AUNQUE NO VEAS LOS FRUTOS
Ana María Frege Issa
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
En un pueblo
rodeado de montañas vivía un anciano al que la gente del lugar llamaba el
“Loco”.
La gente se
reía al verlo pasar y se burlaba de él. El hombre iba humildemente vestido, sin
posesiones, sin una casa que se fuera de su propiedad, sin una esposa ni hijos;
como diría mucha gente era un desdichado y como opinaban otros, era un
inútil que no beneficiaba a la sociedad.
Pero este hombre viejo ocupaba su vida sembrando árboles
en todos los lugares donde pudiera. Sembraba semillas de las cuales
nunca vería ni las flores ni el fruto y nadie le pagaba por ello y tampoco se
lo agradecían, nadie lo alentaba y por el contrario, era objeto de burla ante
los demás.
Sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Rey de aquel lugar, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino. Al pasar por aquel lugar y encontrarse al “Loco” le preguntó: “¿Qué haces, buen hombre?”
Sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Rey de aquel lugar, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino. Al pasar por aquel lugar y encontrarse al “Loco” le preguntó: “¿Qué haces, buen hombre?”
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“Sembrando Señor, sembrando” Respondió el anciano.
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“Pero, ¿cómo es que siembras? Estás viejo y cansado, y seguramente no
verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces?” Preguntó
el Rey.
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“Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros
coman”.
El Rey quedó
admirado con la sabiduría de aquel hombre y le dijo: “Pero no verás los frutos,
y aun sabiendo eso continuas sembrando… Por ello te regalaré una monedas de oro,
por esa gran lección que me has dado”. El Emperador llamó a uno de sus guardias
para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro y las entregó al
sembrador.
El anciano
respondió:” ¿Ve, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto? Aún no la acabo de
sembrar y ya me está dando frutos, y aún más, si alguna persona se volviera
“loca” como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería
el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre
esperamos algo a cambio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos
devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos
que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos”.
El Rey lo
miró asombrado y le dijo: “¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti!, ojalá
hubiera más como tú en este mundo. Con unos cuantos que hubiese, el mundo sería
otro; mas nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos
impiden ver la grandeza de seres como tú. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando
contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearas
bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Dios te Bendiga!”.
Y terminado
esto, partió el emperador junto con su séquito, y el anciano siguió sembrando y
no se supo de su fin, no se supo si terminó muerto y olvidado por ahí en algún
cerro, pero él había cumplido su labor.
Los seres
humanos tenemos la tendencia de hacer las cosas esperando una recompensa, ver
los frutos de nuestro trabajo, ser reconocidos. Pero existen muchas veces que,
como el anciano al que llamaban “Loco” no veremos inmediatamente los resultados
pero debemos seguir haciendo las cosas con la misma dedicación y el mismo amor
que pondríamos a un trabajo que daría frutos inmediatamente.
Puede ser
que nunca lo sepamos pero con nuestras acciones, nuestro ejemplo, nuestras
palabras, podemos estar marcando la vida de las personas que nos rodean.
Siempre hay gente observándonos y todo lo que hacemos repercute.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo
de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor
recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
Colosenses 3:23
Que nuestras
acciones y palabras siempre sean las mejores, que siempre podamos sentirnos
felices y en paz por las semillas que sembramos, aunque no veamos sus
frutos ahora.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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