HUMILLÁNDONOS
COMO CRISTO
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Por lo cual Dios también Lo
exaltó hasta lo sumo, y Le confirió el nombre que es sobre todo nombre. Filipenses
2:9
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"Todo esto lo hizo Mi
mano, y así todas estas cosas llegaron a ser," declara el SEÑOR.
"Pero a éste miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que
tiembla ante Mi palabra." Isaías
66:2
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De lo bueno que Dios
demanda de sus hijos hacemos sólo un poco; tomamos únicamente aquellos consejos
de la biblia que nuestra mente finita percibe como necesidad. El consejo de
andar humildemente con Dios, vestirse interiormente de humildad es un mensaje
de toda la biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Pero nuestro amado Jesús lo
repitió una y otra vez. Imitar a Cristo es revestirse de humildad y
mansedumbre: “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que yo soy manso y
humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas” (Mt 11.29).
El mundo es altivo
por naturaleza. El orgullo y la arrogancia son atributos tan comunes en la
gente que cuando te encuentras a una persona humilde tal parece que hablas con
un ser de otro planeta. Conozco a uno. Se llama Miguel. Su familia le abandonó
y quedó solo con la única compañía de quien decía era su Salvador. Su casa se
convertía de vez en vez en albergue de gente pobre y de ancianos ambulantes sin
hogar que entraban a ella buscando pan y refugio y se marchaban al cabo
predicando a Cristo. Brindó su casa a una asociación para edificar allí un
templo. Quisieron darle dinero, pero Él prefirió donarla e irse a vivir a otro
lugar. Visitaba su casa ya convertida en iglesia…en calidad de siervo. Repartió
una buena porción de sus pertenencias entre las personas que visitaban la
iglesia. Su bondad no tiene límites.
Miguel puede visitar
cada día a un par de enfermos y estar al tanto de todos los que dicen tener
problemas. Fue advertido varias veces en su trabajo por predicar el evangelio,
pero Dios, en su gracia y soberanía, le dio la satisfacción de ver a las 6
personas de su departamento convertidas a Cristo. Su departamento fue bautizado
como “la iglesia” y a Miguel, burlonamente, le pusieron el sobrenombre de
“Mesías”. La historia es mucho más larga, pero finalmente Miguel “fue
trasladado” a otro centro de trabajo de menor categoría “por necesidades” de su
empresa. Él sigue siendo advertido y trasladado, pero Cristo le ha dado el gozo
de fundar, allí adonde lo envían y con una humildad y mansedumbre pasmosas, otras
“iglesias”. Vive humildemente, en lo espiritual y en lo material con una
complacencia y alegría que contagian. “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es
bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino sólo practicar la
justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” (Miqueas
6.8).
El Señor (nos)
demanda humildad. Jesús no se deja conmover por las euforias, ni las emociones
exteriores si no vienen del Espíritu y de un profundo quebrantamiento que rompe
las resistencias y durezas de corazón para iniciar allí, en el corazón contrito
(afligido, arrepentido), su obra regeneradora de gracia y salvación dando poder
para extenderla a los demás por amor y temor de Dios, nunca por intereses
personales solapados. “No hagan nada por egoísmo (rivalidad) o por vanagloria,
sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más
importante que a sí mismo no buscando cada uno sus propios intereses, sino más
bien los intereses de los demás” (Fil 2.3-4).
El sentido de humillación que demanda Jesús, lleva
implícita una alta expresión de obediencia a todo lo que demanda Dios.
Humillarse a sí mismo no es solamente rebajarse a una condición de menor
importancia, si no entregarle a Dios todo nuestro orgullo y arrogancia para que
Él, en obediencia a su palabra, los transforme en utilidad y virtud para
beneficio de otros. El cristiano que verdaderamente pone su vida y esperanza en
Cristo, se humilla, es obediente y experimenta su propia muerte en la cruz.
Dice el Señor: "La recompensa de la humildad y el temor del Señor son la
riqueza, el honor y la vida” (Proverbios 22.4). Un simple recordatorio: el
Señor siempre cumple sus promesas.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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