EN
VEZ DE LLORAR, ¡ORA!
Fuente: Dr. Roberto Miranda
Congregación León de Judá
Por nada estén afanosos; antes
bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a
conocer sus peticiones delante de Dios. Filipenses
4:6
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Oré al SEÑOR, y dije: Oh Señor
DIOS, no destruyas a Tu pueblo, a Tu heredad, que Tú has redimido con Tu
grandeza, que Tú has sacado de Egipto con mano fuerte. Deuteronomio
9:26
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Las batallas de la
vida hay que pelearlas por medio de la oración insistente. De nada sirve la fe,
si no se manifiesta a través de peticiones concretas y persistentes. El gran
reformador Martín Lutero oró: "Amado Señor, Aunque estoy seguro de mi posición,
no puedo retenerla sin ti. Ayúdame o estoy perdido". La oración efectiva
requiere ese tipo de pasión y convicción. C. H. Spurgeon, el gran predicador
inglés del siglo diecinueve escribió: “La oración hala la soga abajo en el
mundo, y la gran campana suena arriba en el oído de Dios. Algunos apenas mueven
la campana, de lo lánguidas que son sus oraciones; otros sólo le dan un tirón
ocasional a la soga. Pero el que se comunica con el cielo es el hombre que
agarra la soga con denuedo y tira de ella continuamente con todas sus fuerzas”.
El Apóstol Pablo
aconseja, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones en
toda oración y ruego” (Fil 4:6). En otras palabras, en vez de llorar, ora; en
vez de que te tiemblen las rodillas, dóblalas. ¡Si están dobladas no van a
poder temblar!
Ya hemos señalado que
la oración, como la fe, no es sólo para sacarnos de los aprietos y las crisis.
La oración debe bañar y saturar todo lo que hacemos. Es la bandera que va
delante, encabezando todos nuestros esfuerzos. Debe ser el antes y el después
de todas nuestras visiones y proyectos. Es el elemento que debe fundamentar y
puntualizar todos los eventos y actividades de nuestro día. Martín Lutero
declaró: “Tengo tanto que hacer, que debo pasar las primeras tres horas de cada
día en oración”.
Yo creo mucho en la oración preventiva. No esperes
a que el diablo esté a la puerta para destruirte, para entonces comenzar a
orar. Ora continuamente para mantenerlo neutralizado, para forrar tu vida
preventivamente contra sus ataques. El mejor tiempo para orar es cuando todo
está bien, cuando no hay nubes en el cielo y el corazón está tranquilo y en
paz. En esos tiempos de quietud y aun de prosperidad, como José en Egipto,
atesora oraciones en el cielo para cuando venga el día malo de la sequía y la
carencia. Llénate de tal vitalidad y poder; cubre todas las ventanas y puertas
de tu vida de tal manera que el Enemigo, cuando emprenda el ataque y pretenda
lanzar sus dardos de fuego hacia el interior de tu morada, encuentre tu casa blindada
y protegida por los muros del Cielo, erigidos ladrillo a ladrillo por tu
oración persistente.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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