EL ALMA Y EL ESPÍRITU
Por:
Bernardo Stamateas
Ayuda-espiritual.com
1
Corintios 3:1-3: Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como espirituales
sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían
asimilar alimento sólido, ni pueden todavía, pues aún son inmaduros. Mientras
haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están
comportando según criterios meramente humanos?
Esta
palabra es difícil de enseñar pero te bendecirá grandemente. Tu espíritu, tu
alma y todo tu ser recibirán esta palabra que te llevará a tu próximo nivel.
Dios
nos creó con tres áreas. La primera es el alma. ¿Qué es el alma? Es la mente,
las emociones, la voluntad, el razonamiento. ¿Para qué sirve el alma? Para
comunicarnos con los demás y con nosotros mismos.
Después el Señor sopló sobre Adán su espíritu
y así puso dentro de nosotros un espíritu. ¿Por qué se llama espíritu? Porque
es de la misma naturaleza divina. Dios es espíritu y cuando Él sopló, no solo
nos dio un alma para comunicarnos con otros y con nosotros mismos, sino que
puso un espíritu eterno para que nos comuniquemos con Él. Dios es espiritual,
entonces nuestra comunión con Él es del espíritu. Ese espíritu es la parte más
profunda de nuestro ser que fue creada para comunicarnos con Dios.
También
nos dio un cuerpo que es el vehículo donde van el alma y el espíritu.
Cuando
Dios creó a Adán y Eva, los creó perfectos. Ellos caminaban, su espíritu
hablaba con Dios y Él les hablaba a su espíritu.
No
había ninguna interferencia. Los hizo con un alma perfecta, no tenían miedos,
ni angustias, ni inmadureces.
No
había depresión porque las emociones estaban calibradas.
El
alma era perfecta y el cuerpo nunca se había enfermado porque era perfectamente
sano y maravilloso.
Y
Dios los colocó dentro de un jardín donde todo estaba extraordinariamente bien.
Dios les dijo a Adán y Eva: “Les di un alma perfecta, les di un espíritu
perfecto, les di un cuerpo perfecto. Y les daré este jardín para que lo clonen
en toda la Tierra; será una prueba piloto.
Quiero
que me amen y que sean libres. Por eso, pueden comer de todos los árboles pero
del árbol que está en el medio, el del conocimiento del bien y del mal, no
comerán”.
¿Por qué Dios les dio una prohibición? Para
que el hombre pudiera ser libre. Si tú no puedes elegir, no puedes ser libre.
Si Dios no le hubiera impuesto ninguna prohibición, el hombre habría sido un
robot. Cuando tú tienes un hijo o una hija, no le pones un revólver en la
cabeza y le decís: “Me vas a amar”. “Sí papá, sí mamá, te amo, te amo”. Tú quieres
que tus hijos decidan amarte.
¿Cuándo
uno decide? Cuando puede elegir.
Dios
puso un árbol en el medio del huerto y les dijo: “La única ley que les voy a
dar es esta: si me desobedecen y comen de este árbol, viene la muerte sobre
ustedes”.
El
Señor les dio esa prohibición para que ellos pudieran elegir cada día entre
seguirlo o no. Entonces apareció la serpiente y le habló a Eva: “No, lo que
pasa es que Dios sabe que si comen de ese árbol, serán como Él; Dios les está
escondiendo algo bueno y se lo están perdiendo.
¡Revélense! No es necesario obedecerlo a Él”.
Eva fue y le contó a Adán y comieron los dos. Cuando comieron, se instaló la
ley que Dios les había dicho. Con el pecado, la desobediencia, vino la muerte.
¿Qué cosa murió? Porque ellos no se murieron en ese momento. Lo que se les
murió primero fue el espíritu, la capacidad de conectarse con Dios, y también
el alma que se fragmentó.
Por eso Adán y Eva se escondieron porque
sintieron vergüenza y de pronto se vieron desnudos. Hubo todo un quiebre en el
espíritu, el alma y el cuerpo.
Dios
les dijo: “Ahora van a volver a la tierra, el cuerpo va a morir un día”. Y
todos nosotros, los que viniéramos después, también nos íbamos a morir.
Hemos
heredado la muerte. El espíritu está muerto, ya no hay conexión con Dios.
El
alma está fragmentada y las emociones se quiebran. Como el espíritu está
muerto, quien gobierna ahora al ser humano es el alma. Dios hizo el espíritu
para que gobierne el alma y el cuerpo, pero el espíritu se murió porque el
hombre le dio la espalda a su Creador.
Entonces
el alma tomó el mando. ¿Qué tres cosas hay en el alma? Hay una parte sana que
es donde razonamos. Si yo te digo: “Te vendo el micrófono en 100.000 dólares”, tú
me contestas: “¡Estás loco!”.
Hay
otra parte inmadura que es donde hacemos estupideces y somos infantiles.
Y
una última parte que La Biblia llama carnal y es la naturaleza que quiere
pecar. Ahora tenemos triple personalidad.
Hay una parte del alma, en ti y en mí, que
quiere tirarse una canita al aire, quiere robar, quiere pegar, quiere mentir,
quiere engañar, quiere drogarse, quiere beber, quiere envidiar, quiere tener
celos.
En
Gálatas 5 Pablo dice que la carne quiere comer pecado y nombra orgías,
inmoralidades sexuales, celos, envidia y asesinatos dentro del mismo paquete.
Cuando
nosotros nacemos, lo hacemos con este modelo del espíritu muerto, del cuerpo
que algún día se va a morir y del alma quebrada en tres partes: una parte sana,
una parte inmadura y una parte carnal.
Es
decir que ante todo lo que nos pasa en la vida, tenemos que elegir con qué parte
reaccionaremos. Si yo me peleo con Samuel, tengo que elegir si voy con la parte
madura y le digo: “Samuel, perdóname”; o voy con la parte inmadura y le digo: “Ahora
te voy a twittear que eres un tontito”; o voy con la parte almática, que La
Biblia llama carne, y le digo: “¡No te hablo más!”.
La
parte carnal es la que quiere lo malo y está en nuestra naturaleza.
A ningún nene los padres le enseñan a mentir.
¿Cómo aprenden a mentir los chicos? Les preguntan: “¿Te comiste el alfajor?”,
contestan: “No”… ¡y tienen toda la boca sucia de chocolate! No aprenden a
mentir, la mentira está en su naturaleza.
La parte almática es inmadura y todos la
tenemos, más grande o más chica pero todos la tenemos. Por ejemplo, aparece
cuando una persona dice: “Quiero recibir yo primero”; o “quiero que oren por
mí”; o “quiero dormir, ¡apaguen la luz!”.
Es
esa parte reactiva que hace que si me saludan, salude; si me maltratan,
maltrate. Es cambiante, hoy siento y mañana no siento. Quiere agradar a todos,
les echa la culpa a los demás, juzga porque ve cosas feas en la gente, grita,
se desespera, es egoísta… El apóstol Pablo escribió: “Yo a ustedes no les puedo
hablar como espirituales, les tengo que hablar como almáticos porque son
inmaduros”.
Ahora
de repente alguien que tiene el espíritu muerto, el cuerpo que se va a morir y
el alma fragmentada, recibe a Jesús en su corazón. ¿Qué sucede? El Espíritu
Santo viene a su vida y trae a Cristo que hace que su espíritu vuelva a vivir.
Entonces viene la vida de Dios al espíritu de esa persona y puede conectarse
con el Señor. Dios le habla en el espíritu a su espíritu, y desea que sea su
espíritu el que mande a su alma y a su cuerpo. Pero aunque venga Cristo a
nuestra vida y ahora gobierne nuestro espíritu sobre el alma y el cuerpo,
seguimos teniendo las tres partes: la sana, la inmadura y la carnal. ¿Qué
tenemos que hacer con la parte inmadura y la parte carnal del alma? Seguir
creciendo para poder resolver los infantilismos y crucificar la carne que
seguimos teniendo. Antes no podíamos hacerlo porque no teníamos a Cristo.
Por eso, Jesús dijo que el que quiere ser su
discípulo, tiene que morir cada día, tomar su cruz y negarse a sí mismo. ¿Qué
quiere decir negarse a uno mismo? ¿Decirle “soy un tonto, no valgo nada” a la
parte carnal, la parte mala que cada día se levanta conmigo y quiere venganza, chisme,
sexo? De ninguna manera. Antes no podíamos pero ahora que está el Señor dentro
de nosotros, Él nos da fuerzas para que nuestro espíritu nos gobierne.
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