miércoles, 4 de diciembre de 2013

MI DIOS ES PROFECÍA

MI DIOS ES PROFECÍA
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
No hay duda de que la verdad revelada de nuestra religión es algo muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y r... 1 Timoteo 3:16
Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Isaías 9:6
La profecía del nacimiento del Salvador del mundo es la más extraordinaria de todas las hechas en el mundo precristiano. Todavía algunos teólogos y diletantes debaten en sus concilios particulares la certeza o incertidumbre de esta profecía con referencia al Mesías que vendría, pero el propio Jesús le explicaba a sus discípulos “Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc 24.44)
Isaías echó abajo los inconvenientes de la cronología humana con esta simple oración. “…nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo” (Is 9.6). Dios era el profeta supremo que comunicaba a la humanidad a través de Isaías la llegada del retoño de la raíz de David, del siervo sufriente cuya sangre abonaría la tierra seca por el pecado del hombre, para sembrar la semilla que produciría frutos de paz en un Reino instaurado por el Mesías. El niño es aquel anunciado, concebido y traído al mundo y sería llamado Emmanuel (Is 7.15), la encarnación del Dios omnipotente, varón de consejos y de dolores, de la palabra viva, que traería no sólo buenas nuevas a los que abrieran sus corazones a Él, sino también malas nuevas para los que no reconozcan su genuino título de Salvador.
Un hijo nos ha sido dado para todos como promesa de redención en favor de un mundo que anda en tinieblas, en la oscuridad del pecado y en la contumacia de una esclavitud cuyo yugo se niega a romper. Un niño, señal de nuevos tiempos, imagen de la humildad desde su nacimiento; un hijo, símbolo de que existe una paternidad que nos acerca a Él como hermanos en el devenir espiritual y también como hijos en la perspectiva eternal.
Por la gracia de Dios, llegamos otra vez a la sala de parto que es la Navidad y el niño puja por nacer en cada corazón humano y traer la alegría de la redención. A Dios no le agradan mucho las cesáreas espirituales sino el parto natural y que el gozo por un nacimiento nuevo opaque el dolor que causó el pecado que dejamos atrás. Por eso la Navidad no es sólo color y apoteosis, sino símbolo de nacimiento espiritual, de ponernos a cuenta con Dios los redimidos, de buscar su luz los que caminan en oscuridad.
Mi oración es que Emmanuel reine en el corazón de cada uno de sus hijos sin la religiosidad que solemos impregnarle a este tiempo; que brindemos calor al que tiene frío, alimento al hambriento, paz al que no tiene consuelo, agua de vida a los que mueren de sed sin saber que la fuente está tan cerca. En eso reconocerá el mundo que somos hijos de luz y que verdaderamente Emmanuel, el ungido del Señor, es con nosotros.
Lectura sugerida: Salmo 2
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.

Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”

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