IMITANDO
A CRISTO - ORANDO COMO ÉL
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Cristo, en los días de Su
carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al
que Lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. Hebreos
5:7
|
||
Sea puesta mi oración delante
de Ti como incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde. Salmos
141:2
|
El Cristo divino en
su vida terrenal oró al Padre en su condición de hombre. El hombre que sintió
compasión observando a la multitud perdida "como ovejas sin pastor"
(Mt 9.36), el hombre que lloró ante la tumba de su amigo Lázaro (Juan 11.35) y
al ver la ciudad de Jerusalén (Lc 19.41) a pocos días de su muerte de cruz. Oró
con la convicción de ser escuchado por el Padre, con la certeza de que su
plegaria sería un legado de amor para los discípulos que también oyen su
clamor.
El Verbo que era Dios
(Juan 1.1) oró por nosotros, los que fuimos dados por Dios a su hijo Jesús para
ser testimonio en el mundo, para ser enviados a cumplir su misión. Si deseamos
ver el corazón del Dios - Hombre, su naturaleza humana, sus sueños y anhelos
para su iglesia, sus sentimientos de redención para el mundo, su temor
reverente hacia el Padre y su deseo de glorificarlo, volvamos a Juan 17, un
himno clamado del Dios encarnado, una oración que debemos imitar. La única
oración registrada de Jesucristo en “los días de su carne”.
“Padre santo,
guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno” (Juan 17.11) ¿Oramos con reverente sumisión? ¿Pedimos
porque el Señor guarde (proteja y cuide con celo) en su nombre a nuestros
hermanos? ¿Oramos por la unidad del cuerpo de Cristo, por ser una vía diligente
de bendición para los demás? ¿Por la multitud que anda “como ovejas sin pastor?
Dice Hebreos 5.7 que
Jesús fue escuchado por su reverente sumisión. ¿Qué significa esto para
nosotros? ¿Una oración “de pasada” para que Dios vea que le tenemos presente?
¡No!, más bien es un temor mezcla de amor y respeto que muestra disposición del
corazón a acatar la voluntad del Padre, cualquiera que fuera, sin
condicionantes. La oración de Cristo al Padre es reflejo del corazón celoso del
Señor invitándonos al servicio en beneficio de los demás, un recordatorio para
los cristianos que el sacrificio que hemos visto en Jesús en favor de otros es
también una manera de unirnos, de buscar una unidad espiritual, un solo sentir,
no en el sentido ecuménico, sino en la apropiación unánime del Espíritu para
ser “sal y luz” en un mundo de tinieblas. La unidad es vital para la iglesia si
queremos trastornar al mundo con el mensaje de salvación.
Una súplica de Jesús
a considerar en su oración: “Como tú me enviaste al mundo, yo también los he
enviado al mundo” (Jn 17.18). Una y otra vez el mensaje evangélico de redención
y vida eterna se manifiesta en los labios del Redentor; Él nos ha enviado al
mundo. No fue el pastor o la junta de misiones local, sino Jesús, quien en su
deseo de glorificar al Padre, le suplica que nos cuide y nos bendiga en la
misión. El mundo del primer siglo y del siglo XXI tienen mucho en común. El
cristianismo nació en el siglo I permeado de ideologías y filosofías que
manifestaban criterios diversos sobre Dios(es) y Cristo irrumpió en la historia
justo en el momento en que la historia le necesitaba para comenzar a establecer
un orden y encarnar al verdadero y único Dios. Por eso “fue enviado”, y así nos
envía hoy a un mundo que continúa jactándose en mostrar una canasta de dioses
para todos los gustos, colores y naciones. ¿No parece esta una buena razón para
imitar a Cristo, orar en favor del misionero que se conmovió al leer la oración
de Jesús por sus discípulos, orar porque el Señor nos dé un corazón apasionado
“para ser enviado”?
Una esperanza para ti y para mí: “Padre, quiero que
los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi
gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la
fundación del mundo”. (Juan 17.24). (Subrayado por mí). Estaremos donde Él
está, por su gracia y para su gloria. La oración de Jesús a punto de sufrir el
martirio de la cruz y padecer por nuestros pecados hasta la muerte, tenía un solo
propósito: la gloria del Padre. Por Cristo hemos sido santificados en la verdad
de su Hijo (Jn 17.17): Su palabra es verdad. Hermanos y hermanas, les invito a
la oración por los mismos motivos que tuvo Cristo y a imitarle en súplica a
Dios, mientras nos edificamos unos a otros, soportándonos y mostrando al mundo
el amor por el cual Él se entregó.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
No hay comentarios:
Publicar un comentario