EL
LLAMAMIENTO
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Porque para este propósito han
sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo
para que sigan Sus pasos. 1 Pedro 2:21
|
||
Por el SEÑOR son ordenados los
pasos del hombre, ¿Cómo puede, pues, el hombre entender su camino? Proverbios
20:24
|
Esta es una
invitación a la imitación del Cristo vivo. El Cristo que nos llegó a los
latinoamericanos de la Europa del siglo XVI con el coloniaje y que nos acompañó
hasta principios de siglo XX era el símbolo de la cultura del sufrimiento y de
la muerte. Un Cristo triste, retratado o esculpido básicamente en dos facetas y
actitudes: como un niño tierno de ojos celestes en el regazo de su madre
terrenal; o de adulto, con sus ojos cerrados, cuerpo ensangrentado, agónico,
místico, sin poder, su cuerpo lacerado y herido mostrando la huella de toda la
ira de los hombres y de Dios, sin alma, sin esperanza, impotente. Un Cristo
sólo para inspirar compasión y lástima. Un Cristo sin gracia, “molido por
nuestras iniquidades” (Isaías 53.5), pero sin perspectiva para la humanidad. En
aquel Cristo importado no había signos de victoria sobre la cruz; la
resurrección y la vida para esperanza de los pecadores estaban ausentes en el
mensaje visual. Ser desafiado a predicar la Buena Nueva con este trasfondo de
tristeza y muerte pareciera ser un acto casi imposible. ¿A quién imitar? ¿Para
qué imitarlo?
El mensaje no está
completo sin el Cristo vivo: el Cristo Redentor; el dador de una vida nueva, el
barredor de pecados y tristezas, el que perdona, el que corona con gracia y
brinda una paz incomprensible para la mente y corazón humanos, el que se
humilla y fue obediente al Padre hasta la muerte (Filipenses 2), el que
responde a la oración que se eleva conforme a su voluntad. A este debemos de
imitar.
Cristo nos ha dado
una identidad, lo que significa que todos somos idénticos (iguales) en Él y esa
sola razón es suficiente para que no descansemos en la imprescindible y difícil
tarea de intentar conocerle cada día más. Conocerlo a Él es conocer a quien le
envió. Si no conocemos al ejemplo (el modelo), entonces no sabemos bien a quién
vamos a imitar. ¿Quién conoce a Cristo, su mente, su corazón, lo suficiente
como para auto-titularse cristiano al 100%? ¿Quién lo ha imitado de tal manera
que ha alcanzado un grado sumo de santidad? La meta es Cristo, la carrera hacia
Él es en sí el propio desafío a correrla sin importar el premio. Pablo
declaraba a los corintios: “Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de
Cristo. (1 Co 11.1) y a los efesios: “Sean, pues, imitadores de Dios como hijos
amados” (Ef 5.1). Pablo no estaba ensalzando su carrera como seguidor de
Cristo, sino brindando un testimonio apostólico digno de imitar porque estaba
sustentado en una verdad: él intentaba imitar a Cristo.
Hoy casi un tercio de la población mundial dice
seguir a Cristo,…pero ¿cuántos tratan de imitarlo? ¿Por qué imitarlo? Porque Él
es el centro de la historia, el centro de las Escrituras, el centro y corazón
de la misión de su iglesia. Sólo Cristo es digno de imitar. Les invito, amados
hermanos y hermanas, a mirar juntos algunos de los aspectos más relevantes
expuestos en el Nuevo Testamento que nos motivan a imitar al Cristo vivo e
incomparable, con el ruego de que Él nos bendiga en este itinerario espiritual.
Hemos sido llamados a imitarle (1 Pedro 2.21).
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
No hay comentarios:
Publicar un comentario