EL
VALOR DE INTERCEDER POR LOS PERDIDOS
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Por lo cual Él también es
poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a
Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos. Hebreos
7:25
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Te ruego, oh Señor, que Tu oído
esté atento ahora a la oración de Tu siervo y a la oración de Tus siervos que
se deleitan en reverenciar Tú nombre. Nehemías
1:11
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Habitamos en un mundo
que está en ruina espiritual. El pecado y el desconocimiento del Dios viviente
y creador es la única causa del desmoronamiento de los valores sustentados su
Palabra. Nuestra confianza descansa en la promesa de que la Palabra es eterna,
permanece y perdurará para siempre, a pesar del desenfreno de los estándares
del ateísmo. El secularismo ha instituido sus propios valores y los ha
disfrazado con un aparente manto de piedad, pero en el fondo no son más que
deformaciones del carácter del hombre impío para ir contrario a los designios y
la voluntad de Dios: el egoísmo, la vanagloria, la envidia, el libertinaje. “El
dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la
luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”(2 Co 4.4).
Refiere la Palabra
que Nehemías sintió la necesidad de volver a Jerusalén a reconstruir los muros
de la ciudad tras recibir el informe del estado de ruinas en que se encontraban
hacía muchos años (Neh 1). El pueblo de Dios, sin murallas para protegerse, se
sentía indefenso, desalentado, sin ánimos de levantarse a emprender la obra. Un
sentimiento de desolación y desamparo se había adueñado de los que habían
regresado del destierro en Babilonia. La ruina también era moral.
El pecado produce eso. Se pierde el rumbo, se pierde el alma y hasta que no haya confesión y arrepentimiento, no sucederá nada. Nehemías oró, confesó sus propios pecados y sólo después clamó por restauración a favor de su pueblo. “Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.”(Neh 1.4). Los versículos siguientes (5-11) expresan el valor de la intercesión de un siervo de Dios por los perdidos – creyentes y no creyentes-, la expresión de solidaridad y sometimiento a la voluntad de Dios de un hombre que clama favor de sus hermanos.
El pecado produce eso. Se pierde el rumbo, se pierde el alma y hasta que no haya confesión y arrepentimiento, no sucederá nada. Nehemías oró, confesó sus propios pecados y sólo después clamó por restauración a favor de su pueblo. “Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.”(Neh 1.4). Los versículos siguientes (5-11) expresan el valor de la intercesión de un siervo de Dios por los perdidos – creyentes y no creyentes-, la expresión de solidaridad y sometimiento a la voluntad de Dios de un hombre que clama favor de sus hermanos.
A más de 2000 años de
distancia de Nehemías, no necesitamos hoy que nos llegue algún emisario a
informarnos que “las murallas de nuestras ciudades están en ruinas y sus
puertas consumidas por el fuego”. La realidad está delante de nosotros. Lo
sabemos, pero no intercedemos lo suficiente en favor del pueblo de Dios para
que Él restaure las ruinas que produce la desobediencia y obre en el corazón de
un mundo que se pierde. ¿Cuánto nos sentamos como Nehemías a reflexionar en
ello? ¿Cuánto lloramos por la desgracia de un hermano que se apartó de la fe y
cayó en la ruina moral? ¿Ayunamos por la salvación espiritual de las naciones y
pueblos que niegan al Dios vivo? ¿Cómo están las murallas de nuestras vidas?
El reino de Dios
precisa intercesión por los perdidos. Es un valor a cultivar en cada uno de sus
hijos. Dios no rechaza oración; sus ojos están sobre los justos y sus oídos
solícitos al clamor del corazón que ora para que el Reino se fortalezca (Sal
34.15). Las murallas que rodean nuestra vida en Cristo necesitan ser
encomendadas una y otra vez al Señor. Somos débiles y sólo en Cristo recibimos
la fuerza y el poder del Espíritu para edificarnos y restaurarnos. Estamos
comprometidos a orar por los perdidos y también por todos los creyentes. Pablo
le exhortaba a los efesios: Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones
y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.” (Ef.
6.18)
Nehemías entendió el valor de interceder por la
salvación y la reedificación espiritual de sus hermanos. La reconstrucción de
la muralla iba a ser el preámbulo de una restauración espiritual que llevaría
al pueblo a la más profunda adoración y obediencia. Mi oración es que en cada
uno de nuestros pueblos y naciones se levanten hombres y mujeres intercesores
como Nehemías, quien dejando la opulencia y la comodidad de un palacio,
reconoció la grandeza y fidelidad del Dios del pacto, para teñir de sudor su
camisa y reclamar sus promesas de redención.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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