¡VAMOS A COMER!
Por Mimi Greenwood Knight:
Fuente: Giovanna
reflexiones-cristianas.org
El mejor instrumento para acercar más a su familia
podría ser sentarse en el comedor de la casa en este momento. ¿Ve esa cosa
larga de madera con cuatro patas y sillas alrededor de ella? Sí, es su mesa del
comedor.
Si su familia es como muchas, es posible que tenga que
quitar una capa de polvo o una pila de papeles antes de que pueda utilizarla.
Recoja, entonces, los papeles y rocíela con algún pulimento, porque valdrá la
pena.
El protocolo de las comidas en familia
Antes, cenar en familia era la norma, no la excepción.
Se encendían las luces de la calle, los niños dejaban de jugar, y se dirigían a
casa para comer arroz, frijoles y carne. Allí estaban papá y mamá y el resto de
la familia, y aunque no todas las conversaciones durante la cena eran
divertidas, era alrededor de la mesa que los hijos llegaban a saber qué creían
sus padres.
Allí era donde se transmitía la fe de la familia, donde
los niños heredaban los valores de sus padres, y donde podían hablar tanto de
los logros como de las frustraciones del día.
Entonces, ¿qué sucedió con esas reuniones por las
noches de papá, mamá y los hijos alrededor de la mesa? Las comidas en familia
hoy día tienen que competir con actividades después de clases y los asuntos
pendientes en casa, los entretenimientos electrónicos, los dos trabajos de los
padres, y miles de variables más. Lograr reunir a todos al mismo tiempo y en el
mismo lugar puede ser una hazaña monumental.
Hagan la prueba
Entonces, ¿por qué hacer el esfuerzo? Para empezar,
porque estudios muestran que los niños que se reúnen regularmente con sus
padres alrededor de la mesa, tienen un vocabulario más amplio, sacan mejores
calificaciones, y son menos propensos a experimentar con drogas y relaciones
sexuales prematrimoniales.
Por otra parte, muchos hogares son como casas de huéspedes
cuyos habitantes se cruzan para hacer cada quien su propia actividad. Es hora
de detenerse y relacionarse unos con otros. Los hijos tienen hoy un millón de
voces que gritan en sus oídos, mensajes que les harían a ustedes encogerse de
miedo. Esa mesa olvidada del comedor puede ser el lugar ideal para que ellos
escuchen la única voz terrenal a la que prestarán atención por encima de todas
las demás —la suya.
A hablar, entonces
Las comidas en familia hacen resurgir la tradición
oral, la conversación. Así es. Los expertos en desarrollo infantil dicen que
los niños —especialmente los adolescentes— se comunican mejor con sus padres
cuando tienen una actividad secundaria que elimine parte de la presión. Untar
con mantequilla una rebanada de pan, volver a llenar el vaso de jugo, y
servirse un poco de ensalada en el plato, proporciona la distracción perfecta
para que ustedes les pregunten cómo les fue en el día, compartir sus creencias
y escucharlos, haciendo que sus hijos se sientan lo suficientemente cómodos para
abrirse y compartir también sus intereses y preocupaciones.
Una vez que la comunicación se vuelve fluida, ustedes
tienen la oportunidad de analizar con sus hijos las experiencias que tuvieron
en el día, para ayudarles a tener la perspectiva de Dios y considerar las cosas
en un contexto bíblico. No se trata de darles un sermón, ni de tener un
devocional familiar, sino de un tiempo para conectarse, animar, exhortar y
hacer preguntas sobre todo lo que el mundo les hizo experimentar ese día.
El Dr. Donald W. Welch, profesor de Educación Cristiana
y Estudios de la Familia en MidAmerica Nazarene University, compara a momentos
como éstos, con hacer depósitos en la cuenta bancaria emocional de un niño.
Cuando las cosas se vuelvan problemáticas entre usted y su hijo, o cuando
llegue a una edad en que comenzará a alejarse de la familia, el recuerdo de las
veces que se sentaron a comer juntos será de inmenso valor. Usted descubrirá
que esa experiencia le ayudó a acumular un jugoso “saldo” que puede utilizar.
Decídanse a hacerlo
Mírenlo de esta manera. Las cosas más valiosas de la
vida exigen resolución. Su entrenamiento físico, el estudio de la Biblia, el
tiempo a solas con Dios, la interacción con su cónyuge, no son por casualidad.
Ustedes tienen que reconocerlas como una prioridad, y luego tomar la decisión
deliberada de realizarlas. Comer juntos como familia no es diferente. Decidan
que esto es importante. Luego, piensen en cómo van a hacerlo.
Para la mayoría de nosotros, comer juntos siete —o
incluso cinco— noches a la semana no es fácil cuando tenemos ensayo del coro,
lecciones de ballet, fútbol, clases de música y asuntos de la escuela. ¿Por qué
no pensar en sólo tres noches a la semana? Ahora bien, coloquen un calendario
familiar en un lugar visible, y pida que todos anoten allí sus compromisos
semanales. Si al comienzo no pueden reunirse sino dos veces por semana, o
incluso una, que cada miembro de la familia se comprometa seriamente a sacar
tiempo para cenar juntos los días en que estén disponibles. Sigan después estos
consejos para aprovechar al máximo su tiempo juntos:
Esperen. Si alguno en la familia tiene que llegar un
poco más tarde a casa, tengan algunas meriendas saludables para comer, hasta
que todos estén presente.
Relájense. No conviertan a las comidas en un tiempo
para regañar sobre las calificaciones de la escuela, o reñir por las tareas que
no hicieron. Mantengan las comidas libres de estrés, relajadas y entretenidas.
Cero electrónicos. Prohíban teléfonos celulares,
aparatos de video y cosas semejantes en la mesa. Apaguen el televisor, y dejen
que la máquina contestadora grabe los mensajes. El tiempo en familia se
convertirá en sagrado sólo si ustedes lo tratan como tal.
Trabajen en equipo. No pongan sobre un solo miembro de
la familia la carga de cocinar y limpiar después de cenar. En vez de eso,
preparen las comidas juntos, y túrnense las tareas, como servir y limpiar la
mesa, y lavar los platos.
Preguntas abiertas. No aburran a sus hijos con veinte
preguntas sobre su día. Más bien, compartan el día de ustedes con ellos, y
anímenlos a hacer preguntas para conseguir que ellos también lo compartan.
Escuchen activamente. Nuestros hijos rara vez dicen lo
que está en sus mentes cuando nosotros queremos. Cuando ustedes sienten que no
están consiguiendo nada, ese es el momento que ellos deciden hablar. Sepan
cuándo hablar y cuándo callarse y escuchar.
Enseñen, no prediquen. Sí, las comidas en familia son
un buen momento para enseñar modales en la mesa, pero háganlo de una manera
relajada y divertida. Una idea es susurrar “malos modales” en el oído de cada
persona, para representarlos esa noche, y dejar después que el resto de los
miembros de la familia traten de identificarlos en los demás. Se sorprenderá de
lo que aprenderán los niños viendo hacer algo de manera incorrecta.
Sean creativos. Túrnense para preparar un postre
favorito, o para escoger un tema de conversación para la noche. O pida que cada
uno diga una cosa agradable acerca de cada uno de los que están en la mesa,
incluidos ellos mismos.
Sean flexibles. Si los niños tienen ideas en cuanto a
cómo les gustaría hacer algunas cosas, estén abiertos a sus sugerencias.
Simplifiquen. Las comidas no deben ser especiales o
formales. Usen platos de cartón y servilletas de papel si no les gusta limpiar.
Cuando lo único que pueden llevar es una pizza, o si es más fácil salir a
cenar, háganlo.
Tengan el tiempo en familia en cualquier momento. No
tiene que ser en la hora de la cena. Planeen un desayuno-almuerzo un sábado, y
un almuerzo un domingo.
Manténgase firmes. Declaren que las comidas juntos son
una prioridad, aunque eso signifique competir con entrenadores deportivos y
otros adultos que planeen actividades después de clases, que interfieran con el
tiempo en familia.
Hagan de las comidas en familia su nuevo proyecto
favorito. Esperen oposición al comienzo, sobre todo si comer juntos no ha sido
una prioridad. Pero sospecho que una vez que ustedes y el resto de la familia
se den cuenta de los lazos y los recuerdos felices que pueden crearse alrededor
de la mesa del comedor, la hora de la comida con su familia se volverá pronto
en el momento preferido del día.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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