EL MINISTERIO DE LA MUJER CRISTIANA
Fuente:
A.V
Sitiodeesperanza.com
La
mujer de Dios tiene amplias posibilidades de realización y de servicio.
A.
EL HOGAR. “Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y
santificación, con modestia.” (1ª Tim. 2:15). “Que enseñen a las mujeres
jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas
de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea
blasfemada.” (Tito 2:4-5). “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos,
como al Señor”. (Ef. 5:22) “La mujer respete a su marido”. (Ef. 5:33b).
De
estos pasajes, podemos extraer dos áreas de responsabilidad de la mujer en el
hogar:
1.
Amar y respetar a su marido.
2.
Amar y cuidar de sus hijos.
Amar
y respetar a su marido.
El
primer mandamiento es amar. Siendo la mujer de un carácter sensitivo y
afectuoso, no resulta por lo general muy costosa esta demanda.
La
mujer creyente que se ha casado enamorada, tendrá una disposición favorable
hacia su marido, lo cual le facilitará enfrentar los días difíciles, y reforzar
los lazos de amor ya existentes. Ahora bien, si no se ha casado enamorada,
entonces hallará la oportunidad de encontrar en Dios el amor que le fue
esquivo.
Sea
como fuere, podrá llegar a amar a su marido con el amor del Señor, incluso
aunque éste no sea creyente. Ahora bien, la demanda de respetar al marido
pudiera encontrar mayores dificultades que la de amarlo. El carácter de la
mujer es más vivo, y rápidamente querrá adelantarse a su marido en la opinión,
en el parecer y aun en la toma de decisiones, lo cual puede transformarse en
una tendencia a descalificarlo.
Si
el amor de la mujer hacia el marido pudiera considerarse un sentimiento más o
menos natural y espontáneo, el respeto no lo es. Por tanto, la mayor demanda
para la mujer es respetar a su marido, valorándolo como la iglesia valora a su
Señor.
El
amor (sin el debido respeto) pudiera ser para la mujer una cómoda excusa para
manipular al marido, y una causa de roce permanente que provoque el desagrado
de Dios.
AMAR
Y CUIDAR A SUS HIJOS
El
amor a los hijos se traduce en los cuidados, la crianza, la instrucción, y la
disciplina, en el Señor. (Ef. 6:4).
El
amor de la mujer hacia sus hijos es el afecto más necesario para ellos, y por
lo tanto, es indelegable. Esto significa que una mujer de Dios no puede
traspasar esta función a otra mujer. Podrá recibir ayuda, pero no puede ser
reemplazada.
Una
mujer que trabaja demasiado, y que, por ende, está demasiado tiempo lejos del
hogar, corre el peligro de que la ‘nana’ ocupe en el corazón de sus hijos el
lugar que le corresponde a ella. La ‘nana’ puede ocupar perfectamente su lugar
en la casa; pero no el de la madre en cuanto al amor y la instrucción de los
hijos.
Así
que, el hogar es el primero e indelegable ámbito de acción y de servicio de una
mujer de Dios. Si falla en esto, falla en todo.
B.
MÁS ALLÁ DE SU HOGAR.
Si
cumple bien su ministerio doméstico, la mujer creyente tiene posibilidades de
un amplio servicio más allá de su hogar.
1.
EN LA IGLESIA.
Una
metáfora de esto la encontramos en el Antiguo Testamento. Cuando se erigió el
tabernáculo en el desierto hubo “mujeres sabias de corazón (que) hilaban con
sus manos” los adornos del tabernáculo (Éxodo 35:25-26). Las manos de una mujer
dan cuenta de la sabiduría de su corazón. Así es también en medio de la
iglesia. Hay servicios que difícilmente va a poder cumplir un varón, y es ahí
donde la mujer tiene que ocupar su lugar.
Hay
“obras de misericordia” (Ro. 12:8b, 13) que están esperando a las mujeres de Dios
para su realización. Están las “buenas obras” de 1ª Timoteo 5:10: la práctica
de la hospitalidad, el lavar los pies de los santos, socorrer a los afligidos,
y, en general, toda buena obra.
2.
ENTRE LOS NO CREYENTES.
Hay
una piedad práctica que puede desarrollarse entre los incrédulos, de lo cual
nos da buen ejemplo la hermana Dorcas, de Jope. (Hechos 9:36-39). Ella
“abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.” Ella favorecía a las viudas
pobres de la ciudad confeccionándoles túnicas y vestidos. El amor práctico que
ella sembró en esas mujeres dio lugar, después de su muerte, a una dramática
intercesión ante el apóstol Pedro, para su resurrección.
La
piedad práctica de Dorcas sembró una semilla en el corazón de esas viudas que
dio después fruto para la gloria de Dios.
Cuando
una mujer hace misericordia a los no creyentes, hallará sin duda la oportunidad
para testificar de su fe. Entretanto, debe servirles con amor, como al Señor.
3.
EN SUS NEGOCIOS.
La
mujer virtuosa de Proverbios 31 nos da ejemplo en esto. ¿Qué hace ella? Ella
trabaja con sus manos la lana y el lino (v.13), y cuida sus negocios (v.18).
“Aplica su mano el huso, y sus manos a la rueca”. (v.19). Ella “hace telas, y
vende, y da cintas al mercader.” (v.24).
No
está vedado para la mujer de Dios ocuparse en estas cosas. Al contrario, puede
ser de bendición para su marido y para sus hijos, el contar con algunos
recursos para atender a necesidades especiales de la familia.
De
manera que la mujer de Dios puede servir a Dios más allá de su hogar, pero sin
descuidar su hogar. Si atiende bien su casa, podrá ir tan lejos como quiera (en
sujeción); si no, tendrá una pérdida irreparable.
Las
posibilidades de incursionar en ámbitos extra hogareños se harán más viables
una vez que los hijos hayan crecido. Entonces encontrará formas de acción que,
junto con darle ocasión de realización personal, le ayudará a mitigar el vacío
que los hijos van dejando tras su partida del hogar. Y sobre todo, le
permitirán ejercer plenamente su ministerio como mujer que ama a su Señor.
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Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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