¿HASTA CÚANDO ES
SUFICIENTE?
Fuente: Vanessa Brito
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
Una vez
escuché en una película que las mujeres estamos hechas para aguantar. No
recuerdo el título de la película pero la escena está fresca en mi mente. Era
una madre soltera afroamericana que mientras lavaba ropa a mano le decía con
mucha rabia y resentimiento a su pequeña hija que las mujeres nacieron para
aguantar.
Esa frase se quedó grabada en mi mente, y empecé a ver a
mí alrededor y darme cuenta de lo cierto que es y de lo activo y vivo que está
el término “aguantar” en nuestras vidas. Nos guste o no, muchas de nosotras no
hacemos otra cosa más que aguantar.
Desde niña aguanté cada pelea y discusión de
mis padres sin poder expresar o decir nada. En la escuela aguantaba las risas y
burlas de mis compañeros de clase por mis zapatos ortopédicos, mis
dientes con aparatos, un cabello incontrolable y para de contar, al
parecer yo tenía todos los defectos habidos y por haber.
En mi adolescencia me tocó aguantar el dolor y la
pérdida de un “primer amor” esa primera ilusión que en su momento es lo más
emocionante y lo más hermoso, pero ahora vista desde mi perspectiva “adulta”
era solo ¡una bobada! igualmente, ¡me dolió!
Graduarme de bachillerato y entrar en una universidad
pública fue un milagro divino. No tenía ni el promedio ni la inteligencia, pero
Dios movió sus fichas, me hizo entrar y estudiar ahí por 2 años. En los cuales
la acción de “aguantar” tomó un nuevo nivel porque uno de mis profesores trató
de hacerse el inteligente conmigo y me contactaba de maneras poco académicas, el
asunto nunca llegó a nada y pude pasar la materia con el mínimo puntaje
requerido.
Todo lo descrito anteriormente lo considero cosas suaves
o superficiales en el tema de aguantar en comparación con lo que vino después.
Soy de las que piensan que cualquier dolor físico se
puede aguantar pero cuando la situación involucra la mente y los sentimientos
se ponen más cuesta arriba de aguantar. Una de esas cosas inaguantables, sin
sentimientos, no buscada por nadie, que va y viene; cómo podemos la esquivamos
y es absolutamente desgarradora se llama -soledad.
La cuestión con la soledad es que se le da mucho
espacio, más del que debería tomar. Entonces, pensamos desesperados las maneras
para correrla de nuestra vida y es ahí donde nuestro razonamiento disminuye y
empezamos a buscar o rodearnos de gente con la que en la vida y en nuestro sano
juicio jamás contactaríamos y empezamos a aguantarnos sus cargas emocionales y
personalidades.
Puede ser esa amiga que alguna vez fue muy cercana a ti
pero de la noche a la mañana se volvió una loca rumbera y consumidora en
exceso de bebidas alcohólicas y que en cada reunión armaba el show y terminaba
yéndose con un tipo que acababa de conocer en vez de irse a casa contigo como
habían acordado.
Puede ser ese primo que ha estado siempre en problemas
con la ley y con el orden. No estudió ni trabajó, sobrevive porque tu tía/tío
lo mantiene, entonces te dices a ti mismo -a pues, es mi familia, ¿Qué voy a
hacer? Tengo que aceptarlo y quererlo así. Entonces empiezas a arriesgar tu
tranquilidad y estabilidad por andar haciendo tonterías con tu primo.
Hay un tercer escenario que es mi favorito, el más
doloroso y difícil de superar de todos… Volver con él o a la ex. Cuando la
soledad invade, cualquier salida de escape es válida, te repito nuestro
razonamiento está por el piso cuando la soledad abunda.
Lo que sucede aquí es que todo aquello que nos hizo
romper con esta persona, aquello que considerábamos irremediable, que cruzaba
todo límite de irrespeto, infidelidad, deshonestidad, se torna menos doloroso y
hasta aceptable.
Empiezas a dudar y a preguntarte: ¿Será que exageré
mucho? Quizás fulanito/fulanita estaba bromeando cuando me armó aquella escena
de celos con mi hermano/a. Piensas que esa persona se merece un premio nobel
“al aguante” porque estás consciente de que eres difícil de aguantar o soportar
y él/ella lo hacía.
Otra cosa que sucede es que los bellos recuerdos de los
momentos felices florecen y florecen en tu mente, cosas de las que nunca te
acordabas cuando estaban juntos las puedes ver como si ocurrieron hace 2 horas.
Mi pregunta en este caso es: ¿Por qué los recuerdos y las cosas buenas no las
tomábamos en cuenta antes, cuando éramos pareja? Ahora que estás acompañado de
la señora soledad sí las vemos. ¡Qué triste!
En fin, te pones en contacto con el ser amado-dejado y
vuelven otra vez a su enfermiza relación que es una especie de competencia en
la que se mide el que más aguante. De un momento a otro terminará de nuevo por
alguna falta del uno o del otro o de los dos y se comienza el ciclo una vez
más.
No hemos nacido ni estamos hechas para aguantar, quiero
editar esa parte de esa película porque ese mensaje transcendió en mi vida y
quizás en la vida de muchas otras mujeres jóvenes que seguro se pasaron el
switch, como hice yo, y nos destinamos todas a aguantar y aguantar.
El momento en que algo que era fácil, natural y
espontáneo comienza a complicarse, deja de fluir, empieza a afectar tu
equilibrio emocional, tu trabajo, tus estudios, tus amistades, altera tu ritmo
de vida, tu personalidad, tus horas de sueño, tus hábitos alimenticios, te
genera dolor físico y lo más importante, interfiere en tu relación personal con
Dios… ¡Déjalo! significa que estás aguantando.
Este ciclo me lo aguanté 2 años y me ha costado un
universo no volver a caer en él. Entre tanto desbalance y de tanto pensar,
llegué a darme cuenta de que eso no era sano, si es amor de verdad, se ama y
basta, no se aguanta.
Sin embargo, en mis momentos débiles, simplemente lloro,
le digo a Dios que me disculpe un par de minutos y que ignore mis lágrimas
porque sé que su plan es mucho mejor que cualquier disparate que incluya
aguantar que pueda venir a sugerirme la soledad.
Y tú, ¿Cuántas veces has roto el ciclo? O ¿Qué esperas
para dejar de aguantar?
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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