jueves, 17 de octubre de 2013

SU AMOR

SU AMOR
Faustino de Jesús Zamora Vargas
Fuente: Congregación León de Judá
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:10
¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Salmos 36:7

La máxima expresión del amor de Dios hacia nosotros es el haber enviado al mundo a su hijo Jesucristo para que nuestras culpas fueran canceladas y el pecado borrado. El extraordinario acto de infinito amor hacia el hombre consiste en que Dios trajo la solución al pecado a través del ministerio de la reconciliación ejercido por Cristo. Cristo ha sido, es y será la concreción de la misión de Dios, la encarnación de su amor. En la cruz, Dios descargó toda la ira divina contra el hijo amado para no descargarla sobre nosotros. Y como si fuera poco, nos resucitó con Él, dándonos vida nueva y haciéndonos herederos de un reino de eternas promesas y de amor abundante.
“Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo” (Jn 15.9). Este es el mensaje más asombroso de Cristo para sus discípulos; el permanecer en su amor. Las bendiciones, el crecimiento espiritual, el éxito en el ministerio, en el matrimonio, en el trabajo y en todo lo que emprenda el cristiano, dependerán de nuestra sujeción, de nuestro arraigo en el amor de Cristo. Estar enraizado en su perfecto amor, residiendo en ese gran amor, trae llenura espiritual y permite que podamos sentir la necesidad de expresarlo a manos llenas. Es imposible no expresar el amor de Dios si hemos conocido a Cristo. Esa expresión es la señal visible de que hemos nacido de nuevo a una vida que manifiesta el amor, no carnal, no sensual, sino espiritual porque es un amor que proviene del Espíritu, que transforma, que se refleja en pensamientos piadosos, en nuestra manera de servir a los demás, en la llenura del Espíritu Santo que no es más que permitir que él tome y ejerza el control total de nuestras vidas.
Jesús insiste en la misma idea del amor: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes” (Jn 15.12). El amor hacia Dios y hacia el prójimo es el sello del cristiano. Cuando Ud. quiera saber si el hermano que está a su lado ha nacido de Dios por medio de Jesucristo, observe si expresa Su amor: si sufre por las almas perdidas, si ayuda a llevar las cargas de los que no encuentran consolación y esperanza, si su piedad lo mueve a misericordia y justicia. No es un amor especulativo o intelectual, sino práctico.
El verdadero discípulo practica el amor de Dios en el amor de los unos por los otros. Ese amor es el mejor testimonio para el mundo que no escatimará para juzgarnos a la luz de sus estándares: “Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos” (Jn 13:35). El amor de Dios se perfecciona en nuestra vida mientras permanecemos aferrados a Jesús.
Cristo es la encarnación sublime de la gracia de Dios, de su eterno amor que perdura para siempre. Vivimos por Él y en Él y Él vive en nosotros, de manera que tenemos sembrada la semilla del amor en nuestro corazón. Renacer a una vida nueva en Cristo es nacer al verdadero amor.
No puedo concluir sin mencionar lo que algunos llaman “la biblia en miniatura”, ese asombroso versículo que resume el plan maravilloso de amor de Dios para la humanidad: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3:16)
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.

Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”

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