EL PODER RESTAURADOR Y CONCILIADOR DEL AMOR DE DIOS
Fuente:
J .Mª V.M.
iglesiaevangelicaelalfarero.com
"Oísteis
que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os
digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los
que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen..." (Mateo
5:43-47).
Debemos tener en cuenta, hermanos y amigos,
que el perdón de las injurias recibidas es quizá el mandamiento más excelso
y firme que Jesucristo ha dado a los
suyos a través del Evangelio. La ley antigua sólo obligaba a amar a aquellos
que nos amaban, pero el Señor Jesucristo llevó este mandato a un término de
ineludible compromiso: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos..."
(vers. 46). No debemos confundir el llamado amor afectivo, insuficiente para
llenar toda la perfección de este mandato de Jesús, con el tipo de amor
abnegado que Él nos demanda. Para amar al enemigo, a aquellos que nos maldicen,
a los que nos aborrecen, ultrajan y persiguen, es necesario que nuestros
corazones rebosen y ardan del amor de Dios: "Y ante todo, tened entre
vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados" (1ª
Pedro 4:8).
A muchos cristianos les parece un mandamiento
bien dificultoso, pero la gracia de nuestro Redentor todo lo hace fácil. El
Espíritu Santo hace la obra que nosotros no podemos; apareciendo su precioso
fruto en nuestras vidas (Gálatas 5:22-23). Pero para ello, debemos comprender y
asumir la justicia, perfección y magnanimidad de este mandamiento, porque no
hay pasión más injusta y estéril que la venganza.
Pero aún peor que la venganza
es el desterrar de nuestras vidas a aquella persona que consideramos indigna de
nuestro perdón. Algunos cristianos, arrastrados por el funesto neo fariseísmo
tan en boga en muchas iglesias -en equívoca defensa de un estéril e hipócrita
legalismo-, anatematizan injustamente a hermanos que necesitan ser restaurados
con nuestra comprensión y misericordia -nunca permisión- mostrando una actitud
de acercamiento y perdón. El autor de este devocional -con extremo dolor y
tristeza- pudo vivir y experimentar, aún sin motivo alguno para ello- una
respuesta de esta índole.
Algunos
afirman que perdonar al enemigo es cosa muy dura y trabajosa; pero desde aquí
preguntamos: ¿No lo será aún más el vengarse? ¿Qué turbación, que inquietud
permanente, qué flaqueza de ánimo no padece un corazón poseído por un propósito
de venganza?
Mirad, hermanos amados; el odio, el rencor, la
enemistad, despedaza primero el corazón del que es incapaz de perdonar a su
prójimo o enemigo. Así como el fuego
devora su propia materia antes de pasar a la extraña, aquel que toma su propia
venganza es la primera víctima de ella.
Consideremos, pues, en oración, estos
versículos: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en
Cristo" (Efesios 4:32). "Y perdónanos nuestras deudas como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6:12); ¿Es éste el deseo
íntimo de nuestro corazón ante Dios? El
de Él sí que lo es.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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