuar la lectura. Así que, si quieres arro­jar este libro al otro lado de la habitación y decir también: « ¡Olví­dalo! ¡De eso nada!» este sería un buen momento para hacerlo. Estoy segura de que muy pronto lo volverás a recoger, ya que te vas a cansar de no tener respuestas a tus oraciones.
SE REQUIEREN DOS PARA HACER UNO.
Cuando Dios creó a Adán, a pesar de toda la grandeza que en él había, Dios estaba consciente de que necesitaba una compañera, una ayudante que se acoplara a él, que fuera un complemento para él y que lo completara (Génesis 2:18). Así que creó a Eva. A pesar de toda la grandeza que en ti hay, querido hermano, Dios creó a tu esposa para que sea tu complemento perfecto y te com­plete. Tú haces lo mismo por ella. Dios dice que cuando tú y tu esposa se casaron, se convirtieron en una sola carne (Génesis 2:24). ¿No es algo maravilloso haber sido creados para ser uno con nuestro compañero? Esto nos parece posible al comienzo de la relación matrimonial. Existe la anticipa­ción de unidad en el momento inicial cuando percibes que fueron destinados para ser más que amigos. Existe un sentir de unidad durante la etapa del noviazgo. La promesa de unidad durante el período de compromiso. La declaración de unidad en los votos matrimoniales.
La emoción de unidad durante la luna de miel. La sensación de unidad a medida que se establece un nuevo hogar. Y entonces, en algún momento a lo largo del camino, ocurre cierta erosión marcada por un distanciamiento sutil.
¿CÓMO SUCEDE TAL COSA?
La respuesta es el mundo, la carne y el diablo. El mundo incursiona sigilosamente, además de la crianza de los hijos, seguir las profesiones y las ocupaciones del diario vivir.
Comenzamos a sentir mayor fascinación o distracción por estas cosas que por nuestro cónyuge. Nuestra carne nos controla por completo cuando decidi­mos ser egocéntricos en lugar de ser sacrificados. Y no podemos olvidarnos de Satanás.
En el principio, Dios creó el matrimonio. Y desde entonces Sa­tanás está intentando destruirlo. Tú y tu esposa fueron creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Satanás desea convertirte a su ima­gen. Satanás no desea que tu matrimonio sea exitoso, y por lo tan­to establece un plan para su destrucción. Incluso en este mismo momento está planificando destruir tu matrimonio. Pero tú, mi querido hermano, recibiste el poder y la autoridad para detener dicho plan a través de tus oraciones. Orar por tu esposa mantiene el mundo a raya, se transforman los corazones egoístas y se desvían los planes del diablo. Si Dios te pidió que oraras por tus ene­migos, ¿cuánto más querrá que ores por la persona que se supone que ames y con quien eres una sola carne? Pero primero tienes que orar por ti mismo.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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