MI
DIOS ES PROTECTOR
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Podemos decir confiadamente: El
Señor es mi ayudador; No temeré lo que me pueda hacer el hombre. Hebreos
13:6
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Mi Dios, mi roca en quien me
refugio; Mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable y mi
refugio; Salvador mío, Tú me salvas de la violencia. 2
Samuel 22:3
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Aun cuando la vida
suele parecernos ordinaria en todos los sentidos, la presencia sobrenatural de
Dios está con nosotros. En las buenas y en las malas. Todos somos testigos de
la sobrenatural protección de Dios en la necesidad; lo hemos visto en nuestra
vida y en las de otros. La protección del Señor es parte de la gracia común que
Él, en su soberanía y potestad, ofrece a todos, mucho más a los que confían en
la más pura manifestación de esta gracia, que es Cristo, la Roca, el más
preciado refugio en la prueba y la tribulación.
Que nuestro Señor es
refugio y protección no es noticia nueva para el cristiano, sin embargo,
podemos dudar en medio de la tormenta, huir contracorriente y no arrojarnos a
sus brazos para encontrar la seguridad. Es como tener una fortaleza y tenerla
de adorno, una torre fuerte para la exhibición de mis propias fortalezas, como
buscar el refugio en nuestros propios escondites edificados con ladrillos de
autosuficiencia y arcilla de infidelidad. Dios dice: yo soy tu protector, no
hay otro, sólo tienes que permanecer en mí. Confiar en mí. David confiaba en la
protección divina: “Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria;
¡tú mantienes en alto mi cabeza!” (Salmo 3.3)
David alaba a Dios,
reconoce su poder protector. Dios es un escudo que no permite que el enemigo lo
derribe ante las circunstancias y las aflicciones. “Tú eres mi gloria” cantaba
David con acción de gracia en un himno de alabanza y de reconocimiento a la
fidelidad del Señor que acude siempre al amparo de sus hijos. Cristo es nuestra
gloria hoy, nuestra fortaleza, nuestro oportuno auxilio en la tribulación. (Sal
46.2 RV)
El profeta Nahúm
advertía al pueblo de Nínive recordándole las misericordias de Dios: “Bueno es
el Señor; es refugio en el día de la angustia, y protector de los que en él
confían” (Nah 1.7NVI)
Sin embargo, nos
falta el sentido del verdadero clamor, el del alma que gime por la mediación
sobrenatural de Dios cuando desfallecemos o cuando las dificultades vienen a
nuestra vida y no parece haber consuelo. Dios siempre escucha la oración que
invoca su presencia. David reconoció a sus enemigos visibles, sus perseguidores
(su hijo Absalón, el Rey Saúl), pero también reconoció a otros adversarios en
su vida que le carcomían su conciencia: el pecado cometido, el orgullo. Los
primeros eran reales, visibles y desesperados; los segundos le robaban la paz,
el gozo, el sentido de la vida. ¿Acaso no es el pecado un temible adversario en
nuestra vida cristiana, nuestra falta de fe, la ausencia de oración y de
descansar en la justicia y las misericordias de Dios? El salmista lo sabe y nos
lo recuerda: “Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha
cuando lo llamo” (Sal 4.3).
¿En qué o quién has
puesto tu confianza? ¿A quién clamas al despertar pidiendo protección? ¿Dónde
has puesto tu ofrenda por el pecado? ¿Sabías que tu mejor ofrenda por el pecado
es la oración que lo confiesa y que clama por la restauración? ¿Y tú
sacrificio, a quién está consagrado? ¿Conocías que el espíritu de sacrificio en
consagración al único y soberanos Dios es el mejor perfume de holocausto que
puedes ofrecerle a nuestro Salvador? David confesó su pecado, confió en la
fidelidad de Dios, vio restauración en su vida, se consagró en cuerpo y alma al
Señor; su tristeza se convirtió en gozo, en sacrificios de alabanza hacia Aquél
que miró primero su corazón.
Jesús está aquí,
cercano a nuestras necesidades. Él es nuestro protector. Muchos han
experimentado la angustia de caminar con el Señor con un Saúl corriendo a
nuestras espaldas. Pero Dios es justo, Él espera que le llamemos. Él es un Dios
personal. Su promesa de protegernos y ser nuestro refugio es más grande y
poderosa que todos los ejércitos del mal.
Lectura sugerida: Salmo 3
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Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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