domingo, 12 de octubre de 2014

CONFIESA TU PECADO

CONFIESA TU PECADO
Fuente: Brisna Bustamante
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

            Cuando uno peca, es imposible seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Lo primero que uno pierde es la comunión que tenía con Dios, después ya no tiene ganas de orar, de leer la biblia, de ayunar ni de ir a la iglesia. Por más que quiera olvidar lo que hizo, no puede. El sentimiento de culpabilidad lo persigue de noche y de día, hasta que decide confesárselo a Dios. Eso fue lo que ocurrió con David, quien después de haber cometido adulterio con Betsabé, la esposa de Urías, uno de los soldados de su ejército, tramó la muerte del militar al enterarse que ella estaba embarazada.

Pero como nada queda oculto, Dios envió al profeta Natán para reprender a David por lo que había hecho. Y aunque David confesó que había pecado contra Dios, ésta fue la respuesta de Natán:

-El Señor te ha perdonado, y no morirás por este pecado. Sin embargo, como has mostrado un total desprecio por Él con lo que hiciste, tu hijo morirá.

Después que Natán regresó a su casa, el Señor le envió una enfermedad mortal al niño. Así que David le suplicó a Dios que perdonara la vida de su hijo, y no comió, y estuvo toda la noche tirado en el suelo. Entonces los ancianos de su casa le rogaban que se levantara y comiera con ellos, pero él se negó.

Finalmente, al séptimo día, el niño murió. Los consejeros de David tenían temor de decírselo. “No escuchaba razones cuando el niño estaba enfermo -se decían-, ¿qué locura hará cuando le digamos que él murió?”.

Cuando David vio que susurraban entre sí, se dio cuenta de lo que había pasado.
-¿Murió el niño? -preguntó.
-Sí -le contestaron-, ya murió.

De inmediato se levantó del suelo, se lavó, se puso lociones y se cambió de ropa. Luego fue al tabernáculo a adorar al Señor y después volvió al palacio donde le sirvieron comida y comió.
Sus consejeros estaban asombrados. -No lo entendemos -le dijeron-. Mientras su hijo aún vivía, lloraba y rehusaba comer. Pero ahora que ha muerto, usted terminó el duelo y de nuevo está comiendo.
-Ayuné y lloré -respondió David- mientras el niño vivía porque me dije: “Tal vez el Señor sea compasivo conmigo y permita que el niño viva”. Pero ¿qué motivo tengo para ayunar ahora que ha muerto? ¿Puedo traerlo de nuevo a la vida? Un día yo iré a él, pero él no puede regresar a mí.

Todos los días debemos ser conscientes de que cada una de nuestras decisiones tendrá un resultado. Si bien tenemos un Dios grande en misericordia no podemos olvidar que otro de sus atributos es que Él es Justo y por esa razón, es que no puede evitar que asumamos la responsabilidad de nuestros actos. Lo que sí hace, es que el resultado de las mismas obren para bien en nuestra vida y no sean tan negativas ni doloras como deberían serlo.

Dios aborrece el pecado pero ama al pecador y siempre está dispuesto a perdonar un corazón verdaderamente humillado y arrepentido. Este día te animo a que le confieses a Dios tu pecado, arrepiéntete de tu mal proceder y decide no volver a cometerlo. Pídele al Espíritu Santo que te ayude todas las veces que te sientas débil, que te dé dominio propio para no ceder a ninguna tentación y te de las fuerzas que necesitas para vivir agradándolo y exaltando su nombre.

Pero te confesé mi pecado, y no oculté mi maldad. Me decidí a reconocer que había sido rebelde contigo, y tú, mi Dios, me perdonaste. Salmo 32:5 (TLA)
¡En la confesión, hay libertad!

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”




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