miércoles, 4 de diciembre de 2013

MÉDICO, CÚRATE A TI MISMO

MÉDICO, CÚRATE A TI MISMO
Fuente: Van Der Post Laurens, “Jung y la historia de nuestro tiempo”. Editorial Sudamericana. (Buenos Aires, 1978). Pág.196
Paul Tournier “Biblia y medicina” (Editorial Gómez, Pamplona, 1960) Págs. 198 199.

Jesús se encontraba en Nazaret, el pueblo donde vivió su infancia. Allí inaugura su ministerio al leer en la sinagoga un párrafo del profeta Isaías referido al jubileo*, luego de lo cual comentó: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. La gente miró a Jesús con incredulidad; entonces es cuando dijo estas palabras de un conocido refrán de la época: “Médico, cúrate a ti mismo”.
El sentido que le da Jesús a esa frase, es para reforzar lo que afirma luego en cuanto a que nadie es profeta en su tierra. Es que sus conciudadanos no daban crédito a que el hijo de José y María, estas dos personas humildes a quienes todos conocían, fuera el Mesías.
En este artículo quisiera retomar estas palabras pronunciadas por Jesús y expresar nuevos sentidos a sus dichos. La propuesta es que los médicos, terapeutas en general, los pastores ligados a tareas de sanar, debemos realmente preocuparnos por curarnos a nosotros mismos. Tenemos que asegurarnos que somos personas sanas si es que queremos brindar salud a los demás.
Me he preguntado cómo responder a la demanda de brindar salud. Cómo hacer para que nuestra tarea cumpla con el espíritu del jubileo al que Jesús hacía referencia en ese momento, y que va a marcar el contenido de su ministerio.
EL DOCTOR LUCAS ANTE UN CASO CLÍNICO INTERESANTE
No deja de llamarme la atención que  el único evangelista que cita este refrán pronunciado por Jesús es precisamente el evangelista Lucas, que era médico.
Y esto me lleva a hacerme algunas preguntas: ¿Habrá sido Lucas capaz de resolver este dilema de curarse a sí mismo? ¿El haber convivido con personas que estuvieron tan cerca de Jesús, y que seguramente compartieron esta experiencia con él, le habrá permitido encontrar la respuesta? ¿El haber escrito uno de los evangelios, y haber hurgado en tantos testimonios, orales y escritos, le habrá posibilitado ser a la postre un médico diferente?
Creo que sí, que conocer a Jesús no solamente cambió su vida sino también la actitud hacia su profesión. Por ejemplo tomemos el episodio narrado en Lucas 8, en el que Jesús cura a la mujer que toca su manto. Este relato está también narrado en los otros dos evangelios sinópticos, pero veremos que con sutiles diferencias.
Tomemos el caso del evangelista Mateo, quien pasa por alto mayores detalles médicos. Dice: “Entonces una mujer enferma, que durante doce años había sufrido derrames de sangre, se acercó a Jesús…”  (Mt. 9:20).
Marcos por su parte, es extremadamente cáustico al referirse a los tratamientos médicos por los que había atravesado esta mujer. Luego de describir someramente la enfermedad, dice: “Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía; pero no le había servido de nada, sino que al contrario, iba de mal en peor” (Mc. 5:26).

Lucas en cambio, toma una postura original y distinta a la de ambos evangelistas. Le da relevancia a la tarea médica, a la enfermedad a la cual describe, y refiriéndose a los tratamientos realizados habla de su ineficacia y del dinero y el tiempo invertidos, pero no le asigna mala intención sino impotencia a las posibilidades médicas. Dice: “Y entre ellos había una mujer enferma que durante doce años había sufrido derrames de sangre y había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno la pudiera sanar.” (Lc. 8:43).
LUCAS COMO MODELO
Me gusta el modelo de Lucas en cuanto la actitud del terapeuta hacia su profesión y el lugar que ocupa el milagro por la intervención de Dios. Aprecio que no sea exageradamente crítico hacia sus colegas o hacia la profesión médica, sino que ponga las cosas en su justo lugar. Me identifico con él al reconocer las limitaciones de la medicina, sin que por ello sienta decepción o frustración frente a su tarea.
Quisiera como él depositar una última opción de curación cuando se apela a la fe del paciente, lo cual aparece en la estructura del relato de este suceso. Me complace que siendo Lucas griego (y todos lo somos por formación universitaria), pueda aceptar   este   milagro  sin  cuestionamientos científicos interminables, sino explicando lo sucedido con convicción.  Vemos a Lucas, un médico, certificando cómo una mujer que tocó el manto de Jesús quedó sana al instante cuando la medicina había fracasado vez tras vez durante doce años.
EL MÉDICO HERIDO
El psiquiatra austríaco Carl G. Jung, conversando con su amigo y biógrafo Laurens Van Der Post, le dijo alguna vez: (cita en negrita) “Aprendí que sólo el médico que se siente profundamente afectado por sus pacientes puede curar.
Sólo el médico herido cura, y aún él, no puede curar más allá de la medida en que se ha curado a sí mismo. El médico tiene que aceptar, pese a lo humillante que ello pudiese ser para su propia ”cordura” y “normalidad”, que él no podía llevar a nadie más allá de donde se hubiera llevado a sí mismo”.1
Sólo el médico que se ha curado a sí mismo, o que está en permanente proceso de curación, puede sanar a otros. No puede hacer por otros, ni en otros, lo que no hizo en sí mismo. Es un médico sano aquél que está herido, que es humilde, que es solidario con la enfermedad de su paciente porque también él se siente humano, limitado y enfermo. Todo esto quiere decir que será eficaz en la tarea de sanar, aquel que considere al enfermo como su prójimo, como alguien igual a sí mismo.
El doctor Paul Tournier, conocido por sus libros sobre “la medicina de la persona”, expresa un concepto similar: (cita en negrita) “La Biblia dice:”Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5). Y en otro lugar: “El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:27). Tomar su cruz es, en nuestro caso particular, sobrellevar sin desfallecer el dolor de ver sufrir a nuestros enfermos.”

CONCLUSIÓN
Comenzamos preguntándonos cómo “curarnos a nosotros mismos”, cómo llevar a cabo una medicina compatible con los principios del Jubileo que enunció Jesús al comenzar su ministerio, para que nuestra  tarea terapéutica sea realmente sanadora (que es precisamente su razón de ser).
Tomamos como modelo al evangelista Lucas (a quien el apóstol Pablo llama en una de sus cartas “el médico amado” Col. 4:14), un médico griego convertido a Cristo, y que por su cercanía con el Jesús histórico, de quien escribió un evangelio, cambió su vida y el abordaje a su profesión.
Propongo que para nosotros, también médicos de formación científica con raíces en el pensamiento griego, y convertidos al evangelio, la respuesta al planteo de curarnos a nosotros mismos la encontraremos en la actitud de confianza que nos brinda la fe. Nuestra salud está más allá de nuestro control, pertenece a Dios.
En cuanto a nuestros pacientes hemos de tener presente que aun cuando hayamos intervenido y realizado el mayor y mejor esfuerzo (y debemos ser responsables en actualizar nuestro conocimiento), en última instancia la salud es un milagro que trascenderá nuestra comprensión, y deberemos ser agradecidos y humildes por ello.
Creo, además, que para ser médicos sanos, debemos aceptarnos como médicos heridos, reconocer nuestra humanidad y el compromiso de nuestras emociones en la relación con el paciente. Es necesario despojarnos de toda omnipotencia y aceptar nuestras limitaciones, y que esta actitud sea la consecuencia de haber permitido la intervención de Jesús en nuestras vidas.
Jesús no sólo es Rey de reyes y Señor de señores, sino también Médico de médicos. Él puede curarnos, para que podamos afirmar que a través suyo “nos curamos a nosotros mismos” y así llevar a cabo una tarea de sanidad integral hacia el prójimo sufriente que se acerca a buscar nuestro auxilio. Entonces estaremos cumpliendo con nuestra misión de sanar.
Lo que Jesús leyó en esa oportunidad, y que se relata en el evangelio de Lucas, es del libro de Isaías 61:1 2: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.”
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.

Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”

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