jueves, 26 de junio de 2014

IMITANDO A CRISTO - ORANDO COMO ÉL

IMITANDO A CRISTO - ORANDO COMO ÉL
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que Lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de Su temor reverente. Hebreos 5:7
Sea puesta mi oración delante de Ti como incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde. Salmos 141:2
El Cristo divino en su vida terrenal oró al Padre en su condición de hombre. El hombre que sintió compasión observando a la multitud perdida "como ovejas sin pastor" (Mt 9.36), el hombre que lloró ante la tumba de su amigo Lázaro (Juan 11.35) y al ver la ciudad de Jerusalén (Lc 19.41) a pocos días de su muerte de cruz. Oró con la convicción de ser escuchado por el Padre, con la certeza de que su plegaria sería un legado de amor para los discípulos que también oyen su clamor.
El Verbo que era Dios (Juan 1.1) oró por nosotros, los que fuimos dados por Dios a su hijo Jesús para ser testimonio en el mundo, para ser enviados a cumplir su misión. Si deseamos ver el corazón del Dios - Hombre, su naturaleza humana, sus sueños y anhelos para su iglesia, sus sentimientos de redención para el mundo, su temor reverente hacia el Padre y su deseo de glorificarlo, volvamos a Juan 17, un himno clamado del Dios encarnado, una oración que debemos imitar. La única oración registrada de Jesucristo en “los días de su carne”.
“Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17.11) ¿Oramos con reverente sumisión? ¿Pedimos porque el Señor guarde (proteja y cuide con celo) en su nombre a nuestros hermanos? ¿Oramos por la unidad del cuerpo de Cristo, por ser una vía diligente de bendición para los demás? ¿Por la multitud que anda “como ovejas sin pastor?
Dice Hebreos 5.7 que Jesús fue escuchado por su reverente sumisión. ¿Qué significa esto para nosotros? ¿Una oración “de pasada” para que Dios vea que le tenemos presente? ¡No!, más bien es un temor mezcla de amor y respeto que muestra disposición del corazón a acatar la voluntad del Padre, cualquiera que fuera, sin condicionantes. La oración de Cristo al Padre es reflejo del corazón celoso del Señor invitándonos al servicio en beneficio de los demás, un recordatorio para los cristianos que el sacrificio que hemos visto en Jesús en favor de otros es también una manera de unirnos, de buscar una unidad espiritual, un solo sentir, no en el sentido ecuménico, sino en la apropiación unánime del Espíritu para ser “sal y luz” en un mundo de tinieblas. La unidad es vital para la iglesia si queremos trastornar al mundo con el mensaje de salvación.
Una súplica de Jesús a considerar en su oración: “Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo” (Jn 17.18). Una y otra vez el mensaje evangélico de redención y vida eterna se manifiesta en los labios del Redentor; Él nos ha enviado al mundo. No fue el pastor o la junta de misiones local, sino Jesús, quien en su deseo de glorificar al Padre, le suplica que nos cuide y nos bendiga en la misión. El mundo del primer siglo y del siglo XXI tienen mucho en común. El cristianismo nació en el siglo I permeado de ideologías y filosofías que manifestaban criterios diversos sobre Dios(es) y Cristo irrumpió en la historia justo en el momento en que la historia le necesitaba para comenzar a establecer un orden y encarnar al verdadero y único Dios. Por eso “fue enviado”, y así nos envía hoy a un mundo que continúa jactándose en mostrar una canasta de dioses para todos los gustos, colores y naciones. ¿No parece esta una buena razón para imitar a Cristo, orar en favor del misionero que se conmovió al leer la oración de Jesús por sus discípulos, orar porque el Señor nos dé un corazón apasionado “para ser enviado”?
Una esperanza para ti y para mí: “Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. (Juan 17.24). (Subrayado por mí). Estaremos donde Él está, por su gracia y para su gloria. La oración de Jesús a punto de sufrir el martirio de la cruz y padecer por nuestros pecados hasta la muerte, tenía un solo propósito: la gloria del Padre. Por Cristo hemos sido santificados en la verdad de su Hijo (Jn 17.17): Su palabra es verdad. Hermanos y hermanas, les invito a la oración por los mismos motivos que tuvo Cristo y a imitarle en súplica a Dios, mientras nos edificamos unos a otros, soportándonos y mostrando al mundo el amor por el cual Él se entregó.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.

Centro Cristiano “Cristo es la Puerta” 

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