jueves, 18 de septiembre de 2014

HUMILDAD

HUMILDAD
Fuente: Milagros García Klibansky
Congregación León de Judá
Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas. Apocalipsis 4:11
De Ti proceden la riqueza y el honor; Tú reinas sobre todo y en Tu mano están el poder y la fortaleza, y en Tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. 1 Crónicas 29:12
Humildad es una palabra muy escasa en nuestros días, pero más escasa es la práctica de la misma. Para algunos humillarse es una palabra vergonzosa. Sin embargo, reconocemos que Jesús vivió una vida de humildad, esto nadie lo pone en duda; reconocemos además que nosotros queremos ser igual a Él, todos sabemos que esto es un gran reto porque reconocemos que Él es perfecto.
En nuestros reconocimientos nos cuesta trabajo llegar a reconocer cuan débiles somos, cuán incapaces somos para reconocer que necesitamos mucha ayuda, toda la ayuda del mundo y esa solo la puede dar Jesús. Reconocer nuestras incapacidades es más que exaltar nuestras capacidades pues si Dios se glorificara en ellas, no sería gloria, Él se glorifica en nuestras debilidades y ser humildes no es nuestro fuerte.
Algo que tenemos que reconocer, es que una vida de humildad tiene que ser una vida de Servicio. Según Marcos 10 42-45 Jesús estaba dejando bien claro que nuestra vida no nos había sido dada para que otros nos sirvieran, sino para vivir sirviendo a los demás, solo en este acto de servicio podíamos engrandecernos y para llegar a ser el primero en el reino, debíamos ser esclavos de todos, porque Él, que era Señor, se humilló hasta donde ninguno de nosotros vamos a llegar, porque no tenemos un alma como la suya.
Cristo fue capaz de llevar sobre Él nuestro yugo para que nosotros le imitáramos y pudiéramos ayudar a los otros a cargar el suyo (Mateo 11. 29), mansa y humildemente. Cuan dulce es el reposo después de tanto cansancio.
Para esto es necesario vivir lavando pies. Es grato es lavar los pies de aquellos a quienes amamos. Pero lavar los pies a quien nos hiere, ¡Eso es otra cosa! Pero Jesús lavó pies.
Jesús no solo lavó los pies de Juan, el discípulo amado.
Jesús lavó los pies que iban a correr a entregarlo.
Jesús lavó los pies que iban a huir de la furia romana.
Jesús lavó los pies de quien iba a negarlo 3 veces.
¿Hubieras tú lavado esos pies aun sabiendo lo que iban a hacer? A Jesús no le importaba, Él quería que supieran su disposición para amar, a pesar de ellos, Él estaba dispuesto a amarlos y estaba dejándoselos muy claro.
Ellos le harían daño a su corazón, Él les daba una muestra de amor y humildad. Jesús lava nuestros pies. Nosotros lo crucificamos con nuestros actos.
Recuerda esto, cada vez que hagas un bien a alguien, estás lavando sus pies. Así que quítate el manto, cíñete la toalla, pon agua en tu lebrillo, que hay trabajo suficiente. Reconoce que si el Rey del Universo pudo, tú no eres mayor que Él.

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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