miércoles, 6 de noviembre de 2013

MI DIOS ES ESPERANZA

MI DIOS ES ESPERANZA
Fuente: Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Y en su nombre esperarán las naciones (los gentiles). Mateo 12:21
Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de El viene mi esperanza. Salmos 62:5
Por naturaleza somos impacientes; no sabemos esperar. Dios, benefactor de toda dádiva y bendición a sus hijos, conoce que la espera no es nuestro fuerte, sabe que a veces desesperamos, que nos apresuramos intentando adivinar el tiempo de Dios. Nuestro sentido de la cronología muchas veces se aleja de las sendas de Dios. Su tiempo nos parece que nunca llega y en la desesperación disponemos el corazón para intervenir en sus planes y hacer “nuestra parte” en el asunto.
El mundo sigue buscando descanso en la seguridad que suponen las palabras de fantoches poco convincentes. Cada vez los destinos de las personas y de las naciones se promueven desde las alcobas repugnantes de la bufonería. Hay inclinación al marionetismo; al mundo le parece más fácil vivir de los adivinos, astrólogos y encantadores de la politiquería barata, que buscar el reposo reparador compartiendo el yugo con nuestro Señor. “…porque mi yugo es fácil y ligera mi carga “(Mt 11.30). Aprender a esperar en El será siempre un desafío. Nadie ha dicho que es fácil.
Las palabras de David denotan confianza, pero también el espíritu de una paciencia edificada en el sufrimiento y en las lecciones aprendidas del Señor a raíz de sus experiencias pecaminosas: “Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza. (Sal 130.5). Si somos conscientes de nuestras faltas delante de Dios, no habrá remedio para el alma abatida que no sea la búsqueda del Señor; su palabra traerá consuelo y liberación. Hay esperanza en nuestra humillación, hay esperanza en toda aflicción, hay esperanza cuando el mundo te viré las espaldas y parezca que no hay salida para la situación. Hay esperanza en tu clamor
Isaías vivió lo suficiente como para ver y sufrir la rebeldía y el pecado de su pueblo durante cuatro reinados en Judá y no cesaba de clamar a Dios: “Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos. Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia. (Is 33.2)- Énfasis del autor-.
También Isaías nos ha dejado una palabra que refresca el corazón más desesperanzado: “Pero los que tienen su esperanza puesta en el Señor renovarán sus fuerzas. Les crecerán alas como a las águilas; correrán sin fatigarse, caminarán sin cansarse” (Isaías 40.31)
¿En quién has puesto tu esperanza? ¿En tu trabajo? ¡No te olvides que Dios es quien te sostiene! ¿En tu inteligencia? ¡Acuérdate que Dios hizo trizas la sabiduría de este mundo! ¿En el éxito y los logros personales? ¡No pierdas la perspectiva de la Cruz del Calvario!
Cuando Cristo se instala en el corazón humano, brota la esperanza, la verdadera, la que se renueva y crece, la que convierte la tristeza en gozo y afirma nuestro andar como si camináramos sobre una peña inconmovible que no se quiebra, que es suficiente. “Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Salmo 20.7) Las naciones ponen su esperanza “en sus carros y en sus caballos”, símbolos del poderío y las fortalezas humanas, pero tú y yo sabemos en quien hemos creído, en quien hemos puesto toda la esperanza.
¿Cuál es la esperanza? Animando a los colosenses Pablo les recordaba que el evangelio era esperanza (Col 1.23) y añadió: A estos – a nosotros - Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. (Col 1.27). El apóstol Pedro exhorta al pueblo de Dios a estar preparado para responder a toda persona que pida razón de la esperanza en la cual habitamos (1 P 3.15).
Sucederá. Más tarde o más temprano. Como toda promesa se cumplirá a su tiempo y en Su tiempo. Todas las naciones se postrarán ante la única esperanza que es Cristo, porque Dios se ha propuesto darlo a conocer a toda criatura. Y nosotros que ya hemos conocido este misterio por las misericordias de Dios, vivamos de esta esperanza retirando los carros y los caballos de nuestras vidas y dándole la gloria que sólo Él merece. ¡Dios te bendiga! (Lectura sugerida: Salmo 130)
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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