MI
DIOS ES LIBERTADOR
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres. Juan 8:32
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El SEÑOR es mi roca, mi
baluarte y mi libertador; Mi Dios, mi roca en quien me refugio; Mi escudo y
el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable. Salmos
18:2
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Quien mejor aprecia
la libertad, es aquel que alguna vez estuvo preso. Lo más triste es haber
estado cautivo durante muchos años y ni siquiera haberte enterado de que no
eras libre. La libertad es un bien preciado porque para los que conocemos a
Cristo, es don de Dios. La otra libertad, la que da a la persona riendas
sueltas para malgastar la vida en pasiones que llevan a la muerte eterna, es
una caricatura de la verdadera libertad. Si la Palabra de Dios asegura que
existe una libertad verdadera, es porque seguramente también hay una falsa. En
realidad la libertad falsa es libertinaje. ¿Y cuál es la diferencia entre una y
otra? Dice el diccionario hispanoamericano de la misión que el libertinaje se
aleja y se burla de los preceptos morales y se goza en la violación de las
normas éticas; es hacer lo que a uno le venga en ganas en cualquier
circunstancia y momento.
Todas las
experiencias dolorosas del cristiano antes de conocer a Cristo, estaban
determinadas por la falsa concepción de la libertad. Judas, hermano del Señor,
dice que algunos convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan
a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. (Judas 4). El
libertinaje hace un perfecto maridaje con el pecado y es hijo del desenfreno de
la voluntad del hombre sin Dios.
El Salmo 18 es un
cántico a la liberación que ofrece Dios cuando reconocemos que de Él y por Él
alcanzamos libertad y liberación de las prisiones espirituales. Es bueno-
aunque no en demasía – recordar de dónde hemos venido, la cárcel de miserias
que nos mantuvo presos de los delitos y pecados, sobre todas las cosas, porque
de ese modo podemos ser más sensibles a la necesidad de los que aún andan
cautivos, pavoneándose de orgullo, en su ignorancia de la verdadera libertad.
David, en el Salmo
18, alaba a Dios por haberlo librado de sus enemigos reconociendo la mano de
Dios en todas sus tribulaciones y persecuciones y dando acción de gracias por
la liberación, símbolo de la victoria del que busca el rostro de su Señor en
oración. Nosotros le alabamos por habernos entregado la llave - torneada a
fuerza de martillos y clavos - que abrió la cárcel del pecado y nos trajo
salvación y libertad. Su sangre lubricó las cerraduras enmohecidas de nuestros
corazones duros y libertinos y echó abajo cada barrote de perdición.
Así que si el Hijo
los libera, serán ustedes verdaderamente libres. (Jn 8.36). De eso se trata:
del Hijo, del enviado a anunciar buenas nuevas a los pobres, a sanar los
corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los
prisioneros (Isa 61.1). En la batalla espiritual de cada día, te invito a
sumergir el espíritu en este Salmo y sentirás la victoria prometida, no la
tuya, sino la de Cristo. Él es vencedor y nos hace partícipes de su victoria.
Muchos se han dejado
engañar por las artimañas de una nueva generación de milagreros que se ocupan
de asesinar la gloria de Dios cautivando la mente con falsas cosmologías.
Algunos proclaman prosperidad, otros prometen bendiciones. Son los
esclavizadores del hombre religioso que degenera la gracia de Dios y
condicionan la salvación al seguimiento de normas que desprecian la libertad
que tenemos en Cristo. Estar cautivo es ser esclavo, estar sometido y preso.
Pablo le advertía a los colosenses: “Cuídense de que nadie los cautive con la
vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo
con los principios de este mundo y no conforme a Cristo” (Col 2.8)
Gozamos de libertad.
El sacrificio del Cordero, único e irrepetible, permite que podamos andar en
libertad y acercarnos confiados al trono de su gracia, sin temor. “En él,
mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios” (Ef
3.12). Mi Dios es libertador. Él va al frente del ejército de los redimidos en
su sangre y pelea todas nuestras batallas. Somos libres porque hemos conocido
la verdad, (Jn 8.32) y somos templo del Espíritu… y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad (2 Co 3.17).
Lectura sugerida: Salmo 18.
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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