SER
PRÓJIMO - LA PREGUNTA NO ES ¿QUIÉN? SINO ¿CÓMO?
Fuente: Samuel Caraballo
Congregación León de Judá
Acercándose, le vendó sus
heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia
cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Lucas
10:34
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Tendrá compasión del pobre y
del necesitado, y la vida de los necesitados salvará. Rescatará su vida de la
opresión y de la violencia, y su sangre será preciosa ante sus ojos. Salmos
72:13
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Una de las
características que más me impresiona de Jesús durante su ministerio en Galilea
es su sagacidad pedagógica. En los evangelios podemos leer como los opositores
de Jesús siempre le tendían 'emboscadas teológica' con el deseo de
desprestigiarlo. Sin embargo, con su sabiduría divina, el Maestro no tan solo
resolvía las polémicas presentadas, sino que también tornaba los episodios de
provocación en momentos de aprendizaje para el beneficio de todos sus oyentes.
Este es el patrón pedagógico que encontramos en el muy conocido relato de Lucas
10:25-37; “la parábola del buen samaritano”.
A manera de prueba,
un “intérprete de la ley” que se encontraba en el área, le lanza una “carnada”
a Jesús en forma de pregunta piadosa: “¿qué haré para heredar la vida eterna?”
Curado de espanto, Jesús le rebota la pregunta al intérprete: “¿Qué está
escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” Resulta ser que el “intérprete” sabía la
respuesta de su propia pregunta, pues citó a Deuteronomio 6:5 junto con
Levíticos 19:18 como todo un profesional de las escrituras. Así Jesús parece
haber puesto punto final a la pregunta capciosa del conocedor de la ley.
Sorprendentemente, al piadoso letrado todavía le quedaba una preguntita por
hacer:
…¿y, quien es mi
prójimo?...
Es aquí donde Jesús,
quizás un poco cansado de la impertinencia del provocador, decide presentar un
parábola como método educativo, tanto para el hombre que buscaba su atención,
como para todos aquellos en su proximidad; eso nos incluye a usted y a mí. Para
apreciar la enseñanza vital de Jesús a nuestras vidas a través de esta parábola
debemos prestar atención a un detalle muy importante.
Es sumamente esencial
reconocer que Jesús nunca le contestó la pregunta, “¿quién es mi prójimo?” al
intérprete de la ley. Al final de la parábola Jesús lo que le pregunta al
hombre es: ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró [ser prójimo] del que
cayó en manos de los salteadores?
La clave aquí es la
aseveración “ser prójimo”. El interés de Jesús en esta ilustración no es
determinar si nosotros logramos o no identificar a nuestro prójimo. Más bien,
el llamado de Cristo a nuestras vidas es el de “ser prójimo” de aquellos que
han caído en “las manos de los salteadores”.
Es interesante notar
que tanto el sacerdote como el levita pudieron identificar “quien era su
prójimo”. Sin embargo, al ver el hombre moribundo, ambos rehusaron “ser prójimo”
del victimario y cruzaron al otro lado del camino. Quizás estos sintieron pena
por el hombre mientras se alejaban de él. Quizás cuestionaron la efectividad de
sus acciones en un lugar desolado. O simplemente cayeron presos de sus miedos.
En cambio el samaritano, fue movido por la compasión y asumió el riesgo de ser
prójimo al desconocido.
Nosotros, en nuestra
rol de “intérpretes de la ley” a veces confundimos nuestra tarea. Nos hemos
dedicado a la función de “identificar al prójimo” ya sea por nuestro juicio o
nuestra “pena”. Jesús, a través de esta parábola, desea transformar nuestra
pregunta de “¿quién es mi prójimo?, a ¿cómo puedo ser yo el prójimo de aquellos
tendidos en las veredas desoladas de la vida? En otras palabras, Jesús nos
invita a ser la clase de prójimo que él fue.
¡Obviamente, es
imposible ser como Cristo por nuestra propia moralidad o determinación! Cuando
Jesús nos dice “Ve y haz tú lo mismo” él nos está invitando a reconocer lo
tergiversado de nuestras acciones humanas. Sin la dirección del Maestro, hasta
nuestras interrogantes necesitan ser transformadas. Por lo tanto, la tarea de
ser prójimo es un encargo que solo se cumple cuando rendimos nuestras vidas a
los pies de Cristo. Es solo en el poder regenerativo del Espíritu Santo que
podemos ser buenos samaritanos y samaritanas, (2 Corintio 5:17). Sin el poder
de la resurrección de Cristo en nosotros, nuestras actos de beneficencia son
actos de moralidad hueca.
Por lo tanto te invito a reflexionar en la
importancia de [ser prójimo] en vez de sentir la necesidad de descubrir quién
es nuestro prójimo. Es solo en el reconocimiento de nuestra imposibilidad y la
aceptación del poder de Cristo en nuestras vidas que podemos transicionar del
“¿quién?” al “¿cómo?”.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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