MI
DIOS ES GRACIA
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Y Dios puede hacer que toda
gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente
en todas las cosas, abunden para toda buena obra. 2
Corintios 9:8
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Eres el más hermoso de los
hijos de los hombres; La gracia se derrama en Tus labios; Por tanto, Dios Te
ha bendecido para siempre. Salmos 45:2
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¿Más gracia?
¡Imposible! ¿Más herencia? ¡Inimaginable! Los hijos de Dios somos más que
bendecidos. Somos un reflejo de la gracia de Dios, increíblemente favorecidos,
revestidos y armados de la gracia del Señor. Aún con todo, el hombre anda a lo
loco y el cristiano se repliega ocasionalmente en la cotidiana manera de
enfrentar la vida, y el mundo le (nos) pasa la cuenta como si nada. Sin la
gracia del Señor a nuestro favor, la vida para el cristiano fuera un campo
minado. En este tiempo de Navidad es oportuno hablar de la gracia y meditar en
la mejor manera de administrarla a los demás. Somos bendecidos para bendecir.
Dios no ha dejado de
hablarnos, sólo que no le hemos escuchado bien o hemos girado el rostro para el
otro lado. A pesar de esto continuamos recibiendo gracia sobre gracia de su
plenitud (Juan 1.16), lo cual no quiere decir que su amor justifica nuestras iniquidades
y maldad. Esta no es una buena noticia para los que imaginan que la gracia
cubre nuestras faltas y que el pecado puede seguir enseñoreándose sin que al
Señor le duela. Él nunca es indulgente cuando se trata del pecado. ¡Nunca!
¿Misericordioso y clemente? ¡Siempre!
Una de las más
hermosas formas de administrar la gracia que Dios nos ha dado es perdonando. El
perdón es una expresión de amor y el amor esta hermanado con la gracia. Si
hemos recibido tanto de la gracia de Dios, debemos dar algo de lo que hemos
recibido. “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido,
administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.” (1 P 4.10)
La gracia de Dios en nuestra vida libera las cargas del resentimiento y de la
falta de perdón. ¿Hay alguna persona en tu vida que todavía no has perdonado?
¿Algún hermano en tu iglesia?
Si Dios por su gracia
nos ha perdonado todos los pecados, ¿cómo es posible que nosotros no seamos
capaces de perdonar con tanta gracia recibida? Dios dice que andar con
resentimientos es un pecado y el resentimiento es obra del orgullo. Escuchemos
a Dios: “…Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se opone
a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.” (1 P 5.5). Si desea
experimentar la gracia de Dios, sea humilde. Es una receta que todos debemos
aplicarnos. Un corazón que no perdona, no ha reconocido la gracia que le fue
dada por Cristo, es débil e ingrato delante del Señor. Pablo exhortaba a los
hebreos de tal manera: “…conviene que el corazón sea fortalecido por la
gracia…” (He 13.9).
El Señor nos ha
hablado siempre. La gracia se derramó en los labios de Jesús (Salmo 45.2) para
darnos alegrías, para enjugarnos las lágrimas que produce el pecado y animarnos
en las batallas de la vida. Por la obra redentora de Jesús hemos conocido la
gracia de Dios de manera personal. Esa gracia podemos compartirla en Navidad de
diversas maneras. Dice la Palabra que “…el regalo que vino por la gracia de un
solo hombre, Jesucristo, abunda para todos” (Ro 5.15). Esa es la Navidad:
encontrar en nosotros el sentido de gracia de Dios, ofrecer perdón, ser un
mensajero de la paz.
Hagamos nuestras las
palabras de Pablo: “… considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con
tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado
el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”
(Hechos 20.24).
Lectura sugerida: Salmo 45
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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