miércoles, 10 de julio de 2013

El Desafío de Crecer por las Buenas Obras.

EL DESAFÍO DE CRECER POR LAS BUENAS OBRAS
Palabra fiel es ésta; y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza (confianza), para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres. Tito 3:8
Yo, el SEÑOR, escudriño el corazón, Pruebo los pensamientos, Para dar a cada uno según sus caminos, Según el fruto de sus obras. Jeremías 17:10
Obrar a la manera de Cristo es más que hacer algo para Él. Lo primero está enfocado en la fe, lo segundo enfocado en lo que puede hacer el hombre. Es imposible satisfacer las expectativas de Dios si nos enfocamos en lo que pudiéramos hacer por Él porque nunca llegaremos a un estado de satisfacción que nos deje totalmente entusiasmados. Siempre tendremos la sensación de que nos falta por hacer algo más. La vida basada en lo que hacemos para Dios, inevitablemente pondrá a Dios en un segundo lugar y traerá a la larga cierta auto exaltación y orgullo. El cristiano adquiere una nueva perspectiva de la santidad si al trabajar con Dios uno se convence de que nuestra vida en Cristo está fundada en lo que Él ya ha hecho (y hace cada día) por nosotros.
Mi primera respuesta a la metamorfosis de la conversión consistía en enrolarme en cuanto trabajo “para Dios” aparecía. Y si no aparecía, yo me lo creaba. Estaba convencido de que “gastarme para Dios” acumulando horas de servicio y consagración en cualquier labor, era lo correcto. Años después Dios me hizo entender que estaba equivocado. Más que buscar en mi fe la razón del obrar en favor del evangelio de Cristo, estaba más concentrado en lo que aparentemente me haría recibir más bendición. Me deleitaba haciendo planes para Cristo y trataba inconscientemente de realizarlos con mis propios recursos. Me importaban más las obras, es decir mi desempeño y rendimiento humano, que mi fe. Me parecía que sin buenas obras era imposible agradar a Dios.
Sé que mis intenciones eran buenas y sé también que el Señor me perdonó por esos desatinos que vienen con el primer amor. La excitación del primer amor trae este tipo de locuras y a veces el enemigo se basa en nuestras buenas intenciones para desviarnos de los propósitos divinos. El propósito de Dios para nosotros no es que lleguemos a ser buenas personas y hagamos buenas acciones, sino conocerlo a Él cada día más mediante la fe para que por ella seamos promotores y hacedores de buenas obras.  
  Steven Furtick ha dicho con certeza: “el cristianismo no se trata de convertir a personas malas en buenas, sino de traer a la vida a aquellos que están muertos”.
La nueva vida en Cristo adquirida por fe; se vive por fe, se cimenta en la fe y se alimenta por la fe, de tal manera que el hacer buenas obras se convierte en algo natural como resultado de ese nuevo ADN que Cristo estableció en nuestros corazones para siempre. El Apóstol Santiago al abordar la doctrina de la sabiduría divina decía que el que se considerare sabio debía mostrar su sabiduría con un testimonio de buenas obras hechas con mansedumbre (Santiago 3:13).
Las buenas acciones (obras) dicen mucho de nuestra fe en Cristo. Ese buen hacer no se trata de una doctrina ni de un credo, tampoco de exhibir en la vitrina de las miserias humanas nuestro buen comportamiento hacia el prójimo buscando reconocimiento y aprobación de los hombres, sino de glorificar a Dios con la acción conveniente (buenas obras) hacia los demás, fundada en la fe que responde, en primer lugar, al cumplimiento de Su voluntad. El Señor nos advierte al respecto “Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa” (Mat 6.1). Sobran los comentarios. Jesús nos advierte sobre el pecado del orgullo, la vanagloria y la búsqueda de aceptación (de Dios y de los hombres) al hacer obras y buenas acciones cimentadas en la autocomplacencia y la vanidad. ¡El que no haya caído en esta sutil trampa del diablo, “que lance la primera piedra”!
En la medida que crecemos en la fe salvadora, las buenas acciones que realizamos elevan nuestra estatura espiritual. Los gigantes de la fe, llámense Daniel, José, Elías, Pablo o el propio Jesús fueron movidos a las buenas acciones entre los hombres porque su fe era inconmovible y su devoción al Padre un estilo de vida.
Así nosotros debemos añadir a nuestra fe los frutos de buenas obras. Esto es parte del crecimiento integral del cristiano. ¿Qué ganamos con profesar una gran fe y esconder las virtudes del Evangelio verdadero si le negamos al hermano el privilegio de bendecirlo con una buena acción, un gesto solidario ante la dificultad o un abrazo de aliento si lo precisa? Santiago afirma que las obras perfeccionan la fe cuando actúan ambas como un todo, cuando se complementan mutuamente en favor del prójimo. Refiriéndose a Abraham cuando este ofreció a su hijo Isaac sobre el altar, decía Santiago “Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo”. (St. 2.22).
Concluimos con una hermosa afirmación, tal vez la sentencia que más nos debe alentar a accionar con fe y buenas obras en un época de tanto egoísmo y egolatría: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Ef. 2.10 NVI). En otras palabras; porque hemos nacido de Dios estamos capacitados para hacer lo bueno y desechar lo malo. Él, desde siempre, lo había concebido en su generoso plan para nuestras vidas para hacerlas realidad desde nuestra fe en Jesucristo en beneficio de los demás.

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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