MI
DIOS ES PRÍNCIPE DE PAZ
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
A El Dios Lo exaltó a Su
diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón
de pecados. Hechos 5:31
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Porque un Niño nos ha nacido,
un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se
llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe
de Paz. Isaías 9:6
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¡Extienda su alfombra
y dele paso al Príncipe! Él rompió los moldes existentes desde su llegada al
mundo. Escogió un burrito en lugar de un corcel, una corona de espinas en vez
de una real, su talante es sencillo, el vestido como el de un pastor. Habló con
miles (en tres años), pero le siguen millones hasta la eternidad. Su facha no
era majestuosa (Is 53.2), pero su corazón ha cautivado al mundo. Es Emmanuel,
el Príncipe de Paz, el ungido del Señor, el enviado a reparar los corazones
heridos, el portador de la mejor noticia. No podemos verle, pero la evidencia
de sus huellas es visible en el andar de su corte redimida. Desenrolla tu
alfombra (tu vida) y permítele que pase. Su paz es un Shalom preciado. ¿La
deseas tú?
Hoy es difícil hablar
de paz, pero los cristianos no debemos dejarnos llevar por los príncipes de
este mundo (los que ven las soluciones en las guerras, los que las financian,
los que las encubren). Hay también guerras que no son contra otros humanos,
sino contra Dios. El maltrato al medio ambiente (pura creación de Dios), la
contaminación de las aguas, la capa de ozono, en fin. Amamos la paz puesto que
está en nuestro ADN; si fuimos hechos nuevas criaturas en Cristo, la paz debe
regir toda obra y pensamiento de nuestros corazones. “Que gobierne en sus
corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo” (Col
3.15a).
A propósito, quiero
compartir con ustedes esta idea. Por años hemos escuchado decir a la gente – Yo
voy a la iglesia para ver si encuentro paz (o a buscar paz)-. Y nosotros,
cristianos, asentimos satisfechos y damos aprobación con palmadita en el hombro
y todo, como expresando con gesto piadoso nuestro contentamiento. Pero esto es
falso, muy falso. A la iglesia venimos a buscar a Cristo, el Príncipe de Paz,
no a la paz en sí. Nuestro singular Príncipe, anunciado por los profetas y
revelado en la Palabra, es el único tesoro a buscar en la iglesia. Cuando lo
encuentras, Él te da su paz, y lo demás te lo da por gracia. El evangelio lo
confirma de esta manera:
“Más bien, busquen
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas”. (Mt 6.33.)
Los conceptos de paz,
sosiego, tranquilidad, amor y consuelo que muchas veces se vienen a buscar en
la iglesia (en el templo en este caso), están más cercanos a los estándares y
patrones del mundo, que a los verdaderos motivos de Dios. Apodérese de Cristo y
Él se empoderará en Ud. Busque el Reino de Dios y la paz le llegará por Su
gracia.
La Palabra de Dios
nos dice: “Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por
medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la
tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que
derramó en la cruz”. (Col 1.19-20). Es su sangre derramada la génesis de nuestra
paz, lo que nos convoca a la paz.
Dios prometió paz a
su pueblo. Es promesa y su Palabra es firme, porque Él es siempre fiel: Dice el
Señor: “Aunque cambien de lugar las montañas y se tambaleen las colinas, no
cambiará mi fiel amor por ti ni vacilará mi pacto de paz. (Is 54.10). Los
pactos del Señor con sus hijos siempre se cumplen.
Dios exaltó a Jesús;
Él llevará los principados sobre sus hombros e inaugurará un tiempo de paz
eterna para los redimidos en su sangre; mientras tanto hagamos de la paz un
estandarte que le honre, que testifique en nosotros su nombre, el cual es lleno
de toda gracia: Su nombre es ¡Consejero, Admirable, Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de Paz! (Is. 9.6)
Lectura sugerida: Salmo 29
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