EL DÚO PERFECTO
Fuente: Ana María Frege Issa
Este
artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
Hace poco
leí la historia de Margaret Patrick, una pianista estadounidense que en 1982
sufrió un derrame cerebral que la dejó deshabilitada de su lado derecho.
Después de meses de recuperación llegó al Centro Geriátrico de Vida
Independiente del Sudeste para empezar su terapia física.
En la
primavera de 1983, cuando Millie McHugh, un antiguo miembro del equipo,
presentó a Margaret a la gente del centro, advirtió la mirada de dolor en sus
ojos cuando miraba el piano.
-¿Algún
problema? -preguntó Millie.
-No -repuso
Margaret en voz baja- Sólo que ver un piano me trae recuerdos. Antes de mi
hemiplejia, la música era todo para mí.
Millie miró
la inutilizada mano derecha de Margaret, y después de un momento le dijo:
-Espere aquí. Enseguida vuelvo.
Volvió a los
pocos minutos, seguido de cerca por una mujer bajita de cabellos blancos y
gruesos anteojos. La mujer se ayudaba a caminar con un andador.
-Margaret
Patrick -dijo Millie- le presento a Ruth Eisenberg, ella también tocaba el
piano, pero, al igual que usted, no ha podido tocar desde su hemiplejia. La
señora Eisenberg tiene bien su mano derecha y usted tiene bien la izquierda, y
yo tengo la sensación de que las dos juntas pueden hacer algo maravilloso.
-¿Sabes el
Vals en re bemol de Chopin? -le preguntó Ruth. Margaret asintió.
Se sentaron
juntas al piano. Dos manos sanas, una con largos dedos negros llenos de gracia,
la otra con cortos y regordetes dedos blancos, se movieron rítmicamente a lo
largo de las teclas de marfil y ébano. Desde ese día, se sentaron juntas al
teclado cientos de veces: la mano derecha inútil de Margaret alrededor de la
espalda de Ruth, la mano izquierda paralizada de Ruth sobre la rodilla de
Margaret, mientras su mano buena toca la melodía y la mano buena de Margaret
ejecuta el acompañamiento.
En la banqueta
del piano, estas dos mujeres han compartido más que la música. Pues allí,
cuando empezaron con Chopin, Bach y Beethoven, aprendieron que tenían más en
común de lo que jamás soñaron: las dos eran bisabuelas y viudas (el marido de
Margaret murió en 1985), ambas perdieron hijos, ambas tenían mucho que dar,
pero ninguna podía hacerlo sin la otra.
Compartiendo
la banqueta del piano, Ruth oyó a Margaret decir: -Mi música me había sido
arrebatada, pero Dios me dio a Ruth.
Y,
evidentemente, parte de la fe de Margaret se le ha contagiado a Ruth cuando se
sientan juntas durante estos últimos cinco años, porque Ruth ahora dice: -Lo
que nos reunió fue un milagro de Dios.
Así como
Margaret necesitaba Ruth para volver a tocar el piano, nosotros necesitamos de
nuestra familia, amigos, compañeros de fe para poder seguir adelante, para
hacer grandes cosas. Es posible que nunca podamos hacer solos lo que haríamos
uniendo fuerzas, Dios nunca pone gente a nuestro lado por casualidad, sino que
todos nos enseñan y complementan en algún aspecto. Anímate a conocer más a la
gente, podrías tener más en común de lo que imaginas.
“Vivan en
armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la
compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!” Romanos 12:16
(NTV)
Pero además
de esos seres que nos aman, acompañan o que podrían cambiar tu vida,
cuentas con el mejor de los compañeros: Dios. Si lo invitas ser parte de
tus sueños y de tus proyectos, la melodía de tu vida será inolvidable.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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