TODO LO QUE VA…..VIENE
Fuente:
Raúl Irigoyen
Renuevo
de Plenitud.com
Un
día, un hombre vio a una anciana, parada a un lado del camino, pero aún en medio
de la penumbra del día, pudo ver que ella necesitaba ayuda. Así que se detuvo delante de su Mercedes y se
bajó; su Pontiac todavía chisporroteaba cuando se le acercó.
Aún
con su sonrisa, ella se veía preocupada.
Nadie se había detenido para ayudarla en una hora; ¿iría él a
lastimarla? No se veía seguro; se veía
pobre y hambriento. Él pudo notar que
ella estaba amedrentada, parada en medio del frío. Él sabía cómo se sentía ella. Eran esos escalofríos que sólo el temor puede
colocar en uno. Le dijo: “Estoy aquí
para ayudarla, señora. ¿Por qué no se
mete en el auto donde está calientito?
De paso, mi nombre es Bryan Anderson”.
Bueno,
todo lo que tenía era un reventón, pero para una anciana, aquello era
suficiente. Bryan se metió debajo del
auto buscando un lugar para meter el gato, hiriéndose los nudillos un par de
veces; pudo reemplazar el neumático pronto pero tuvo que ensuciarse y le dolían
sus manos.
Al
terminar de apretar las tuercas, ella bajó la ventana y comenzó a
hablarle. Le dijo que era de San Luís y
que sólo estaba de paso; no sabía cómo expresarle su agradecimiento por la
ayuda.
Bryan
sólo sonrió mientras cerraba el baúl. La
anciana le preguntó cuánto le debía.
Cualquier cantidad habría estado bien para ella, podía imaginarse todas
las cosas malas que le pudieron haber pasado si él no se hubiese detenido. Bryan nunca pensó en recibir nada; para él,
esto no era trabajo. Estaba ayudando a
alguien en necesidad y Dios sabe que había muchos que le habían dado una mano
en el pasado. Había vivido toda su vida
de esta manera y nunca se le ocurrió actuar de otra manera.
Le
dijo que si realmente quería pagarle, la próxima vez que viera a alguien en
necesidad, le brindase la ayuda que necesitas y Bryan agregó: “Y piense en
mí”. Se quedó hasta que ella arrancó su
auto y se alejó; había sido un día frío y deprimente pero se sintió bien al
dirigirse a casa, desapareciendo en el crepúsculo.
Unas
pocas millas más tarde, la dama vio un pequeño café. Entró para comer algo y calentarse antes de
iniciar la última etapa de su viaje a casa.
Era un restaurante de aspecto lúgubre; afuera había dos viejos
surtidores de gasolina… todo el cuadro era foráneo para ella. La mesera se acercó y le trajo una toalla
limpia para secar su cabello mojado. Tenía
una dulce sonrisa, una que aún un día completo sobre sus pies no podía
borrar. La dama notó que la mesera
estaría como en su octavo mes de embarazo, pero nunca permitió que sus dolores
y cansancio afectasen su actitud.
La
anciana se preguntó cómo alguien con tan poco podía ser tan dadivosa con una
extraña… entonces recordó a Bryan.
Al
terminar la dama de comer, pagó con un billete de cien dólares. La mesera rápidamente fue a obtener el vuelto
para el billete pero la anciana se escabulló de una vez por la puerta. Ya se había ido para cuando la mesera
regresó, lo que la dejó pensando dónde pudiera estar la señora; fue entonces
que observó algo escrito en una servilleta.
Las
lágrimas aparecieron en sus ojos cuando leyó lo que la dama había escrito: “Ud.
no me debe nada… he estado allí también.
Alguien me ayudó una vez de la manera en que le estoy ayudando. Si quiere pagarme de vuelta, esto es lo que
puede hacer: No deje que esta cadena de amor se detenga”. Debajo de la servilleta había otros cuatro
billetes de cien dólares.
Bueno,
había mesas que limpiar y azucareras que llenar y gente a la que servir, pero
la mesera logró finalizar su día. Esa
noche cuando llegó a casa del trabajo y se subió a la cama, pensaba en el
dinero y en lo que la dama había escrito.
¿Cómo pudo saber esa señora cuánto ella y su esposo lo necesitaban? Con el bebé naciendo en un mes, iba a ser muy
duro… Sabía cuán preocupado estaba su
esposo mientras dormía a su lado; le dio un tierno beso y susurró en voz suave
y baja: “Todo va a salir bien… te amo, Bryan Anderson”.
Hay un viejo adagio que
reza: “Todo lo que va, viene de vuelta”.
Autor Desconocido
La
tierna historia de hoy nos habla de las múltiples oportunidades que Dios nos da
para hacer bien a quienes nos rodean, y en especial, a aquellos que, estando en
necesidad, Dios coloca en nuestro camino.
A veces nos ponemos a pensar en cómo sacarle provecho a cada
circunstancia sin darnos cuenta que el bien que hacemos, en realidad lo hacemos
al Señor mismo… y Él se encarga de recompensarnos a su debido tiempo.
Es
poco probable que aquellos a quienes ayudamos, sean los mismos que nos ayuden a
nosotros, pero tal y como sugirió la dama de la historia, necesitamos que “esa
cadena de amor” (y esta sí que es una cadena que vale la pena mantener) se siga
estirando hasta la eternidad.
¿Estaremos
dispuestos a sumarnos a ella?
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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