MI
DIOS ES CREADOR
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
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Digno eres, Señor y Dios
nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas
las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas. Apocalipsis
4:11
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¿Qué es el hombre para que Te
acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo cuides? Salmos
8:4
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¿Ha pensado alguna
vez, en su condición de ser humano, en el lugar que ocupa en el universo ante
la inmensidad y majestad del que creó el mundo de la nada? ¿Ha pensado en lo
insignificante que parecemos en el concierto de tanta maravilla dibujada por la
voz y el dedo de Dios? El primer versículo de la Biblia da respuesta a todas
las preguntas de la filosofía de todos los tiempos en su búsqueda infructuosa
sobre el origen de todo lo que existe. “En el principio creó Dios los cielos y
la tierra” (Gn. 1.1.) y creó al hombre y a la mujer y le dio autoridad para
señorear sobre todo lo creado. Cuando el hombre equivocó el rumbo que debía
tomar por la autoridad dada por Dios, desobedeció y cayó en el oscuro abismo
del pecado y de la separación de Dios. El hombre olvidó que la suprema
autoridad es Dios, quien todo lo hizo para su gloria.
El Señor de la
historia, el creador, perfecto y redentor del mundo, puso sus ojos en el
hombre, se preocupa de su relación con Él (Sal 8.4-8), nos habla, nos exalta,
nos colma de favores y como si esto no fuera suficiente, el Dios de la
eternidad imparte al hombre, corona de su creación, la salvación en Cristo
Jesús.
El Salmo 8 es una
exaltación al Dios, creador de todas las maravillas, que se preocupa por su
creación y más por el hombre; un ser débil, olvidadizo, orgulloso,
desobediente. Aun así, el Señor lo dignifica, le da autoridad, le hace
mayordomos de todas las cosas y nos hace responsables de cuidarlas. A pesar de
nuestra pequeñez en el universo, nos recuerda que debemos ser como niños para
caminar a su lado y alcanzar victorias en la vida espiritual, que la humildad
del corazón del hombre es de su entero agrado y que, por sobre todas la cosas,
estamos sujetos a su autoridad porque Él es dueño y Señor de toda la creación.
De este sometimiento a la voluntad del Señor, dependerá el sentido espiritual
de la mayordomía que tenemos por mandato para que administremos todas las cosas
en su nombre.
El profeta que más
claramente visionó al Mesías que había de venir, su nacimiento, su muerte y su
gloria venidera, nos retrata en un simple versículo: “… todo mortal es como la
hierba, y toda su gloria como la flor del campo” (Is 40.6 NVI). En el próximo
verso aclara que la hierba se seca y la flor se marchita. A pesar de esto el
Señor exalta al hombre pecador porque nos ama, nos promete el cielo que nunca
hubiéramos podido ganar con nuestros esfuerzos y nos asombra con el regalo de
la vida eterna en Cristo Jesús.
No somos el resultado
de una circunstancia arbitraria, ni un ente engendrado por la casualidad. Dios
coronó su creación con nuestra creación. Moldeó la arcilla con sus manos y le
dio vida con su aliento. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era
bueno en gran manera." Sí, somos parte de ese todo que hizo Dios y por tanto,
delante de Él somos buenos, aunque débiles como la flor del campo. El pecado es
nuestro gran problema porque atenta en favor del menosprecio y perjuicio de la
creación. La ecología está siendo destruida por el hombre pecador y el
cristiano no puede permanecer indiferente.
Jesucristo es el
Señor de la creación, quien no consideró el ser igual Dios, sino que se despojó
de su gloria, se hizo semejante al hombre y se humilló hasta morir (Fil. 2)
para dar a esta humanidad, al ser humano frágil e inconsistente, el beneficio
de la redención y hacernos herederos, junto con Él, de todas las cosas creadas
y por crear. “Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo,
mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las
cosas” (Heb 1.2)
Dios creó a al ser
humano para su propia gloria y toda la creación da testimonio de esa gloria que
el hombre toca con sus manos al permitir que Cristo entre en su vida. Él es un
Dios cercano y personal, y tú ¡eres su gloria!
Lectura sugerida: Salmo 8
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Dios Oye.
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