EL
PODER QUE NACE DE LA FRAGILIDAD
Fuente: Dr. Roberto Miranda
Congregación León de Judá
Muchas veces ese espíritu lo ha
echado en el fuego y también en el agua para destruirlo. Pero si Tú puedes
hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos. Marcos
9:22
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Como los ojos de los siervos
miran a la mano de su señor, como los ojos de la sierva a la mano de su
señora, así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios hasta que se apiade de
nosotros. Salmos 123:2
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Toda oración, todo
acercamiento efectivo del ser humano hacia Dios, en una manera u otra nace de
un sentido de esencial impotencia de parte de la persona que ora. La oración
siempre será el producto de un reconocimiento de que no tenemos lo que se
requiere, de que carecemos de la sabiduría, la fuerza, la solución, los
recursos, que necesitamos.
La oración siempre
surge de un hombre o una mujer que se mira a sí mismo y dice, “No sé qué hacer;
no tengo lo que necesito. No está dentro de mí lo que se requiere para vencer
en esta situación”. Pero la oración siempre va más allá de ese reconocimiento inicial
de insuficiencia. Después de admitir su impotencia, la persona que cree vuelve
los ojos hacia Dios, extiende sus manos, y abre su alma en expectativa de la
respuesta misericordiosa del Padre celestial. En seguida vienen a la mente las
palabras del salmo 123:
1 A ti alcé mis ojos,
A ti que habitas en los cielos.
A ti que habitas en los cielos.
2 He aquí, como los
ojos de los siervos miran a la mano de sus señores,
Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora,
Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios,
Hasta que tenga misericordia de nosotros.
Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora,
Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios,
Hasta que tenga misericordia de nosotros.
Yo siempre le digo al
Señor, “Padre, soy un niño torpe; tómame de la mano y llévame a través del
camino de la vida”. Porque si Dios me abandonara a mis propios recursos, mi
vida se tornaría en un caos inmediatamente.
La oración poderosa y
efectiva nace de ese gran abismo que se abre dentro de nosotros cuando
consideramos nuestra impotencia esencial. Se trata de un sano reconocimiento de
que, según sugiere el título de la famosa novela del escritor peruano Ciro
Alegría, “el mundo es ancho y ajeno”. El mundo está poblado de fuerzas
hostiles. Es mucho más misterioso, insondable y complejo de lo que podemos
procesar con nuestra capacidad limitada. Abandonados a nuestros propios
recursos, sin los brazos poderosos de nuestro Padre celestial para defendernos
y sacarnos del hoyo, somos como niños indefensos en una selva poblada de
fieras.
Ese es el sentimiento
de humildad y dependencia total que manifiestan los salmos 120 a 134, conocidos
como “Cánticos graduales” o “Canciones de las subidas”. El salmo 124, en
particular, expresa esa sobrecogedora consciencia de parte del escritor de que
si no fuera por la intervención misericordiosa de Jehová, fácilmente hubiera
sucumbido ante los ataques inmisericordes del enemigo:
1 A no haber estado
Jehová por nosotros,
Diga ahora Israel;
Diga ahora Israel;
2 A no haber estado
Jehová por nosotros,
Cuando se levantaron contra nosotros los hombres,
Cuando se levantaron contra nosotros los hombres,
3 Vivos nos habrían
tragado entonces,
Cuando se encendió su furor contra nosotros.
Cuando se encendió su furor contra nosotros.
4 Entonces nos
habrían inundado las aguas;
Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente;
Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente;
5 Hubieran entonces
pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas.
6 Bendito sea Jehová,
Que no nos dio por presa a los dientes de ellos.
Que no nos dio por presa a los dientes de ellos.
7 Nuestra alma escapó
cual ave del lazo de los cazadores;
Se rompió el lazo, y escapamos nosotros.
Se rompió el lazo, y escapamos nosotros.
8 Nuestro socorro
está en el nombre de Jehová,
Que hizo el cielo y la tierra.
Que hizo el cielo y la tierra.
En su comentario
sobre este hermoso salmo, el Dr. Samuel Pagán escribe:
El mensaje central
del salmo reconoce la intervención divina como fuente extraordinaria de
salvación. La imagen fundamental que se desprende de la poesía es la de un Dios
que acompaña a su pueblo a través de las vicisitudes y angustias de la
existencia humana. El propósito básico del poeta es afirmar de manera
categórica que el pueblo no ha estado solo y que de la misma forma que en el
pasado experimentó la liberación divina también en el presente y el futuro ese
mismo poder redentor está dispuesto para responder al clamor del pueblo. (De lo
profundo, Señor, a ti clamo, p. 625)
Bienaventurado el hombre o la mujer que reconoce su
fragilidad esencial, y que siempre se encomienda al Todopoderoso antes de
acometer cualquier cosa de importancia en la vida.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo
es la Puerta”
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