MI
DIOS ES ESPERANZA
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Y en su nombre esperarán las
naciones (los gentiles). Mateo 12:21
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Alma mía, espera en silencio
solamente en Dios, pues de El viene mi esperanza. Salmos
62:5
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Por naturaleza somos
impacientes; no sabemos esperar. Dios, benefactor de toda dádiva y bendición a
sus hijos, conoce que la espera no es nuestro fuerte, sabe que a veces
desesperamos, que nos apresuramos intentando adivinar el tiempo de Dios.
Nuestro sentido de la cronología muchas veces se aleja de las sendas de Dios.
Su tiempo nos parece que nunca llega y en la desesperación disponemos el
corazón para intervenir en sus planes y hacer “nuestra parte” en el asunto.
El mundo sigue
buscando descanso en la seguridad que suponen las palabras de fantoches poco
convincentes. Cada vez los destinos de las personas y de las naciones se
promueven desde las alcobas repugnantes de la bufonería. Hay inclinación al
marionetismo; al mundo le parece más fácil vivir de los adivinos, astrólogos y
encantadores de la politiquería barata, que buscar el reposo reparador
compartiendo el yugo con nuestro Señor. “…porque mi yugo es fácil y ligera mi
carga “(Mt 11.30). Aprender a esperar en El será siempre un desafío. Nadie ha
dicho que es fácil.
Las palabras de David
denotan confianza, pero también el espíritu de una paciencia edificada en el
sufrimiento y en las lecciones aprendidas del Señor a raíz de sus experiencias
pecaminosas: “Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he
puesto mi esperanza. (Sal 130.5). Si somos conscientes de nuestras faltas
delante de Dios, no habrá remedio para el alma abatida que no sea la búsqueda
del Señor; su palabra traerá consuelo y liberación. Hay esperanza en nuestra
humillación, hay esperanza en toda aflicción, hay esperanza cuando el mundo te
viré las espaldas y parezca que no hay salida para la situación. Hay esperanza
en tu clamor
Isaías vivió lo
suficiente como para ver y sufrir la rebeldía y el pecado de su pueblo durante
cuatro reinados en Judá y no cesaba de clamar a Dios: “Señor, ten compasión de
nosotros; pues en ti esperamos. Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra
salvación en tiempo de angustia. (Is 33.2)- Énfasis del autor-.
También Isaías nos ha
dejado una palabra que refresca el corazón más desesperanzado: “Pero los que
tienen su esperanza puesta en el Señor renovarán sus fuerzas. Les crecerán alas
como a las águilas; correrán sin fatigarse, caminarán sin cansarse” (Isaías 40.31)
¿En quién has puesto
tu esperanza? ¿En tu trabajo? ¡No te olvides que Dios es quien te sostiene! ¿En
tu inteligencia? ¡Acuérdate que Dios hizo trizas la sabiduría de este mundo!
¿En el éxito y los logros personales? ¡No pierdas la perspectiva de la Cruz del
Calvario!
Cuando Cristo se
instala en el corazón humano, brota la esperanza, la verdadera, la que se
renueva y crece, la que convierte la tristeza en gozo y afirma nuestro andar
como si camináramos sobre una peña inconmovible que no se quiebra, que es
suficiente. “Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus
corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Salmo
20.7) Las naciones ponen su esperanza “en sus carros y en sus caballos”,
símbolos del poderío y las fortalezas humanas, pero tú y yo sabemos en quien
hemos creído, en quien hemos puesto toda la esperanza.
¿Cuál es la
esperanza? Animando a los colosenses Pablo les recordaba que el evangelio era
esperanza (Col 1.23) y añadió: A estos – a nosotros - Dios se propuso dar a
conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es
Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. (Col 1.27). El apóstol Pedro exhorta
al pueblo de Dios a estar preparado para responder a toda persona que pida
razón de la esperanza en la cual habitamos (1 P 3.15).
Sucederá. Más tarde o más temprano. Como toda
promesa se cumplirá a su tiempo y en Su tiempo. Todas las naciones se postrarán
ante la única esperanza que es Cristo, porque Dios se ha propuesto darlo a
conocer a toda criatura. Y nosotros que ya hemos conocido este misterio por las
misericordias de Dios, vivamos de esta esperanza retirando los carros y los
caballos de nuestras vidas y dándole la gloria que sólo Él merece. ¡Dios te
bendiga! (Lectura sugerida: Salmo 130)
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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