MUJERES CON HAMBRE DE AMOR
Extracto
del libro Estoy Casada Pero Me Siento Sola. Por Alejandra Stamateas
Por
Edgardo Tosoni
Devocionaldiario.org
DESHOJANDO
LA MARGARITA: ME QUIERE, NO ME QUIERE…
Muchas
de nosotras hemos vivido experiencias que nos retrotraen a aquel juego que
jugamos de chicas.
¿Te
acuerdas? Tomábamos una flor y decíamos «me quiere, no me quiere, me quiere, no
me quiere». Si el azar indicaba «me quiere» éramos felices y nos ilusionábamos
con ese chico que nos gustaba, pero si nos salía «no me quiere», nuestro ánimo
decaía y nos poníamos tristes, aun sabiendo que sólo se trataba de un juego.
Hoy,
a pesar de que los años han pasado, solemos ponernos contentas si nos sentimos
amadas, valoradas, tenidas en cuenta, y deprimidas y angustiadas si advertimos
que al otro no le interesamos de la manera en la que nosotras necesitamos. Así
es que comenzamos a sentir hambre de amor, de caricias, de cuidado, y es allí
precisamente cuando la temible soledad comienza a acaparar nuestros
pensamientos y nuestras emociones.
Mujeres
que llegan a una determinada etapa de sus vidas, tal vez entre los treinta y
pico y los cuarenta, comienzan a ver que no se han dedicado tiempo para ellas
mismas, que aquello que les gustaba hacer y las hacía sentir felices quedó en
el olvido, y es allí mismo cuando se replantean qué han hecho con sus vidas.
Pero al hacerlo, muchas mujeres culpan al otro, a su marido, a sus hijos, de
las frustraciones que hoy sienten, de la soledad en la que se sienten inmersas;
«todos han hecho sus vidas excepto ella».
Sucede
que a estas mujeres les hicieron sentir que el hombre es la cabeza del hogar y
que si él no está, nada va a salir igual. Si él está se puede decidir; si no,
hay que esperarlo a él: «al hombre». Esta continua dependencia crea mujeres
amargadas, quejosas y solitarias. Sin embargo estas mujeres, aun dentro de su
aislamiento, fantasean con una relación sentimental extramatrimonial. Son
mujeres que necesitan a alguien que les endulce el oído, que las quiera y las
haga sentir vivas, y en pos de esto se exponen a cualquier clase de hombre que
se les presente.
Sin
advertirlo, esta soledad que cada vez ronda más en su mente ocupará más lugar
en su vida, hasta el punto tal de querer acaparar todo su cuerpo. Mujeres que
comienzan a sentir depresión, bajones, cada día con un nuevo dolor o una nueva
queja, y el hecho es que por cierto sus defensas se han debilitado
tremendamente, y así es como surgen afecciones que antes no habían
experimentado. Mujeres agotadas de luchar con esta soledad a la que por el
momento no le encuentran una posible salida.
Fobia
a la soledad.
Cientos
de mujeres a diario toleran lo intolerable, lo insoportable con tal de no estar
sola, de tener un hombre al lado.
Ahora
bien, si ese hombre no comparte tus sueños, tus metas, tus pasiones, cuando esa
persona que tienes al lado no conoce tu propósito, ¿aun estando en pareja, no
te sentirías sola?
Mujeres
que a diario estando acompañadas viven sintiéndose solas, van llenando su vida,
en lugar de anhelos, con deseos por alcanzar, con frustración y con dolor. Sus
mentes sólo estarán ocupadas en cosas malas, en angustia, en dolor, en soledad,
aislándose así cada vez más de todo lo que las hacía sentir bien. Años y años
de dolor le roban a la mujer la energía, la voluntad y las ganas de comenzar
nuevos proyectos. Su pensamiento será: ¿para qué lo voy a hacer si a nadie le
importa lo que yo hago?
A
mayor soledad, mayor riesgo de adicción. A mayor soledad, mayor riesgo de
enfermedad. Querida mujer, si te programas para el sufrimiento, atraerás dolor,
frustración y enfermedades.
Mientras
unas mujeres se replegarán en sí mismas, encerrándose, otras culparán de su
soledad a su pareja, pensando que así el otro le prestará más atención. Sin
embargo, este proceder no es el correcto. Sin embargo, una mujer que siente que
su vida no es lo que ella esperaba, que el hombre con el que se casó no es como
ella pensaba que era (no porque él la haya engañado sino porque muchas mujeres
vemos lo que queremos ver), necesita saber que no podrá solucionar su problema
(la soledad) si las expectativas de su vida dependen sólo del «otro». Dejar de
culpar a los otros por nuestra soledades el primer paso para preguntarnos qué
queremos hacer con nuestra vida.
Toda
mujer debe saber que vivir con un compañero invisible puede resultar mucho más
doloroso que estar sola. El silencio de quien está pero no está es tanto o más
provocador y doloroso que llegar a nuestra casa y que no haya nadie. Mientras
culpemos a nuestra pareja por todo lo que nos pasa, no podremos resolver
nuestros problemas. El otro no es el causante de la soledad que una siente.
Nada
cambiará hasta que tu conducta hacia ti misma no cambie. Sólo cuando estemos
dispuestas a darle un giro a nuestras vidas y a dejar salir la verdadera mujer
que somos, el silencio nos permitirá descubrir nuestro potencial y nuestra
creatividad.
Una mujer que tolera el silencio es una mujer que jamás tiene
tiempo de estar sola, es una mujer con una agenda llena de sueños, objetivos y
metas.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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