¿POR QUÉ LAS MUJERES SON
INFIELES?
Norma Pantojas
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
El aumento de los casos de infidelidad se ha comprobado
en infinidad de investigaciones. La empresa venezolana Tendencias Digitales
realizó una encuesta por Internet a 13 mil hombres y mujeres, mayores de 18
años, provenientes de 11 países de América Latina (Diario, El comercio.pe,
2011). Según la encuesta, un 63 por ciento de la totalidad de los usuarios
entrevistados dice haber sido infiel al menos una vez, aunque no necesariamente
lo haga actualmente. Al contabilizar las respuestas por género se observó que
un 70 por ciento de los hombres han sido infieles. La cifra de las mujeres que
admitieron alguna infidelidad fue de un 55 por ciento. Esta cantidad resulta
alarmante si tomamos en cuenta que hace tan sólo unas décadas las mujeres
infieles eran vituperadas y castigadas severamente, sanción que no se le
aplicaba a los hombres. En su afán de tener los mismos derechos, ahora muchas
mujeres quieren igualar al hombre hasta pecando. Por eso, como muchos hombres
son infieles, ellas dicen, “Yo también voy a ser infiel”. ¡Mujer, valórate! Se
imita lo bueno, no se copia lo que nos denigra. La igualdad jamás se debe
perseguir en las debilidades ni en los defectos de carácter.
La mujer, que por naturaleza necesita sentirse amada, si
no tiene unos principios arraigados en su corazón, da pasos a esos amoríos
que crecen como la espuma y son muy dulces al principio, pero su final es
amargo. Me atrevo a inferir que esta terrible práctica de la infidelidad es una
venganza colectiva que muchas mujeres han adoptado por la propia infidelidad,
los menosprecios, los rechazos, la indiferencia y el desamor que ellas han
sufrido y están sufriendo todavía de parte de muchos hombres. Pero la mujer
debe tener claro que la venganza siempre es negativa y que debemos imitar lo
bueno, no lo malo. Las acciones negativas de los demás nos deben servir para
mostrarnos lo mal que nos veríamos y cuánto sufriríamos si hiciéramos lo mismo.
Cada día aumentan más los casos de infidelidad femenina.
En las consejerías la mayoría de las mujeres me confiesa que no saben cómo
cayeron en este abismo. Ellas habían creído que jamás harían algo así. Explican
que no se sentían valoradas por su esposo, que han llegado a sentirse como un
mueble más en la casa, que entre su esposo y ellas solo existe una relación
sexual, porque ellos no hablan. Sé muy bien lo que ellas quieren decirme: En su
relación no hay conexión emocional.
Recuerdo a una terapeuta norteamericana que le decía a
los hombres: “¿Quiere que su esposa le sea fiel? Pues háblele, háblele,
háblele”. El hombre infiel busca sexo, pero la mujer infiel busca comunicación
significativa. Las mujeres necesitan primero la conexión emocional que les hace
sentirse amadas y respetadas. Ellas anhelan caricias, besos, abrazos, detalles,
hablar de sentimientos, en fin, ser escuchadas. Pero el hombre muchísimas veces
no conoce la necesidad o no está dispuesto a esforzarse por aprender a hacerlo.
Por esa razón, en la relación matrimonial un gran número de ellas viven en un
desierto emocional, convirtiéndose así en un terreno fértil para la infidelidad
cuando alguien se acerca y les dice engañosas palabras de elogio que ella nunca
había oído.
Digo
palabras engañosas porque quien pretende una mujer que esté casada, no
tiene buenas intenciones.
Con todas las razones mencionadas, de ninguna manera
estoy justificando la infidelidad. Porque a fin de cuentas, quien es infiel
decide ser infiel y lo hace porque todavía no ha logrado grabar en su corazón
los principios divinos que son los que le permiten vencer los sentimientos
equivocados. Eso se llama tener carácter. La infidelidad no es la solución a
los problemas o necesidades que la mujer puede confrontar, por el contrario, la
sumerge en un mar de dolor y culpabilidad.
La mayoría de las mujeres que han pasado por esta amarga
experiencia me dicen que se sienten muy sucias y se les hace muy difícil
perdonarse a sí mismas. A esta carga emocional le añadimos que socialmente el
adulterio se percibe como un acto espantoso e imperdonable cuando lo hace la
mujer; mientras que cuando el infiel es el hombre, se considera como algo
normal y hasta menos condenable. No obstante, la desobediencia a los principios
divinos no tiene género; es pecado y trae consecuencias negativas y
dolorosas tanto para el hombre como para la mujer, los hijos, la familia
y la sociedad.
Si Dios nos dice en Su Palabra que no adulteremos y que
quien lo hace no tiene sabiduría porque está practicando algo que es para su
propia destrucción, ¿por qué desobedecerlo? Graba en tu corazón estas palabras
de Jesús. Respondió Jesús y le dijo: —Si alguno me ama, mi
palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra
morada con él, (Juan14:23)
Si haz caído en este grave error Dios te dice en este
día: pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla
y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el
cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra, (2Crónicas 7.14).
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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