EL
VALOR DE LA BIBLIA COMO NUESTRA ÚNICA REGLA DE FE Y PRÁCTICA
Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Toda Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en
justicia. 2 Timoteo 3:16
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Pondré dentro de ustedes Mi
espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis
ordenanzas. Ezequiel 36:27
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Nos llaman el pueblo
de la biblia. ¡Qué privilegio! Ser el pueblo de la biblia significa que
admitimos soberanamente que ella es la palabra de Dios y tiene autoridad final
sobre todas las cosas, es confiable, suficiente, que su mensaje es claro y no
puede ser quebrantado (Juan 10:35) porque es indestructible y contiene palabra
de vida eterna (Juan 6:68).
Las murallas ya
estaban reedificadas, el pueblo se había establecido en sus casas y ciudades y
Nehemías se había convertido en su líder político. El sacerdote Esdras era
reconocido ya como el líder religioso y espiritual del pueblo, quien, como un
solo hombre, lo llamaba ahora para que le leyera la Ley de Dios. La lectura de
la palabra de Dios provocó el llanto y la consternación. Ellos reconocían que
Dios en su palabra les estaba recordando sus faltas y la necesidad de
arrepentirse. Los líderes del pueblo y los levitas interpretaban la ley para
que entendiera y toda la congregación se humillaba ante Dios reconociendo sus
rebeliones en arrepentimiento y solicitando su misericordia (Nehemías 8 1-9).
Dios estaba interesado en la condición de los corazones de su pueblo, más que
en cualquier otro asunto.
El drama no puede ser
más actual. Necesitamos una y otra vez volver a las Escrituras para ser
confrontados, escuchar desde el púlpito de Dios que su palabra contiene todo lo
que necesitamos para confiar en Él y obedecerle desde nuestro corazón. Los
líderes reclaman y oran por avivamientos, pero no puede haber renovación
espiritual si no hay confesión de pecados y obediencia a su palabra. No
necesitamos un clamor, sino una rendición total y absoluta a su voluntad,
grabarnos la palabra y encarnarla en nuestra propia vida extendiendo su
influencia a la familia: “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te
mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. (Dt 6:6).
Necesitamos que el
Señor infunda cada día su Espíritu en cada uno de sus hijos. El buen ánimo y el
gozo vienen de nuestra comunión con Dios, de la confesión y el arrepentimiento
de nuestros pecados, de la obediencia. ¿De qué nos vale tener una biblia y no
buscar continuamente la orientación y la dirección del Señor para vivir vidas
que nos edifiquen y le glorifiquen? Nehemías, al ver al pueblo triste y
temeroso de la ira de Dios al escuchar su palabra- recordatorio de su
desobediencia y rebeliones- les alentó: “No estén tristes, pues el gozo del
Señor es nuestra fortaleza” (Neh 8.10).
El mundo llena sus
anaqueles de manuales y folletines para intentar instruirnos en vivir una
“buena vida”. Hay libros para todos y para todo. Algunos satisfacen nuestras
expectativas intelectuales, pero ninguno puede convertirse en nuestra regla de
fe y práctica. La palabra de Dios es un tesoro insondable, una fuente
inagotable de verdades que necesitamos aprender y grabar en nuestros corazones
para vivir el gozo del Señor. El arrepentimiento y la confesión del pecado
mueven el corazón de Dios y nos imparte su perdón. Tal sentimiento de su gracia
nos conduce a la alabanza y la gratitud por su misericordia y amor. En este
mundo de ruinas y valores abandonados la palabra del Señor trae luz y
esperanza. ¡Oremos juntos para ser hacedores de ella en el dulce nombre de
Jesús!
Lectura sugerida: Nehemías 8
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