NO PELEES CON ÉL, TODAVÍA NO. 1
Por Alejandra
Stamateas
Publicado por:
Edgardo Tosoni
Devocionaldiario.org
Pasaje Clave: Romanos 5:5.
Una de las principales características de una persona
saludable es su capacidad de ilusionarse. El nacimiento de un hijo o de un
nieto, una fiesta que se aproxima, un viaje a punto de concretarse, son
ejemplos de eventos que nos mantienen ilusionados hasta el día en que ocurren.
¿Alguna vez estuviste muy ilusionado por algo? Cuando nos ilusionamos ponemos
tanta fuerza, tantas ganas en esa ilusión que se nos alarga la vida, porque
incluso después de ocurrido el evento que nos tenía ilusionados, nos mantenemos
con alegría, salud y fuerza.
La Biblia narra sobre Simeón, un hombre piadoso que
tenía una ilusión: ver la liberación de Israel, y Dios se lo había prometido.
Un día Simeón llegó al templo, y cuando le entregaron a Jesús, él lo sostuvo en
sus brazos y dijo: “Señor, ¡ahora sí puedes despedir a tu siervo en paz, porque
mis ojos han visto la salvación!”. Simeón se había ilusionado, la promesa de
Dios para él se había cumplido y ahora el hombre podía morirse tranquilo.
Cuando una persona se ilusiona vive con fuerzas y con
ganas hasta que llegue el momento del cumplimiento de la promesa. ¿Algo te
mantiene ilusionado? ¡Qué bendición es poder tener esperanza de que lo que
viene es maravilloso! Existen estudios que demuestran que las personas que le
quitan dramatismo a un problema lo resuelven más rápido; del mismo modo,
quienes le quitan dramatismo a una enfermedad se recuperan más rápidamente.
Ilusionarse es activar la esperanza, y para vivir bien necesitamos tener un
alto nivel de esperanza.
Dice la Palabra de Dios en Romanos 5:5 que “la
esperanza no avergüenza”, es decir, Dios nos asegura que la persona que tiene
esperanza nunca va a sentirse avergonzada. El Señor nunca te va a avergonzar,
¡eso que declaraste va a venir a tu vida! Pero entonces, ¿por qué algunas veces
perdemos la esperanza? Hay tres motivos principales:
a). Porque alguien nos falló. Alguien te hizo una
promesa y como no cumplió te sentiste defraudado. Te prometieron estar a tu
lado en los momentos difíciles y sin embargo no estuvieron, te dijeron que no
te iban a abandonar pero te abandonaron, te prometieron amor y recibiste
desprecio, y ahora sentís que perdiste la esperanza porque las personas te
fallaron.
b). Porque nos fallamos a nosotros mismos. Por ejemplo,
dijiste: “Este año voy a adelgazar”, y no pudiste, “no voy a volver a cometer
este error”, y otra vez lo cometiste. Te prometiste un montón de cosas que
después no pudiste cumplir, y entonces dejaste de ilusionarte, ya no tienes
esperanza con vos mismo. Piensas: “Ya no espero nada de mí. No me voy a
prometer hacer nada, porque no me veo con capacidad de cumplir. Ya lo intenté,
pero no pude”. En este caso, la desesperanza no es con las demás personas sino
con vos mismo.
c). Porque el sueño que Dios nos dio tarda en llegar.
Muchas veces sufrimos desesperanza porque eso que Dios nos prometió tarda en
llegar. Te parece que Dios no reacciona y empiezas a perder la esperanza con
Dios. Ya no crees que Dios pueda hacer nada. Decís: “Ya pasaron muchos años
luchando por alcanzar esto. Dios no me está escuchando”. Entonces pierdes la
esperanza y ya ni siquiera puedes adorar, sentís que ya con Dios no te pasa
nada, no tienes esa fuerza, esas ganas, esa expectativa de esperar que en
cualquier momento Dios vaya a descender con la promesa que te había dado.
La esperanza es un arma de victoria para nuestras
vidas. Entonces, ¿cómo podemos recuperarla?
1. JUGARNOS TODA NUESTRA FE.
La Biblia cuenta la historia de una mujer que vivió una
situación muy difícil: se le murió su hijo. En medio de esa situación tan
angustiante, esta mujer vio el final como el comienzo de una gran epopeya. En
lugar de leer esa situación de crisis por la que estás atravesando como tú
final, tienes que verla como un nuevo comienzo para que vuelvas a usar tu fe de
una forma diferente. La mujer de la historia no se dio por vencida. Ella tomó
al niño muerto y dijo: “¡Esto no se terminó acá!”.
Necesitas saber que la esperanza te recupera. Cuando te
dicen “no”, cuando te detectan una enfermedad, cuando te fueron infieles, tu tienes
que afirmar: “¡Esto no se terminó acá! Yo sé que Dios está en control. ¡Tengo
esperanza, activo mi fe y voy por mucho más!”.
(CONTINÚA…)
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