CÓMO DEBEMOS ORAR: TRES MODELOS 3
Extracto del libro
“El Ministerio de Oración de la Iglesia”
Por Watchman Nee
Publicado por:
Edgardo Tosoni
Devocionaldiario.org
CONTINUEMOS.
3. “Vosotros, pues, oraréis así”.
Ahora veamos cómo nos enseña el Señor a orar. Esta
oración se conoce comúnmente como la oración del Señor. Esta opinión está
equivocada. Porque esta no es la oración propia del Señor; es la oración que
Él nos enseñó. Esto está muy claramente establecido en Lucas 11: 1-4. Debemos
aprender muy bien esta oración.
“Vosotros, pues, oraréis así”. Orar así no significa
repetir estas palabras cada vez que oramos. No, el Señor no quiere dar a
entender eso de ningún modo. Él nos está enseñando cómo orar, no está diciéndonos
que repitamos estas palabras.
Desde que comenzó el mundo, a menudo se han ofrecido
oraciones a Dios. Generación tras generación, vez tras vez, incontables
personas han acudido a Dios en oración. Raras veces hay personas que oran bien.
Muchos piensan en lo que ellos mismos desean tener; pocos ponen atención a lo
que Dios quiere. Por esta razón, el Señor Jesús abre su boca para enseñarnos a
orar como aquí lo indica. Y este tipo de oración tiene un tremendo peso,
grandeza y profundidad. Ahora bien, a menos que no tengamos la intención de
aprender, tenemos que aprender a orar “así”, si de alguna manera hemos de
aprender a orar. Porque Dios vino a la Tierra para hacerse hombre, y por
primera vez este hombre nos dice que sólo este tipo de oración es correcto.
El Señor quiere que oremos a “nuestro Padre que está en
los cielos”. El nombre “Padre” es una nueva manera en que los hombres pueden dirigirse
a Dios. Antes, los hombres lo llamaban, “el Dios Todopoderoso”, “el Altísimo”,
“el eterno Dios” o “Jehová Dios”; nadie se atrevía a llamar a Dios “Padre”.
Sólo aquellos que son engendrados de Él son los hijos de Dios. Sólo ellos
pueden dirigirse a Dios como “Padre”. Esta es una oración que se hace al “Padre
nuestro que estás en los cielos” y, por tanto, la hacen los que se basan en que
son hijos de Él. Cuán dulce y consolador es poder acudir a Dios y decirle:
“Padre nuestro que estás en los cielos”.
Originalmente, sólo nuestro Señor Jesús podía llamar a
Dios “Padre”; pero ahora, el Señor quiere que nosotros también lo llamemos
“Padre nuestro”. Grande en verdad es esta revelación. Si no fuera por el hecho
de que Dios nos amó tanto y dio a su hijo unigénito por nosotros, ¿cómo
podríamos llamarlo jamás “Padre nuestro”? Gracias a Dios, por la muerte y
resurrección de su Hijo, hemos llegado a ser hijos de Dios. Hemos obtenido una
nueva posición. De aquí en adelante, nuestra oración se hace a nuestro Padre
que está en los cielos. ¡Cuán íntimo, cuán libre y cuán exaltado es este hecho!
Que el Espíritu del Señor nos dé mayor comprensión de Dios como Padre, y
también la confianza de que nuestro Padre es a la vez amante y paciente. Él no
sólo oirá nuestra oración, sino que hará que tengamos el gozo de orar también.
Esta oración puede dividirse en tres parte: la primera
pertenece a las cosas de Dios, y es la oración que expresa los tres deseos de
nuestro corazón para con Dios (versículos 9, 10), que son de naturaleza más
básica; la segunda atañe a nuestros propios asuntos, y está constituida por
peticiones para que Dios nos proteja (versículos 11, 13a); en tanto que la
tercera es nuestra declaración, es decir, nuestras alabanzas a Dios (versículo
13b). Consideremos cada una de estas partes por separado.
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Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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