martes, 31 de diciembre de 2013

MI DIOS ES GRACIA

MI DIOS ES GRACIA
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abunden para toda buena obra. 2 Corintios 9:8
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derrama en Tus labios; Por tanto, Dios Te ha bendecido para siempre. Salmos 45:2
¿Más gracia? ¡Imposible! ¿Más herencia? ¡Inimaginable! Los hijos de Dios somos más que bendecidos. Somos un reflejo de la gracia de Dios, increíblemente favorecidos, revestidos y armados de la gracia del Señor. Aún con todo, el hombre anda a lo loco y el cristiano se repliega ocasionalmente en la cotidiana manera de enfrentar la vida, y el mundo le (nos) pasa la cuenta como si nada. Sin la gracia del Señor a nuestro favor, la vida para el cristiano fuera un campo minado. En este tiempo de Navidad es oportuno hablar de la gracia y meditar en la mejor manera de administrarla a los demás. Somos bendecidos para bendecir.
Dios no ha dejado de hablarnos, sólo que no le hemos escuchado bien o hemos girado el rostro para el otro lado. A pesar de esto continuamos recibiendo gracia sobre gracia de su plenitud (Juan 1.16), lo cual no quiere decir que su amor justifica nuestras iniquidades y maldad. Esta no es una buena noticia para los que imaginan que la gracia cubre nuestras faltas y que el pecado puede seguir enseñoreándose sin que al Señor le duela. Él nunca es indulgente cuando se trata del pecado. ¡Nunca! ¿Misericordioso y clemente? ¡Siempre!
Una de las más hermosas formas de administrar la gracia que Dios nos ha dado es perdonando. El perdón es una expresión de amor y el amor esta hermanado con la gracia. Si hemos recibido tanto de la gracia de Dios, debemos dar algo de lo que hemos recibido. “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.” (1 P 4.10) La gracia de Dios en nuestra vida libera las cargas del resentimiento y de la falta de perdón. ¿Hay alguna persona en tu vida que todavía no has perdonado? ¿Algún hermano en tu iglesia?
Si Dios por su gracia nos ha perdonado todos los pecados, ¿cómo es posible que nosotros no seamos capaces de perdonar con tanta gracia recibida? Dios dice que andar con resentimientos es un pecado y el resentimiento es obra del orgullo. Escuchemos a Dios: “…Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.” (1 P 5.5). Si desea experimentar la gracia de Dios, sea humilde. Es una receta que todos debemos aplicarnos. Un corazón que no perdona, no ha reconocido la gracia que le fue dada por Cristo, es débil e ingrato delante del Señor. Pablo exhortaba a los hebreos de tal manera: “…conviene que el corazón sea fortalecido por la gracia…” (He 13.9).
El Señor nos ha hablado siempre. La gracia se derramó en los labios de Jesús (Salmo 45.2) para darnos alegrías, para enjugarnos las lágrimas que produce el pecado y animarnos en las batallas de la vida. Por la obra redentora de Jesús hemos conocido la gracia de Dios de manera personal. Esa gracia podemos compartirla en Navidad de diversas maneras. Dice la Palabra que “…el regalo que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abunda para todos” (Ro 5.15). Esa es la Navidad: encontrar en nosotros el sentido de gracia de Dios, ofrecer perdón, ser un mensajero de la paz.
Hagamos nuestras las palabras de Pablo: “… considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20.24).
Lectura sugerida: Salmo 45
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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