MI
DIOS ES CONSUELO
Fuente: Milagros García Klibansky
Congregación León de Judá.
El cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que
están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos
somos consolados por Dios.
|
||
Yo, Yo soy su consolador.
¿Quién eres tú que temes al hombre mortal, y al hijo del hombre que como
hierba es tratado?
|
Los seres humanos
usualmente culpamos a algo o a alguien de todo lo que nos sucede y lo peor de
todo es que a veces nos culpamos a nosotros mismos, sin darnos cuenta de que
eso nos hace caer en un círculo vicioso donde el error se convierte en culpa y
la culpa nos lleva a cometer nuevos errores y así se prolonga un suplicio que
conlleva a la total destrucción de nuestra autoestima.
Los que caminamos de
la mano de Dios debemos tener otra óptica. En primer lugar estamos convencidos
de que nada escapa de su control y de que su voluntad es la que prima en
nuestra vida. Si estamos convencidos de esto, entonces debemos buscar un
aprendizaje a través de toda situación.
Job estaba convencido
de que su vida estaba en las manos de Dios, “Porque Él es quien hace la llaga y
él la vendará; Él hiere y sus manos curan” (Job 5.18) Todas las palabras
inútiles y fatuas de sus amigos no lograron que Job perdiera el enfoque. Cuan
mejor hubiese sido que ellos le hubiesen transmitido compasión a través de sus
miradas y del toque cálido de una mano en el hombro.
Pero Job sabía que
vendría el consuelo, no de manos humanas, sino del propio Dios “Entonces Job se
levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró”,
¿Se imaginan a alguien adorando ante una noticia como la que acababan de darle?
“Y dijo: Desnudo salí
del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó; sea
el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios
despropósito alguno”. Job 1.20-22. Con seguridad Job consideraba que había un
propósito Divino en esta situación y confió en el consuelo que llegaría.
Sin embargo no llegó
de inmediato, sino que vinieron pruebas peores a su vida, pero Job se mantuvo
fiel, “porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11.27)
Durante muchos años
perdí mis embarazos, fueron 4 pérdidas, el último llegó a término, pero el niño
se asfixió con el cordón umbilical, tengo solo un hijo por la misericordia de
Dios al cual le plació que yo disfrutara ser madre.
La nuera de mi
esposo, que considero mi hija, cristiana, perdió su primer embarazo, estuve
todo el tiempo a su lado abrazándola y cantando alabanzas en medio de su dolor
que también era mío, pero Dios me había preparado muchos años atrás para este
momento y en ese dolor yo fui las manos de Dios, Él me usó para transmitir
consuelo y esperanza ante su pérdida. Hoy tiene una bella niña a la cual
amamos, pero ella nunca pecó, ella entendió que Dios tenía algo mejor para su
vida y esperó en Él.
El consuelo de Dios
viene disfrazado de múltiples maneras, una mano, un abrazo, un silencio, un
regalo, una ayuda, una simple presencia, un hombro presto a recibir un aluvión
de lágrimas. Dios está ahí, en cada consuelo que recibimos, pues cada vez que
nos mueve la misericordia hacia alguien que sufre, es el Espíritu Santo quien
está obrando.
No seamos
consoladores molestos como los que consolaban a Job, mejor sigamos el ejemplo
de Cristo. Sanar heridas, alimentar y devolver restaurada la oveja al rebaño es
nuestra responsabilidad.
Lectura sugerida: Salmo 86
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
No hay comentarios:
Publicar un comentario