OSCURIDAD Y SILENCIO
Fuente:
Ana
María Frege Issa
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVC LAVOZ.
“Todo
tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y yo aprendo,
cualquiera que sea mi situación actual, a estar contenta”. Helen Keller
Esta cita toma un significado especial cuando conocemos
la vida de la autora. Deja de ser sólo una frase bonita y nos lleva a ser
agradecidos con lo que somos y tenemos.
Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Alabama,
Estados Unidos. Era una niña perfectamente saludable hasta que, a los 19 meses
de edad, contrajo una enfermedad que la dejó sorda y ciega.
A los siete años había inventado más de setenta señas
diferentes con las que podía comunicarse con su familia. En 1887 sus padres se
contactaron con Anne Sullivan, una maestra de la escuela de Ciegos en
Watertown, Massachusett, que con sus 20 años de edad pudo enseñar a Helen
a pensar inteligiblemente y a hablar usando el método Tadoma que consiste en
tocar los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones y
deletreando el alfabeto en la palma de la mano. Helen no sólo aprendió a
comunicarse así, también aprendió a leer francés, alemán, griego y latín en
braille.
El 28 de junio de 1904 Helen se graduó “Con Honores” de
la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordo – ciega en obtener
un título universitario. Ese mismo año habló por primera vez en público
en la exposición de San Luis.
Helen se convirtió en una gran oradora y autora
mundialmente reconocida. Fue precursora en la lucha por las personas con
discapacidades sensoriales y en 1915 fundó “Helen Keller International”, una
organización sin fines de lucro para la prevención y tratamiento de la ceguera.
En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el
más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon
Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en
la Feria Mundial de Nueva York.
Poco antes de su muerte en 1968, a
la edad de 87 años, Helen Keller le dijo a un amigo: “En estos oscuros y silenciosos años,
Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día
lo entenderé y entonces estaré satisfecha.”
El 1 de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller
murió mientras dormía.
Las discapacidades de Helen nunca fueron un obstáculo y
su vida fue plena. Ella sabía que Dios tenía un propósito con su vida y procuró
dar lo mejor de sí para cumplirlo.
Es difícil imaginar lo complicado que puede ser vivir
con las discapacidades físicas que ella tenía y más aún cuando las innovaciones
tecnológicas no son las que conocemos y que de alguna manera han contribuido a
hacer más fácil nuestra vida.
Pese a todo, Helen fue una mujer que dejó una huella muy
importante. No se dedicó a culpar a Dios ni a cuestionar sus propósitos, ni se
escondió en su casa esperando su muerte. Por el contrario, buscó cumplir el
propósito que tenía aunque no conocía cuál era y más allá de eso, estaba contenta
con sus circunstancias.
Siendo honestos con nosotros mismos, admitiremos que
ante circunstancias más sencillas nos hemos sentido derrotados, frustrados, nos
hemos molestado con Dios porque creemos que nos ha abandonado y
hasta le hemos exigido explicaciones o el cambio inmediato de una determinada
situación, cuando en realidad deberíamos agradecer por todo, aunque no lo
entendamos y confiar en que Él tiene un propósito en nuestras vidas.
“Y den gracias por todo a Dios el Padre
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Efesios 5:20
Sin importar cuál es tu situación actual, ni los
problemas que estés atravesando, descansa en Dios, confía en sus propósitos y
agradécele por las circunstancias que estás pasando, recuerda que sus
pensamientos son mejores que los nuestros.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que
la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis
pensamientos más que vuestros pensamientos”. Isaías 55:8,9
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