EL
VALOR DEL COMPROMISO PERSONAL EN LA OBRA DE DIOS
Faustino de Jesús Zamora Vargas
Fuente: Congregación León de Judá.
Él también nos hizo suficientes
como ministros (servidores) de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. 2
Corintios 3:6
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Bendigan al SEÑOR, ustedes Sus
ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutan Su mandato, obedeciendo la voz
de Su palabra. Salmos 103:20
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Todos tenemos parte
en la obra de Dios, sin excepción. Ser ministros de Cristo significa que hemos
comprendido que Cristo anhela expresar su vida en nosotros a través de un
corazón de siervo. El lebrillo y la toalla deben estar entre los utensilios que
cargamos para honrar al Señor en amor hacia los demás. Aprender, con amor, a
lavar los pies del hermano y aun del que no lo es. Servimos a Dios, a los
creyentes y a los incrédulos por imperativo del Señor. No es una opción. Todos
hemos sido llamados al ministerio, a la vocación de servir, pero con
compromiso. En un mundo en ruinas espirituales y morales, esto pareciera un
asunto de locos. Nadie se compromete hoy si no existen beneficios de por medio.
El egoísmo y el individualismo no dejan ver a tres pasos adelante, son
inhumanos y rapaces.
En el capítulo 9 de
Nehemías, el Señor nos habla del compromiso personal en la obra de Dios. El
templo y las murallas habían sido restaurados, pero el corazón del pueblo
todavía coqueteaba con el pecado. Esdras y Nehemías, siervos de compromiso del
Altísimo, llevaron a sus paisanos a la convicción de depender de Dios, confesar
y arrepentirse de sus rebeliones y de sus olvidos de la gran misericordia y
bondad de Dios a través de generaciones y ahora, en una nueva etapa de
renovación espiritual, humillados y en adoración, firmaban un pacto de
compromiso a obedecer la Ley de Dios y volverse a él (Neh 10). El compromiso
quedaría sellado por escrito. Cada uno dejó su nombre escrito para que hoy
supiéramos el valor que tiene el comprometerse delante de Dios a hacer su
voluntad. Dios enrumbó el corazón de su pueblo a través de su palabra.
La Biblia informa,
forma (moldea) y transforma. Había un sincero deseo de ser transformados y de
seguir en obediencia la palabra de Ley.
Los tiempos han
cambiado. Vivimos bajo un nuevo pacto, el del Espíritu que da vida en Cristo
Jesús. Es por su gracia. Pablo decía: “pues por medio de él la ley del Espíritu
de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte”. (Ro 8.2). ¡Que
bendición! Los méritos de Cristo en la cruz y su resurrección me han liberado
de la muerte eterna. ¡Aleluya! ¿Cómo no amarlo, cómo no comprometernos desde
nuestro corazón a ser sus siervos y ministros de por vida? ¿Cómo andan nuestros
compromisos personales con el Señor?
Este mundo en ruinas
pasará, los pactos y compromisos humanos se deshacen y mueren con la misma
vehemencia que se conciertan, pero su Palabra permanece para siempre. En el
Salmo más largo de la Biblia, el salmista declara: ¡Mi herencia eres tú, Señor!
¡Prometo obedecer tus palabras! (Sal 119.57). Esa es la clave de nuestro
compromiso con Cristo. Nuestra obediencia.
Mi oración es que
Dios nos ayude, amados hermanos y hermanas, a hacer esta misma declaración y
cumplirla. Nuestra vida se llena de gozo al saber qué herencia más
incorruptible tenemos.
Lectura sugerida: Nehemías 10
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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