MI
DIOS ES REY (¡QUE VIVA NUESTRO REY!)
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
¡Bendito el Rey que viene en el
nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Lucas
19:38
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Oh Dios, da Tus juicios al rey,
y Tu justicia al hijo del rey. Salmos
72:1
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Una de las muchas
razones del por qué nos dicen locos es porque andamos proclamando por ahí que
tenemos un Rey. ¡Sí, tenemos un Rey! ¡Y le adoramos! Aunque el mundo ya no hace
mucho caso de las monarquías, nuestro monarca sí es y será siempre digno de
toda alabanza y devoción. Él es el don inefable. ¿Saben lo que quiere decir
inefable? Lo inefable es lo que no se puede expresar con palabras humanas. Así
de sencillo. Lo grandioso de nuestro Rey, su bondad, misericordia, justicia y
gracia son inexpresables, no se pueden explicar con palabras porque el amor de
Dios no está sujeto a claves o códigos extraños. Con observar la creación
tendríamos bastante. Sólo un Rey que crea, salva y ama puede ser merecedor de
obediencia y gratitud.
El mundo ha puesto
coronas a gentes que no tienen cabeza. Ha entronizado a hombres y mujeres de
carne y hueso depositando en ellos sus esperanzas, su futuro, su supervivencia,
sus hijos y familias. Algunos han permanecido en el trono más de la cuenta,
otros se han “desmerengado” en el intento. Son los que, por falta de virtud,
dejaron que la iniquidad les castrara el alma. Son los que no pueden ver el sol
cuando amanece, no porque no tengan ojos, sino porque la luz del mundo, quien
es el Rey de la gloria, les es indiferente. Por tanto, sus
reinados,…irremisiblemente… pasarán.
Desde los tiempos en
que los israelitas pedían reyes para ser gobernados ignorando la monarquía
absoluta del Rey eterno, incontables son los castillos que se han desmoronado
con reyes de la misma estirpe y similar fragilidad. Hasta hoy. Si Ud. no lo
cree, mire a su alrededor.
El profeta Zacarías
anunciaba con júbilo la llegada del Rey: ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita
de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y
humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna. (Zacarías 9.9)
Al comentar el Salmo
72, Ch. Spurgeon decía: “El punto culminante de nuestros deseos, la cumbre de
nuestras oraciones -y lo será siempre-, es contemplar a Jesús exaltado como Rey
de reyes y Señor de señores…Él es la figura central, el foco de toda la
gloria”. Gracias Spurgeon por este recordatorio.
Y así llegamos a otro
año por la gracia de Dios. La cultura y las filosofías continuarán llenándose
de estatuas y homenajes babilónicos a reyes y reinas de la necedad a la altura
del más impío rostro de la postmodernidad. Y así será hasta que el mundo
engendre un nuevo fetiche-icono-ídolo que lo supere. Y Pablo nos advierte para
continuar alertas: “Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía
que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este
mundo y no conforme a Cristo”. (Col 2.8)
¡Nosotros tenemos al
único Rey! Soberano y humilde, poderoso y eterno, majestuoso y sensible. Su
Cruz es el refugio y la brújula en todo tiempo. Su amor, nuestra fortaleza. Su
corona, los redimidos de esta humanidad. Su música, nuestro gozo. El concierto
que ofrece cada día lleva las notas de la esperanza, con “graves” para los que
no le conocen, “sostenidas” para los fieles y “agudas” para los que alguna vez
le conocieron, se creyeron reyes y se perdieron en sus propios castillos de
banalidad. Él espera el regreso de estos últimos y habrá otra vez fiesta en el
cielo.
Nuestro Dios es REY y
SEÑOR. Su gloria es el propósito nuestro, glorificarle en esta vida. Mientras
estemos de paso por este mundo, lo mejor es venir a Él, seguirle a Él, creerle
a Él, hablar de Él. Que en este año nuevo nuestros labios se llenen de
alabanzas para el Rey. Derribemos a “esos reyes” desatinados y verdugos de su
gracia (la aflicción, la duda, la inseguridad, la ira, la falta de perdón).
Vivamos en la gracia y la verdad que es Cristo. ¡Que viva nuestro Rey!
Lectura sugerida: Salmo 72
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