VIDA
PLENA - ACEPTADOS EN CRISTO
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Por tanto, acéptense los unos a
los otros, como también Cristo nos aceptó para la gloria de Dios. Romanos
15:7
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Así será bendecido el hombre
que teme al SEÑOR. Salmos 128:4
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Estoy convencido de que la
primera bendición que nos ha venido de Dios, luego de ser salvos, es que hemos
sido aceptados en Cristo. Muchos hermanos todavía creen que Dios nos acepta de
acuerdo a nuestro comportamiento y buenas obras. Este parece ser un enfoque
equivocado. Nuestras obras, si son buenas, son consecuencia de la fe, por
tanto, es la fe lo que cuenta para Dios en primer lugar. Es el Espíritu que
recibimos en el nuevo nacimiento. Pablo a los hermanos de Galacia: “Sólo quiero
que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la
ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje?” (Ga 3.2). Somos hechura de Dios
en Cristo para buenas obras porque hemos creído en Jesús. De ahí viene la
aceptación. Somos aceptados por la fe, porque hemos dado testimonio del hijo de
Dios.
No podemos caminar en la vida
cristiana como si fuéramos eternos deudores. Los deudores siempre se sienten
culpables, sienten como si tuvieran que hacer siempre algo para pagar las
deudas y entonces obtener nuevamente la aceptación de Dios. Como hijos de Dios
hemos sido aceptados por su gracia y misericordia. Nunca vamos a lograr con
nuestros esfuerzos ser lo suficientemente buenos para Dios. No podemos
“ganarnos” su aceptación. Dios nos la otorga por su gracia y amor en nuestro
Señor Jesucristo.
El mundo nos acepta por lo que
rendimos y hacemos, por el cumplimiento de las normas que nos impone en nuestro
diario vivir. Si eres exitoso, el mundo te acepta, te reconoce, te pone en
eminencia para ejercer autoridad sobre los demás. Cristo, por el contrario, te
dice: -Te acepto así como eres, deja que mi amor te transforme, te he bendecido
para que bendigas a otros -.
Si lo creemos de esta forma,
damos un testimonio de fe. Dios nos acepta porque hemos nacido de nuevo de
simiente “incorruptible”, de Cristo quien es el todo en todos. Eso es lo
determinante. El nuevo “yo” en Cristo me hace acepto a los ojos de Dios: “para
alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre
nosotros en el Amado” (Efesios 1.6). No se trata de mí, sino de Jesús, de lo que
padeció en la cruz cargando el pecado de todos nosotros para honrarnos con una
corona de justicia que no merecíamos: Al que no conoció pecado, lo hizo pecado
por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El. (2 Co 5.21).
Llevamos en nuestra alma las huellas de su sufrimiento, pero es para que
andemos en el Espíritu con agradecimiento, no para sentirnos culpables, sino
aceptados. Absolutamente nada de lo que hagamos va a cambiar la perspectiva que
Dios tiene de nosotros, ni va a modificar la intensidad de su amor. Si alguna
vez se ha creído que Él le acepta cuando “hace cosas buenas”, está poetizando
el evangelio. La realidad es que somos aceptos porque escuchamos su voz,
abrimos la puerta del corazón por fe y le dejamos entrar para darnos bendiciones.
El evangelio de Cristo no está cimentado sobre el desempeño tuyo o mío o el
afán desordenado – bien intencionado - de hacer y hacer cada día más, sino
centrado en la persona de Jesucristo. Él nos aceptó para su gloria. Un corazón
que se siente aceptado por Dios vive el evangelio para compartir el amor de
Cristo.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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