AMÁRRATE
A TU CONFESIÓN
En verdad les digo, que todo lo que ustedes aten
en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra,
será desatado en el cielo. Mateo 18:18
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Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y
de Jerusalén, en la casa del SEÑOR, delante del atrio nuevo, y dijo: Oh
SEÑOR, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos? ¿Y no
gobiernas tú sobre todos los reinos de las naciones?... 2
Crónicas 20:5
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Confrontado con la mayor crisis militar
de todo su reinado, el rey Josafat no sólo tomó tiempo para orar y clamar al
Señor, sino que se comprometió pública y visiblemente a buscar y esperar una
respuesta de parte de Dios.
Cuando el rey Josafat mandó a toda la
nación a orar y a ayunar, se estaba amarrando a su dependencia de la ayuda
divina. ¡Estaba comprometiéndose pública y espiritualmente! Estaba diciendo,
“Yo creo en el poder de la oración. Creo en el Dios que ha prometido intervenir
a favor de su pueblo el día en que clamemos a Él. Y creo lo suficiente como
para convocar a toda la nación y comprometer nuestra fe públicamente”. Josafat
se estaba tomando un gran riesgo al hacer esto. Estaba, en un sentido, poniendo
a prueba en una forma definitiva e irrevocable todo el sistema religioso que
fundamentaba la nación de Israel.
¿Cuántas veces muchos de nosotros hemos
decidido no orar públicamente sobre un asunto por temor de fracasar y quedar
mal ante los demás? ¡Seamos honestos! Ese tipo de omisión, nacida de una
actitud defensiva y falta de fe, representa una sutil expectativa de derrota
que le roba poder a nuestras oraciones. Cuando le dejamos saber a los demás que
estamos orando sobre un asunto específico, establecemos un compromiso
espiritual que le añade poder y peso a nuestras oraciones. Al verbalizar
nuestras peticiones en una forma pública, esto constituye un acto profético,
una declaración de fe que desata el poder de Dios y vigoriza nuestra oración.
Evidentemente, esto no se aplica a
ocasiones en que el Espíritu mismo nos dirige a reservar en privado ciertas
peticiones íntimas que sólo en un momento posterior, o quizás nunca, sean
compartidas con la gente alrededor nuestro. Pero por lo general, la
externalización de nuestras peticiones y decisiones espirituales representa una
declaración de guerra a los principados que pretenden agobiarnos, y una fuerte
declaración de confianza en la fidelidad de Dios.
“¡Comprométanse! Amárrense a sus metas espirituales.
Declárenlas. Compártanlas con dos o tres personas que crean y recuerden lo que
ustedes han declarado”. Hay un momento para cultivar las visiones de Dios en
silencio, en quietud y privacidad. Pero también llega el tiempo para anunciar
la visión, para declararla, y profetizarla (Hab 2:2). De esa forma, uno queda
comprometido y atado a su declaración de fe, y resulta más difícil echar para
atrás y abandonar el campo de batalla prematuramente cuando la cosa se ponga
dura y difícil.
Recibe una Bendición y
un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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