martes, 4 de febrero de 2014

¿POR QUÉ LAS MUJERES SON INFIELES?

¿POR QUÉ LAS MUJERES SON INFIELES?
Norma Pantojas
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.


El aumento de los casos de infidelidad se ha comprobado en infinidad de investigaciones. La empresa venezolana Tendencias Digitales realizó una encuesta por Internet a 13 mil hombres y mujeres, mayores de 18 años, provenientes de 11 países de América Latina (Diario, El comercio.pe, 2011). Según la encuesta, un 63 por ciento de la totalidad de los usuarios entrevistados dice haber sido infiel al menos una vez, aunque no necesariamente lo haga actualmente. Al contabilizar las respuestas por género se observó que un 70 por ciento de los hombres han sido infieles. La cifra de las mujeres que admitieron alguna infidelidad fue de un 55 por ciento. Esta cantidad resulta alarmante si tomamos en cuenta que hace tan sólo unas décadas las mujeres infieles eran vituperadas y castigadas severamente, sanción que no se le aplicaba a los hombres. En su afán de tener los mismos derechos, ahora muchas mujeres quieren igualar al hombre hasta pecando. Por eso, como muchos hombres son infieles, ellas dicen, “Yo también voy a ser infiel”. ¡Mujer, valórate! Se imita lo bueno, no se copia lo que nos denigra. La igualdad jamás se debe perseguir en las debilidades ni en los defectos de carácter.
La mujer, que por naturaleza necesita sentirse amada, si no tiene unos principios arraigados en su corazón, da pasos a esos amoríos que crecen como la espuma y son muy dulces al principio, pero su final es amargo. Me atrevo a inferir que esta terrible práctica de la infidelidad es una venganza colectiva que muchas mujeres han adoptado por la propia infidelidad, los menosprecios, los rechazos, la indiferencia y el desamor que ellas han sufrido y están sufriendo todavía de parte de muchos hombres. Pero la mujer debe tener claro que la venganza siempre es negativa y que debemos imitar lo bueno, no lo malo. Las acciones negativas de los demás nos deben servir para mostrarnos lo mal que nos veríamos y cuánto sufriríamos si hiciéramos lo mismo.
Cada día aumentan más los casos de infidelidad femenina. En las consejerías la mayoría de las mujeres me confiesa que no saben cómo cayeron en este abismo. Ellas habían creído que jamás harían algo así. Explican que no se sentían valoradas por su esposo, que han llegado a sentirse como un mueble más en la casa, que entre su esposo y ellas solo existe una relación sexual, porque ellos no hablan. Sé muy bien lo que ellas quieren decirme: En su relación no hay conexión emocional.
Recuerdo a una terapeuta norteamericana que le decía a los hombres: “¿Quiere que su esposa le sea fiel? Pues háblele, háblele, háblele”. El hombre infiel busca sexo, pero la mujer infiel busca comunicación significativa. Las mujeres necesitan primero la conexión emocional que les hace sentirse amadas y respetadas. Ellas anhelan caricias, besos, abrazos, detalles, hablar de sentimientos, en fin, ser escuchadas. Pero el hombre muchísimas veces no conoce la necesidad o no está dispuesto a esforzarse por aprender a hacerlo. Por esa razón, en la relación matrimonial un gran número de ellas viven en un desierto emocional, convirtiéndose así en un terreno fértil para la infidelidad cuando alguien se acerca y les dice engañosas palabras de elogio que ella nunca había oído. Digo palabras engañosas porque quien pretende una mujer que esté casada, no tiene buenas intenciones.
Con todas las razones mencionadas, de ninguna manera estoy justificando la infidelidad. Porque a fin de cuentas, quien es infiel decide ser infiel y lo hace porque todavía no ha logrado grabar en su corazón los principios divinos que son los que le permiten vencer los sentimientos equivocados. Eso se llama tener carácter. La infidelidad no es la solución a los problemas o necesidades que la mujer puede confrontar, por el contrario, la sumerge en un mar de dolor y culpabilidad.
La mayoría de las mujeres que han pasado por esta amarga experiencia me dicen que se sienten muy sucias y se les hace muy difícil perdonarse a sí mismas. A esta carga emocional le añadimos que socialmente el adulterio se percibe como un acto espantoso e imperdonable cuando lo hace la mujer; mientras que cuando el infiel es el hombre, se considera como algo normal y hasta menos condenable. No obstante, la desobediencia a los principios divinos no tiene género; es pecado y trae consecuencias negativas y dolorosas  tanto para el hombre como para la mujer, los hijos, la familia y la sociedad.
Si Dios nos dice en Su Palabra que no adulteremos y que quien lo hace no tiene sabiduría porque está practicando algo que es para su propia destrucción, ¿por qué desobedecerlo? Graba en tu corazón estas palabras de Jesús. Respondió Jesús y le dijo: —Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él, (Juan14:23)
Si haz caído en este grave error Dios te dice en este día: pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra, (2Crónicas 7.14).

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.

Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”

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