SU
AMOR
Faustino de Jesús Zamora Vargas
Fuente: Congregación León de Judá
En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió
a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 1
Juan 4:10
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¡Cuán precioso, oh Dios, es tu
gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Salmos
36:7
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La máxima expresión
del amor de Dios hacia nosotros es el haber enviado al mundo a su hijo
Jesucristo para que nuestras culpas fueran canceladas y el pecado borrado. El
extraordinario acto de infinito amor hacia el hombre consiste en que Dios trajo
la solución al pecado a través del ministerio de la reconciliación ejercido por
Cristo. Cristo ha sido, es y será la concreción de la misión de Dios, la
encarnación de su amor. En la cruz, Dios descargó toda la ira divina contra el
hijo amado para no descargarla sobre nosotros. Y como si fuera poco, nos
resucitó con Él, dándonos vida nueva y haciéndonos herederos de un reino de
eternas promesas y de amor abundante.
“Yo los amo a ustedes
como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo” (Jn
15.9). Este es el mensaje más asombroso de Cristo para sus discípulos; el
permanecer en su amor. Las bendiciones, el crecimiento espiritual, el éxito en
el ministerio, en el matrimonio, en el trabajo y en todo lo que emprenda el
cristiano, dependerán de nuestra sujeción, de nuestro arraigo en el amor de
Cristo. Estar enraizado en su perfecto amor, residiendo en ese gran amor, trae
llenura espiritual y permite que podamos sentir la necesidad de expresarlo a
manos llenas. Es imposible no expresar el amor de Dios si hemos conocido a
Cristo. Esa expresión es la señal visible de que hemos nacido de nuevo a una
vida que manifiesta el amor, no carnal, no sensual, sino espiritual porque es
un amor que proviene del Espíritu, que transforma, que se refleja en
pensamientos piadosos, en nuestra manera de servir a los demás, en la llenura
del Espíritu Santo que no es más que permitir que él tome y ejerza el control
total de nuestras vidas.
Jesús insiste en la misma
idea del amor: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he
amado a ustedes” (Jn 15.12). El amor hacia Dios y hacia el prójimo es el sello
del cristiano. Cuando Ud. quiera saber si el hermano que está a su lado ha
nacido de Dios por medio de Jesucristo, observe si expresa Su amor: si sufre
por las almas perdidas, si ayuda a llevar las cargas de los que no encuentran
consolación y esperanza, si su piedad lo mueve a misericordia y justicia. No es
un amor especulativo o intelectual, sino práctico.
El verdadero
discípulo practica el amor de Dios en el amor de los unos por los otros. Ese
amor es el mejor testimonio para el mundo que no escatimará para juzgarnos a la
luz de sus estándares: “Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará
cuenta de que son discípulos míos” (Jn 13:35). El amor de Dios se perfecciona
en nuestra vida mientras permanecemos aferrados a Jesús.
Cristo es la
encarnación sublime de la gracia de Dios, de su eterno amor que perdura para
siempre. Vivimos por Él y en Él y Él vive en nosotros, de manera que tenemos
sembrada la semilla del amor en nuestro corazón. Renacer a una vida nueva en
Cristo es nacer al verdadero amor.
No puedo concluir sin mencionar lo que algunos
llaman “la biblia en miniatura”, ese asombroso versículo que resume el plan
maravilloso de amor de Dios para la humanidad: “Pues Dios amó tanto al mundo,
que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que
tenga vida eterna” (Jn 3:16)
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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